Capítulo 2 "Mejor amiga"

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Mejor amiga


Estoy aburrido. Razón por la que me dejo caer en el asiento de manera que parece que me estoy derritiendo. Mi madre está concentrada en la mujer de sonrisa pretenciosa que no deja de presumir un collar de perlas blancas. No entiendo que tiene de especial para mí solo parecen círculos blancos unidos.

Aburrido.

Sin embargo mi madre no parece pensar lo mismo pues lo mira con admiración. La otra señora lo sabe y no ha dejado de tocarlo y presumirlo.

Ruedo los ojos cuando lo vuelve a acariciar. Es absurdo, parece como si tuviera un tick. Mi vista se desvía hacia otra parte de la gran habitación y me siento de manera correcta al ver a mi padre acercarse.

Él me da una sonrisa con cejas enmarcadas, me ha visto. Me encojo de hombros. No puedo evitarlo padre, esto es demasiado.

-Oh, cariño-dice mi madre y se para para saludarlo. Le da un beso en la boca y le da una gran sonrisa-que bueno que ya llegaste.

Mi padre le da una sonrisa tensa. Me remuevo incómodo, ambos sabemos lo que significan esas palabras "Que bueno que al fin te dignaste en llegar" y no, no me las estoy inventando. Ella misma una vez se lo dijo.

Enlaza su brazo con el mi tenso padre y le da una gran sonrisa a la señora pretenciosa. Ella como que ya no está tan sonriente al ver a mi padre del brazo de mi madre.

-Eduardo ¿por qué tardabas tanto?-pregunta la señora en un refunfuño a su esposo.

-La niña no se cambiaba rápido-responde.

-¿Y dónde está?

-Ahí viene.

La sonrisa de la señora crece, en realidad la sonrisa de todos lo hace. Frunzo el ceño y me trato de abrir paso para ver que los tiene tan embobados y me encaro, literalmente, con una niña de rizos negros y ojos azul con tonos verdes.

Ella retrocede con rapidez y yo solo la miro con cejas enmarcadas. No sé quién es, nunca la había visto y tampoco me importa saber quién es.

Así que solo la miro y me cruzo de brazos. Parece que mi acción no fue la esperaban y todos se miran incómodos, excepto mi padre. Él tiene una sonrisa divertida.

-Ella es Verónica-dice el señor poniendo una mano sobre su hombro para acercarla a mí-mi hija.

Ella estira su mano y hago una mueca. Asiento sin decir mi nombre y sin tomar su mano. Siento un empujón de parte de mi roja madre y aprieto los dientes. No me obligaran a tomar la mano de una niña.

Nunca lo he hecho, y no, nunca lo pienso hacer.

Verónica frunce el ceño y baja la mano. No está avergonzada, está molesta. Y eso por alguna razón me divierte.

-Alan, saluda-me regaña mi madre en mi oído-Discúlpenlo, suele ser tímido ante las niña guapas.

Entre adultos se sonríen y mi madre les hace entrar para acompañarnos. Genial, otras horas de estar sentado. Suelto un suspiro cuando los veo irse.

Mi padre acaricia mi cabeza y me da una sonrisa.

-Vamos campeón-murmura-solo serán unas horas más.

Suelto un bufido haciendo que se ría.


***


Unas horas más. Solo unas horas más. Pero ya no puedo aguantar esas "unas horas más". Y menos cuando la señora solo hace de contar sus aburridas historias de donde compro sus bolsos. No me interesa saber si es de cuero o lo que sea.

Por otro lado la niña parece interesada en lo que dice su madre. No sé si entiende lo que dice y por eso la mira así, o solo es costumbre. En este mundo no se sabe nada, todo es apariencia.

Miro la puerta, hace mucho que mi padre entro por ella con el señor para hablar de negocios. Miro por la ventana para luego ver a mi madre.

-¿Puedo salir?-pregunto interrumpiendo la conversación de un vestido de seda exportada. Ambas me regresan a ver-Quisiera estar en el jardín.

-No, Alan. No puedes dejar sola a Verónica.

Verónica ni habla.

-Pero yo quiero salir-mascullo.

Mi madre me da una mirada de ojos entrecerrados y suelto un suspiro resignándome a que me quedare cuando la niña habla por primera vez.

-La verdad yo también quisiera salir-dice con voz suave y da una pequeña sonrisa-Sería divertido.

-Verónica...

-Madre, creo que eso ayudaría a que él y yo nos hiciéramos amigos.

Ella parece dudar mientras mi madre quiere darme un buen golpe. Finalmente con una sonrisa la madre de ella asiente.

-Sí, creo que sería una buena idea.

Mi madre cambia su rostro molesto a una sonrisa. Y quiero rodar los ojos cuando salgo y me pide que cuide a Verónica. Como si la seguridad de aquí fuera a ser burlada alguna vez.

-Gracias por ayudarme a salir-suelto apenas cruzo la puerta.

-No lo hice por ti-refunfuña-yo también quería salir.

-Maleducada.

-Lo dice el que no me dio la mano.

-Como sea-ruedo los ojos y me dejo caer-gracias.

No me responde. Le regreso a ver y enmarco una ceja al darme cuenta que está viendo a alguien. Me da curiosidad y miro en su dirección. Al frente nuestro hay un rosal, pero junto a él se encuentra quien llama la atención de ella.

Un niño de tez blanca con cabello café y ojos grises. Ella parece embobada y decido reírme.

-¿Qué te da risa?-pregunta viéndome.

¿Así que ahora me miras? Sonrío malvadamente.

-¿Te gusta Greg?

Abre los ojos y sus mejillas blancas con pecas se tiñen de color rojo.

-¡No!-chilla y sobo mis oídos-¡No digas eso! ¡No lo hace! ¡No me gusta!

-Ajá-me río-Te gusta.

-Es un niño-se cruza de brazos.

-Y tú una niña-le regreso. Entrecierra los ojos y alzo la manos en señal de paz-solo digo.

-Pues mejor no digas nada.

-Eres muy malhumorada.

-Y tú muy tonto.

-Me agradas-suelto de la nada y ella me ve como si me hubiera salido otro ojo-¿Qué? No me mires raro. Solo he dicho que me agradas, no eres chillona como las demás niñas.

-Tú también me agradas-dice con una sonrisa-no eres tan ciego como los demás niños.

No entiendo a lo que se refiere pero tampoco quiero preguntarle y quedar mal. Así que solo le sonrío y revuelvo su perfecto cabello con mi mano haciendo que suelte un grito.

-Eso es porque somos únicos.

-Y modestos-se ríe-no olvides lo de modestos.

Fue así como conseguí ese día una mejor amiga. Tal vez no seríamos perfectos pero como esa vez lo dije, seríamos únicos, diferentes al resto. Ojalá hubiera sido de una buena manera.




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