Capítulo 10:
Laura debía visitarme para que la atendiera por un problema odontológico. Como de costumbre le di la última cita así no habría nada que interfiriese con nuestras conversaciones. Antes de atenderla tomamos unos mates y charlamos sobre todo esto. Nos parecía maravilloso lo que estábamos viendo y el rumbo que había tomado aquella primera regresión a otra vida. Mi soberbia crecía hasta un punto casi extremo por todo lo acontecido y la oportunidad de mostrarlo. En cierto modo sentía que montaba un espectáculo en donde yo y Laura —en ese orden— éramos los actores principales, mientras que los demás se convertían en meros espectadores.
La decisión de ambos fue unánime: después de la atención odontológica haríamos una regresión para sacarnos algunas dudas que teníamos. La primera que planteó Laura después de agradecerme el haber dado mi vida para salvar a Hernando, fue el porqué de nuestro reencuentro en esta vida y si tendríamos otras juntos. Tomaría apuntes de lo que Laura dijera. Era un jueves diciembre de 1992; realizaríamos una regresión y contacto con los Maestros sin testigos; solo nosotros dos. Fuimos directamente a la etapa intermedia:
—¿Qué es lo que ves?
—Hojas. Hojas de árboles. Sombras de árboles. Las hojas se mueven por el viento. Veo el árbol desde arriba. Hace calor.
—¿Tenés nombre?
—No.
—¿Tenés cuerpo?
—No. Está oscuro. Escucho una voz.
—¿De quién es esa voz?
—De mi madre. ¡Llora! ¡Llora porque está sola! ¡Voy a ayudarla cuando crezca, cuando nazca! ¡Quiero ayudarla!
—¿Quién pone esa idea en tu mente?
—No sé. Siento que quiero ayudarla. Ella piensa y yo sé qué piensa. ¡Quiere que sea un varón! (Hasta aquí yo pensaba que se encontraba en la etapa intermedia antes de ser Laura por dos razones: podría ser esta la continuación de la regresión anterior y además, Laura me había contado las peripecias del embarazo de su madre y el hecho de sentirse sola. Me lo contó en vigilia y en hipnosis, pero me equivocaba) ¡Pero no quiere que sea soldado, porque mi padre lo es! ¡Mi padre lo es! ¡Diego! (Había ido a la etapa intermedia anterior a Hernando. ¡Pero había coincidencias! ¿Sería Rosa, madre de Laura, María, madre de Hernando? Ya trataría deaveriguarlo)
—¿Por qué fuiste a ese preciso momento?
—No sé.
—Vas a ir un poco más atrás. Antes de estar ahí. ¿Qué ves?
—Gente como yo. Cosas. Seres.
—¿Podés ver si hay algún Maestro cerca?
—Sí.
—¿Podés hablar con él?
—Sí.
—Quiero saber por qué Laura no recuerda las imágenes y las cosas que cuenta de la vida de Hernando y si yo puedo o debo hacerle recordar.
—¡No entiendo! ¡No entiendo! —dice Laura—
—No importa que vos no entiendas. Solo repetí las palabras que él te dice.
— Hay una casa con dos puertas. Sin ventanas. Y todo pasa dentro y fuera. La casa puede, tal vez, cerrarse. Una puerta cerrarse, pero siempre hay una abierta que es como un camino interrumpido por un abismo infinito. El hombre es el puente para saltar el abismo; pues, es el puente...
—¿Puedo hacer que Laura recuerde? (No, no olvidé tipear ningún párrafo. Esa metáfora para mí pasó como si no la hubiera dicho y mi ego impidió que dijera: "No entiendo").
—Sí.
—¿Debo ordenarle recordar?
—No. Depende de tu voz.
—¿De la inflexión?
—No. Depende de tu voz.
—(Seguí sin entender) ¿Puedo preguntar por qué planificamos estar juntos otra vez?
—Hay algunos de nosotros que vamos solos por este camino. Hay algunos que van de a dos. Algunos de nosotros caminan solos; otros de a dos y muchos en cuerpos...
