Capítulo 23"Reglas rojas"

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Reglas rojas


Su cabeza se alza de golpe al oír mi voz. Sus cabellos taparon toda su cara evitando que la viera y cuando se los retira, me sorprendo. En estos años que he visto a Abigail pasear por los pasillos nunca le vi así de agotada, ni siquiera cuando estaba estudiando para las finales del concurso de matemática o el de oratoria.

Parecía que ella siempre tenía energía para todo, siempre estaba en los programas, deportes y nunca la vi quejarse.

Su piel es blanca pero el color que ahora tiene su cara es extremadamente pálido. Sus cabellos desordenados que normalmente parecen no querer al cepillo están más enredados de lo normal, como si se hubiera estado pasando muchas veces la mano por el pelo.

Además sus ojos están adornados por ojeras.

-Abi ¿estás bien?

-Sí...

Su vaga respuesta no ayuda en nada a mi curiosidad. Pareciera que en cualquier momento caerá. Frunzo el ceño y con mi mano toco su mejilla. Sus ojos se cierran al mismo tiempo sé que estremece, en otra situación sonreiría por su acción pero en este momento me inquieta saber que le sucede. Pareciera que no durmió en la noche.

Y cuando aleja mi mano es para tapar su boca por un bostezo, me confirma que no ha dormido bien.

No sé qué diablos estaría haciendo ayer, no teníamos muchos deberes. Entonces ¿Por qué se ve así?

-No te creo.

-¿Qué?

-Ven conmigo

-No-niega volviendo a acostarse sobre la mesa-hoy no tengo fuerzas Alan.

Aprieto los labios exasperado. Si algo caracterizaba a Abigail Martins era su extrema terquedad.

-Lo siento-murmuro.

Me acerco a ella de nuevo y hago que sus brazos rodeen mi cuello. Ante esto abre sus ojos y me mira en silencio. Aprovechando esto bajo mis manos hacia su cintura y le hago pararse. Sus ojos me miran tan fijamente que la tomo desprevenida cuando la tomo en brazos. Suelta un grito asustada y como instinto se aferra más a mí.

-¡¿Qué haces?! ¡Bájame!

-No me dejaste otra opción.

Sus piernas se mueven pero no tan fuerte como seguro ella quería. Aun así por sus movimientos casi hace que la suelte. Así que para prevenir eso mejoro mi agarre en sus piernas y la apego más a mí. Varios pasos después pareciera que su cuerpo mismo ya no diera más y se resignó.

Su respiración poco a poco se va calmando y cuando cruzo la puerta del pasillo hacia el comedor, esconde su cara en mi pecho. Sonrío por lo inmadura que es su acción, cualquiera que nos viera sabría que es ella. Su típica pulsera en mano y su cabello castaño que nadie más tenía, la delataban.

Todos se callaron y nos vieron con asombro. Si antes dudaban sobre lo sucedido en la fiesta ahora no tenían duda alguna de que algo pasaba. Finjo no verlos y sigo caminando aunque podía escuchar sus murmullos.

Cuando llego a la enfermería le sonrío a la enfermera que me mira con confusión.

-¿Qué le sucede a la estudiante?

-No ha dormido bien y tampoco ha comido ¿puedo acostarla en una cama?

Asiente y me dirijo hacia los cuartos. Con cuidado deposito sus piernas en la cama y con delicadeza retiro sus manos de mi cuello. Me mira con ojos cansados y se deja caer en la cama.

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