Capítulo 42 "La verdad detrás de un corazón roto (parte 2)"

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La verdad detrás de un corazón roto (parte 2)


Dos años después


-¡Alan!-grita Darwin pero lo ignoro.

Sé lo que quiere y no, no voy a ceder. Así que acelero el paso.

>>¡¿De verdad te atreves a ignorarme?! ¡¿A mí?!

Ruedo los ojos pero frunzo el ceño cuando corre y se pone en frente de mí.

-¡Te tengo!-grita sonriendo y bailamos porque trato de evitarlo-¡No, no, no! No irás a ningún lado.

-Si iré a un lado, voy al departamento para recoger mis cosas, haces la fiesta y al día siguiente vuelvo Darwin. Ahora, hazte a un lado.

-Pero... ¡no puedes estar toda la vida sin reuniones sociales!

-Sí puedo, y es lo que haré.

-Alan-se queja y niega-Solo será una pequeña reunión por el cumpleaños de Linda.

-Ni siquiera te importa que lo sea-murmuro-solo quieres festejar algo.

-Bueno, tienes razón, quiero ver a mi rubita algo candente.

Hago una mueca

-La puedes ver en otro lado.

-Bien, me rindo. Solo quiero que salgas ¿sí? No lo has hecho y aunque antes tampoco eras un fanático por lo menos ibas a algunas fiestas.

-Linda es algo intensa conmigo-murmuro-No creo que sea buena idea.

-¡Yo te cuidaré! Además la rubita la va a mantener lejos también.

No sé como pero el bastardo me convenció muy rápido y aquí estaba. Sentado aburrido oyendo lo que decía, también evitando a Linda y aunque Darwin ponía de su parte, el alcohol sobreponía a Linda.

-¿Cuándo vendrá Cris?-pregunto cuando Linda quiere agarrar mi brazo.

Como espero, se molesta y se cruza de brazos.

-Bueno, pronto, ella está muy ocupada con su trabajo y los estudios. Además dijo que estaría con una amiga.

Eso me llama la atención pero luego la conversación toma otro rumbo y es así, como entre anécdotas, bromas y alcohol, termino sintiendo el vacío.

Cuando me siento mal, me levanto y sin que Darwin me vea camino por el pasillo para subir al ático. Algo bueno de vivir en el último piso supongo.

Aprieto la mandíbula cuando veo mi guitarra y como el masoquista que soy, decido caminar hacia las cajas. Rebusco y cuando encuentro lo que quiero, camino hacia el sofá.

Saco las fotos y al verlas extendidas por la mesa, suspiro. La guitarra de una esquina me llama y aunque ha sido tiempo, la tomo entre mis manos. Rasgo algunas notas probando, para luego decidir entonarla de verdad.

La melodía es suave, tanto que me estremece y cuando menos me doy cuenta, lágrimas brotan por mis mejillas.

El alcohol expone de muchas maneras.

Yo estoy jodido cuando sigo bebiendo y tocando. En algún punto me perdí, lo último que recuerdo, es el detonante.

Fue aquel jodido video.

La noche de año nuevo, ella riendo y grabando con mi teléfono, sonriendo e incluso enfocándome para luego enfocar el cielo.

Los recuerdos de esa noche, como muchos más me acabaron. Y todo lo que reprimía, me golpeo.

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