—¿Siempre es de a dos?
—No.
—Quiero preguntar qué hay de cierto con respecto a lo que dice la Iglesia y lo que realmente ocurre ahí en donde están ustedes.
—(sonríe) ¡Te falta mucho por vivir aún!
—¿No puedo saberlo?
— Solamente es necesario que sepas ahora esto. Acordate de una palabra: Hipocresía...
—¿Puedo saber quién fui después de haber sido Santiago?
—Lo sabrás.
—¿Quién fui?
—Ya lo sabrás.
—¿En esta vida?
—Sí.
—¿Hay muchos Maestros?
—Sí.
—¿Viviste muchas vidas?
—Eso no debes saberlo.
—¿Todos podemos llegar a ser Maestros alguna vez?
—¡Todos los hombres están destinados a llegar aquí! ¡Todos!
—¿Qué podés decirme con respecto a esos autores que escriben sobre el "Karma" y hablan de la "Ley de Talión: ojo por ojo, diente por diente"?
—(Sonríe) ¡Deben vivir más vidas!
—¿Qué pasaría si publico la historia de Hernando y Santiago y Laura y Guillermo?
— ¡¡Se prudente!! ¡Fíjate a quién llegas! Debes tener paciencia... ¡Paciencia y Prudencia!
—No sé si está bien que formule esta pregunta, pero ya me dirás vos. Con respecto a lo que fui cuando Santiago, ¿he madurado?
—Sí.
—Por la forma de ser que tiene Laura... ¡tengo miedo que pierda madurez! ¿Puede ser? ¿Debo ayudarla para evitarlo?
— ¡Es un destino común de dos! Una vez uno, otra vez el otro. Deben vivir, todavía, muchas vidas juntos.
—¿No molestamos si queremos hablar con ustedes con frecuencia?
—(Sonriendo) No.
—¿Tenés nombre?
—... (la regresé)
Yo me sentía superior a Laura. ¡Claro, yo era el que manejaba la situación, no ella! Creía que esto era para mí, que yo tenía la comprensión, por eso le dije que no importaba que ella no entendiera; bastaba con que repitiera las palabras del Maestro y yo me encargaría del trabajo fino. Pero el Maestro, enseñándome la lección, se despachó con la parábola de "La Casa de Dos Puertas". Mucho después nos dimos cuenta que el contenido era sorprendente, tanto como nuestra incomprensión. Ante mi ignorancia de aquel momento continué preguntando para seguir en contacto con el Maestro; hice como el charlatán que con tal de hablar dice cualquier cosa.
Algo que me llamó la atención y me gustó fue ese "acordate" que empleó el Maestro; lo tomé como un tono muy familiar ya que rompía la estructura. En aquel entonces, no sé por qué, yo los trataba de "tú" y ellos me contestaban de igual forma (aunque aquí la trascribí como hablamos los argentinos, de vos). Por supuesto que la pregunta de si mi espíritu había madurado y si el de Laura pudiese llegar a perder madurez era para que el Maestro me ayudara a cambiar la forma de ser de ella pues no era como yo, "buena y complaciente" y que, según mi criterio, ser como yo era, era síntoma de madurez espiritual, ya que consideraba que no se podía ir por la vida chocando con la gente como hacía ella.
Cuando dijo: —"Hay algunos de nosotros que vamos solos por este camino. Hay algunos que van de a dos. Algunos de nosotros caminan solos, otros de a dos y muchos en cuerpos"— no lo entendimos, pero encerraba un mensaje que tardaríamos cuatro meses en descifrar, al igual que el de "La Casa de Dos Puertas" que nos llevó diez años comprenderlo.
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La Casa de dos Puertas (Libro 1ro)
Não FicçãoUna experiencia fascinante con la hipnosis de regresión a vidas anteriores explicada en detalle por sus protagonistas. Una investigación que comenzó casi como un juego y que luego de un encuentro con seres sabios en extremo se transformó en un debat...