Capítulo 3

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Capítulo 3:


Después de la regresión, el geólogo —el "Gordito Pacheco"— hizo hincapié en el hecho que Laura, cuando describía el barco, había empleado mal el tiempo del verbo pues había contestado en pasado y no en presente. Mi respuesta fue que, tal vez, al decirle que iba a recordar y no a revivir la situación, posiblemente estaba recordando cómo era el barco. Pero lo que realmente llamó mi atención fue esa palabra Esquife. Ninguno de los allí presentes la habíamos escuchado antes. Pensé que se trataría de algún accidente geográfico como arrecife o algo por el estilo, pero no era eso. Recurrimos a un viejo diccionario en el que encontramos esto:

Esquife: m. Bote o barco pequeño de dos proas que se llevaba en los navíos para llegar a tierra.

¡Ahí estaba el porqué del uso del pretérito! El barco era un barco muy grande porque ya no era más. ¡Había naufragado! De ahí, también, el enorme contenido emotivo y la agitación que sufrió Laura en ese momento.

Ni Laura ni yo entendíamos bien qué nos estaba pasando. ¿Sería una fantasía o realmente vivíamos más de una vida? Si era así, ¿cuántas?...

Algo comenzó a cambiar entre Laura y yo a partir de aquel momento. Recuerdo que esa noche, después de la regresión me fui a la cocina y ella me siguió. Nos miramos y nos dimos un gran abrazo, como pidiéndonos disculpas por nuestras discusiones anteriores, que eran muchas y por las que llegábamos a enojarnos y pelearnos con frecuencia desde que nos conocimos hacía ya ocho años. Aquella noche la sentí mi amiga, ya no la esposa de mi amigo.

De haber considerado a Laura "el peor sujeto para la hipnosis" pasó a ser mi mejor paciente. Podía realizar con ella cualquier tipo de tratamiento, incluyendo cirugía, no solo sin anestesia química sino que sumaba la amnesia del tratamiento. La atendía con toda tranquilidad. En una oportunidad, Roberto tuvo que extirparle un quiste en la zona retroauricular en donde yo haría la anestesia y la hemostasia con hipnosis. Él trabajó totalmente confiado, como si ella estuviera bajo los efectos de la anestesia general. Al salir de la hipnosis ella pensó que el apósito que llevaba era para hacerle creer que Roberto ya le había extirpado el quiste, pero que, en realidad, no lo había hecho. No recordaba nada de la intervención y se asombró cuando le cambiaron el mismo. A la semana siguiente Roberto tuvo que quitar los puntos de sutura y yo no estaba para hacerle hipnosis. Me contó que Laura ¡gritó como un marrano!

Continuábamos probando todo tipo de ilusiones, positivas y negativas. Todo resultaba. La amistad entre Laura y yo fue creciendo al igual que el mutuo interés por la hipnosis. Comencé a enseñarle lo que hasta el momento sabía sobre el tema. En ese entonces había iniciado mi trabajo de tesis de doctorado basado en la hipnosis. Llegué a investigar y estudiar mucho esa ciencia. Como tarea complementaria de la tesis debía dictar, en la Facultad de Odontología, un curso de hipnosis para graduados y algunas conferencias. Laura acudió como mi asistente y mi sujeto de demostración. Continuamos trabajando en el control de su pulso y respiración por medio de la implantación de reflejos condicionados para poder volcarnos de lleno al tema de las regresiones a otras vidas sin correr riesgos innecesarios. Seguimos asomándonos a la vida de Hernando. La inducción hipnótica y el paso a la otra vida ya eran rápidos. Habíamos acortado camino; no era necesario hacer una estación en la infancia de Laura. Directamente descendíamos a la vida del siglo XVI:

—¿Cuál es tu nombre?

— Hernando.

—¿Qué edad tenés?

— Diecisiete...

— ¿Sos marino?

— No.

La Casa de dos Puertas (Libro 1ro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora