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POV Camila

Abrí mis ojos lentamente, estiré mi cuerpo aún sintiendo el agotamiento por lo que habíamos hecho hasta hace pocas horas.

Tenía a Lauren a mi lado, durmiendo como un ángel. Se veía tan tranquila. Cubierta con la sábana blanca hasta la altura de sus pechos y su cabello desparramado sobre la almohada.

Cogí mi móvil de la mesa de noche para ver la hora. 2am.

Por algún motivo no tenía sueño. Habíamos pasado el resto de la tarde acostadas, con nuestros cuerpos unidos, haciendo el amor.

Me acerqué lo suficiente dejando mi rostro a milímetros de ella. Acaricié suavemente con la yema de mis dedos sintiendo la suavidad de su piel y todo lo que provocaba en mí.

De manera inconsciente movió su rostro para aumentar el contacto con mi mano y sonreí. Mordí mi labio conteniendo las ganas de besarla. Ella debía descansar.

Suspiré tratando de liberar un poco toda esta emoción contenida por tenerla de regreso. Aunque sólo fuera por algunas horas más.

Deslicé mi mano por la extensión de su brazo hasta llegar a su mano y jugar delicadamente con sus dedos.

Ella se removió murmurando palabras que no podía entender, pero sonreí al ver sus comisuras elevadas.

Miré sus labios con ansias esperando a que despertara para poder besarlos.

-Camz... - habló en un suave soplido. Esperé atenta, lo que pareció una eternidad,  hasta que abrió sus ojos.

-Hola... - susurré sin quitar mi ojos de su rostro y entrelacé nuestros dedos.

Cuando ya estuvo más consciente miró alrededor. Estaba todo oscuro salvo por la tenue luz que brindaba mi lampara.

-¿Qué hora es? - su voz era ronca, rasposa y provocaba un cosquilleo en mi cuerpo.

-Las dos de la mañana. -le dije dulcemente, admirando todos sus detalles.

Ella me quedó viendo sin decir nada. Esos ojos me causaban lo que nadie jamás podría igualar. Me acerqué para por fin poder besarla.

Fue un beso tranquilo, pero muy reconfortante.

-Tengo hambre - le dije formando un puchero.

-¿Ah, si? ¿Y qué quieres? - preguntó con una sonrisa juguetona, pero sus movimientos aún eran perezosos.

-Vamos a la cocina - me senté esperando a que hiciera lo mismo.

-Pero está frío - se quejó envolviéndose en la sábana.

-Te pasaré un albornoz, levántate - Fui hasta mi armario, cogí uno para ella y uno para mí. - póntelo, anda. - sentí mi cuerpo vibrar al tener sus ojos detallándome de pies a cabeza. Por un segundo sentí la necesidad de cubrirme debido a la repentina vergüenza, pero sus ojos transmitían tanto deseo y amor, que me tomé más del tiempo necesario para ponerme mi albornoz.

-¿Cómo es que tienes tanta energía? Son las dos de la mañana - dijo como si fuera algo increíble. - deberíamos seguir en la cama.

-Anda, amor, levántate - fui hasta ella y me incliné para dejarle un pequeño beso en sus labios. Me acerqué nuevamente, pero antes de hacer contacto me alejé dejándola con los labios estirados. Ella rodó los ojos haciéndome reír y obedeció. - Así me gusta.

Su sonrisa era grande, de esas que me dejaban ver sus grandes dientes blancos.

Me encantaba. Era adorable.

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