Retiré mi boca de su cuello y volví a mi postura. Juntos salimos de la casa de verano y nos dirigimos al campo donde estendimos una corta tela blanca. También una canasta llena de frutas, lácteos y vino. Sofia jugaba con Napoleón con una rama, el pequeño perro no esperaba que la rama fuera balanza y corría hasta un posible lanzamiento. Ella Estaba tan hermosa que el paisaje jugaba a su favor, el viento movía su vestido como una bailarina sobre el aire. La ví mirarme con sus dos ojos de distintos colores y llevarse el cabello detrás de su oreja, su mirada me penetraba como las espinas de una rosa. No supe si la observaba caminar hacia mí con la boca abierta, espero que no, pero definitivamente sentin tocar el cielo al llegar ante mi y besar mis labios. Su perfume pasó directo por mis fosas nasales y sentí desprenderme del cielo cuando dejó de besarme.
-—Déjame ver que has traído — destapó la canasta y husmeó como un sabueso — veo que te has tomado enserio lo de engordarme.
—No te lo comas todo si es lo que prefieres — dije sacando la botella de vino.
Aquel día hablamos de tantas cosas, ella se veía muy bien y no solo físicamente, si no emocionalmente, parecía que se había curado de lo rota que estaba por dentro, era una vibrante Sofía, radiante. Mientras ella hablaba yo observaba sus labios y en un momento a otro de su boca no salía ningún sonido pero sus labios aún se movían, estaba tan embriagado por el vino y su belleza que quise besarla una vez más. Repentinamente la lluvia mojó el caluroso día, Sofía bailaba bajo la lluvia con la botella de vino en su mano, Napoleón mordía las gotas y meles uní ala fiesta. Con la botella vacía corrimos al carruaje, la ropa nos pesaba de lo empapados que estábamos. Éramos dos borrachos bajo la lluvia que reina a carcajadas en el carruaje en movimiento.
Hubo silencio por un instante, su reparación era fuerte que hacía eco, su pecho se infabala en casa respiración y cabello mojado posbaa sobre sus hombros. Nos miramos y ella subió sobre mi besándome con su tiernos labios. La ropa se fue callendo de apoco sin despegar nuestras bocas, nuestros cuerpos chocaban contra el interior del carruaje, producto de nuestros desenfrenado amor. El jinete que nos llevaba a casa volteó mirar el carruaje mientras conducía, el estaba extrañado por la forma en la que se movía el carruaje y el extraño golpe en el interior. Cuando entiendo que sucedía adentro del carruaje abrió sus ojos sorprendido y volteó a mirar a Napoleón quien iba junto a él.
No era adecuado tener sexo por primera vez con Sofía dentro de un carruaje, pero motivado por el alcohol supongo que tengo una excusa. Sin darnos cuenta habíamos pasado la noche ahí, totalmente desnudos y abrazados con ropa por todas partes. No despertamos hasta que me abrió la puerta del carruaje y nos vio ahí durmiendo con apenas unas cuantas ropas que cubrían por encima nuestras partes privadas.
— Buenos días — dijo mi madre quien por algún motivo se veía feliz de vernos en esa vergonzosa situación— adentro hay café caliente — el jinete no tuve otra mejor idea que dejarnos enfrente de la casa de emo madre.
— Eh... Si. Por supuesto, un momento iremos —sofia se miró sin ropa y luego me miró como si quiera decir <<que me hiciste Frank?>>
— Si, en un momento — replicó Sofía.
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Los recuerdos huelen a rosas
RomanceTradiciones, disputas amorosas y bailes. En Leamington del siglo 18, Frank de familia noble es obligado a comprometerse con su prima Sofia; quien rechaza casarse con Frank por no tener ningún vinculo amoroso. Con el paso del tiempo descubren que el...