Capítulo 29

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Capítulo 29:

Un mes y nueve días transcurrieron para que volviéramos a hablar con los Maestros. Había algo entre nosotros que hacía que estuviéramos distantes. Pero llegó el momento. Me sentía muy emocionado:

—¡Queridos Maestros! ¡Cuánto añoraba escuchar sus palabras! ¿Qué me pueden decir?

—Se debe sentir. Deben sentir lo invisible. La palabra es un instrumento del hombre; pero qué pequeño es en comparación a los sentimientos y a los pensamientos. ¡Siempre estamos con ustedes!

—¡Lo sabemos y lo sentimos! Lo que pasa es que a veces me pregunto cosas y temo que sea mi mente y no ustedes la que responde. ¡De esta manera es más fácil!

—Recuerda tu intuición. Confiamos en ustedes. ¡Son creadores! Mira, para el hombre común, la creatividad es importante en el arte; pero deben saber que también forma parte de la vida; de cada segundo que debes vivir. El crear debe ser relacionado con la belleza del amor. ¡Los actos cotidianos deben ser creativos! No te sientes y te acomodes. ¡Trabaja para que cada día sea diferente y mejor!

—Estuvimos reflexionando un poco con respecto a lo que nos dejaron la última vez. Todos esos sentimientos, esos tipos de amor inferior a los que se refirieron y que siente el hombre, ¿son excesos? ¿A eso se referían?

—En parte sí; pero el hombre confunde porque, por ejemplo, la codicia es el amor sin límites hacia los bienes materiales que ciega al espíritu, por lo tanto, un hombre peleará con su hermano por esos bienes. Allí comenzarán las discordias. En algún momento sabrán más.

—¿Qué es el amor?

—¡ES!

—¿Cuántas manifestaciones tiene?

—Infinitas, pero solo una es importante.

—¿Cuál?

—¡El Origen! ¡El gestor de todo! ¡El Motor! ¡La rueda que gira sobre sí misma! ¡Esto, tu necesidad de escuchar mis palabras, mi necesidad de decírtelas!

—¡Qué bello es eso!

—¡Ya sabrán más! ¡Falta aún mucho! ¡Mira, ya eres casi transparente para nosotros! ¡Te amamos!

—Supongo que debe faltarme asimilar más para llegar a ser transparente.

—Sí... ¡No!... ¡Son tiempos! ¡Tiempos que faltan aún! Pequeñas pruebas.

—(Sonriendo y recordando las últimas) ¿Son muchas las que faltan?

—Estás demostrando paciencia y prudencia. ¡Nos alegra!

—¡A mí, también! Porque antes actuaba atolondradamente ¿y qué ganaba? ¡Enojarme, tirar las cosas y tener que hacerlas de nuevo! ¡Qué bueno que hayamos planificado esto! Creo, y estoy casi seguro, que estoy dejando de ser yo. Los tengo siempre presentes, no obstante, aún me falta con la gente; pienso que debe faltarme como a una semilla para germinar.

—¡Exactamente! Falta muchísimo aún; pero ya notarás que, en ustedes, el paso del tiempo es importante. En este momento tal vez no, pero ya verás que fue bueno.


Estuvimos leyendo el esbozo de nuestro futuro libro, precisamente en el capítulo en que por primera vez nos aventuramos en la etapa intermedia, cuando apareció aquel bebé. Laura se preguntaba qué sería eso y yo le respondí que podría ser, de alguna forma, el sentimiento de culpa de Hernando por haber participado como cómplice en la maniobra abortiva hacia Felipa; pero no estaba totalmente seguro. Llegó gente a casa y tuvimos que interrumpir. Pasaron unas horas y Laura me preguntó si no íbamos a hacer algún contacto ese día. Yo no me sentía predispuesto porque "quedaba mal" que no atendiera a las visitas que venían siempre a mi casa a hablar siempre también, de las mismas cosas intrascendentes. Traté de dilatar, pero al final decidí hacer lo que Laura quería.

La Casa de dos Puertas (Libro 1ro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora