Deseos Letales

8

Dominic:

—Así que tú y Tracy..

—Solo la invite al evento. —Le respondo a Hugo mientras tengo la mirada fija en la puerta, donde cada invitado ingresa y yo espero ver a una pelirroja con un vestido purpura haciendo su aparición.

¿Si le sucedió un contratiempo?

¿Sera que debí recogerla?

¿Debería llamarla? Eso haré, creo que la llamare.

Solo para asegurarme que todo marcha bien.

—Si es así.. ¿Por qué no dejas de ver la entrada?

Me vuelvo hacia él, Hugo sonríe y se lleva el champagne que nos ofrecieron hace unos minutos, a los labios.

—Yo no..

—Mira, ya llego, iré a saludar. —Me interrumpo.

¿Ya llego?

Hugo camina hacia ella y no la logro distinguir bien hasta que mi amigo se hace a un lado y quedo maravillado.

Mis ojos se abren mucho y no dejan de recorrerla de pies a cabeza, la señorita Roth usa el vestido que escogí para ella, uno que al verlo me imaginaba lo bien que se vería, pero el imaginar y presenciar son cosas diferentes, porque lo luce mejor de lo que yo esperaba.

Además de eso, el maquillaje suave en sus mejillas será poco, pero es lo necesario para darme una imagen que resalte sus sonrojos, lleva labial rojo en los labios mientras sus ojos y sus pestañas están maquillados de tal forma que hacen resaltar lo atractivos que son.

Trago saliva y siento un nudo en la garganta, un nudo que paso, pero que vuelvo a obtener al mirar sus largas piernas.

Ahora un amigo mío ha despertado.

Esta mujer..

¿Por qué me hace sentir así?

Parpadeo y ella se me acerca, Hugo también.

—Señor Crowell. —Pronuncia mi nombre y mis ojos no pueden dejar de ver esos labios rojo resaltantes, unos labios que provocan sellarlos en un beso.

Dominic, contrólate, recuerda porque...

—Señorita Roth.

Ambos nos miramos.

—Hugo. —Añade Hugo.

Tracy ríe.

—¿Acaso no se ve Hermosa, Dominic?

Joder, Hugo.

—Se ve muy bien, Señorita Roth.

Ella me observa . —Usted igual.

—No hay caso con ustedes. —Menciona Hugo y se dirige a Tracy. —Disfruta de la gala, Tracy y luce ese vestido.

¿Lucir?

Frunzo el ceño.

—Y amigo, deja de verte amargado. —Me dice a mí para luego marcharse hacia un grupo de colegas.

Nos quedamos solos y como es común en estos eventos hay música de acompañamiento y unos momentos en los que invitan a todos a unirse a bailar.

—¿No baila, Señor Crowell?

No es que no lo haga, es que no puedo.

No puedo invitarte a bailar, Tracy.

—Preferiria caminar.