𝙿𝚛𝚘́𝚕𝚘𝚐𝚘

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Reposé mis codos sobre la mesilla llevando mis manos a mi cabeza ya gacha, todo comenzó a darme vueltas mientras el repugnante olor a café se impregnaba cada vez más en mí.

                   
"Ella no vendrá"

                   
Me recordó la voz de mi cabeza, quizá mi conciencia.

                   
—Otra vez...—Murmuré apenas audible, mientras ejercía más fuerza en mis manos sobre mi cabeza, tenía nauseas.

                   
"Nadie se retrasa durante 45 minutos sin avisar"

                   
Era verdad. Si ella fuera a venir y hubiera surgido un imprevisto ya me hubiera avisado, ella tiene mi número de celular. Entonces... ¿Por qué?

                   
—El tráfico vehicular...alguna visita inesperada.—Murmuré excusas, excusas que ni siquiera eran para mí, sino para ella.

                   
Al parecer no me importaba el tiempo que había estado esperando ni lo mal que me sentía. Mi mente y cuerpo aun deseaba desesperadamente que ella apareciera por la puerta principal de la pequeña cafetería, disculpándose con cualquier excusa, no importaba que tan estúpida fuera, yo la creería, sin importar que...pero sólo quería que apareciera.

                   
"La amo"

                   
—Te amo. —Susurré, mi respiración se agitó y comencé a sudar, me sentía mal.

                   
Apreté mis ojos con fuerza, no quería escuchar ni saber nada del mundo que no fuera ella. Pensé en ponerme de pie y escapar de ese repugnante olor a cafeína...pero de nuevo las vanas esperanzas de que llegara me detuvieron y el notable mareo que se apoderó de mí dejándome indispuesto.

                   
De la nada, una extraña calidez llegó a mí, llegó desde mi brazo derecho, atravesando el mar de ropa que siempre llevaba encima.

                   
—Disculpe, señor, ¿Se encuentra usted bien? —Escuché a lo lejos y distorsionado, era la voz de un chico.

                   
Moví ligeramente mi cabeza en su dirección, intentando ser delicado para no empeorar mi mareo.

                   
—...Sí, gracias. —Murmuré levemente, intentando sonar convincente, era más que notable que no estaba bien. Miré al chico, era pequeño y lucia joven, y, a juzgar por su vestimenta, era un empleado de la cafetería.

                   
—Usted disculpará mi insistencia, pero no luce bien. ¿Me permite ayudarlo? —Dijo el chico, tomando mi brazo con delicadeza.

                   
Estaba totalmente dispuesto a negarme, ponerme de pie y salir de ahí, pero en cuanto lo hice todo comenzó a dar vueltas y mi peso recayó sobre él.

                   
Me sostuvo con esfuerzo y miró en todas las direcciones, hasta que pareció ver algo que le interesó.

                   
— ¡Tae, ayúdame!

                   
Poco después sentí como otros brazos sostenían mi brazo derecho, mi vista se nubló por completo y ya no era capaz de mirar bien.

                   
—Llevémosle a los servicios. —Murmuró una nueva voz, quizá el chico que había llamado el empleado.

                   
Sentí como me arrastraban los pies con la ayuda de ambos, poco después el olor del ambiente cambió, ahora era fresco, limpio y me atrevía a decir que olía a jabón.

                   
Los chicos me recargaron sobre los lavabos del baño, frente al espejo. Con esfuerzo abrí una de las llaves y lavé mi rostro con fuerza, la refrescante agua me relajó de inmediato y el cambio de ambiente comenzó a estabilizar mi estómago.

                   
—Cuida de él, iré a buscar algo de medicamento. —Indicó uno de los chicos saliendo de los sanitarios.

                   
— ¿Se siente mejor, señor? —Me preguntó el primero en ayudarme, dándome una toalla para secarme, ahora podía verle con claridad.

                   
Pequeño, delgado y con rostro de chica

                   
—Sí, gracias. —Contesté. —Los medicamentos no son necesarios...yo debo irme. —Dije poniéndome derecho y con toda la intención de marcharme.

                   
— ¡E-eh, no, no señor, no puede irse! —Me comenzó a perseguir, mientras yo avanzaba con prisa hacia la salida. Quería irme lo más lejos de esa jodida cafetería.

                   
Justamente me detuve en la puerta del local tras la insistencia del empleado.

                   
—Por supuesto, aquí tienes, gracias. —Dije, sacando dinero de mi billetera y dándosela al chico insistente que me miraba con preocupación.

                   
—Eh...no, pero si usted no ordenó nada. —Respondió confundido, mirando el dinero que había dejado en sus manos.

                   
—Entonces tómalo como propina. —Sonreí, colocándome unos lentes oscuros y saliendo de ahí, directo a mi auto.

                   
— ¡Dodo, mesa tres, chico despistado! —Escuché a lo lejos antes de alejarme lo suficiente de la cafetería.

                   
Jamás imaginé que ese encuentro pasajero marcaría el principio de algo, quizá el inicio de una historia de amor...

                   
De mí... y el estúpido de Doyoung.




Hola soy yo de nuevo trayendoles una nueva historia, esta historia es muy bonita la leí hace ya un tiempo y está historia es de Daymin espero la disfruten y gracias por esperarme ♡

Café - Jaedo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora