1.1

105 4 0
                                    

La noche cayó tan rápido como lo hacen las gaviotas al mar, el firmamento estaba lleno de estrellas cómo granos de arena. Me encantaba mirar las estrellas en el jardín pero la acumulación de nieve congelaría mis pies al instante, abrí la ventana y me asomé por el desgastado marco de madera, una estrella fugaz dirigió mi vista hacia la ventana de al lado, ahí estaba Sofía también mirando las estrellas sorprendida por tal belleza. El frío no le impedía ver lo hermoso que era la noche por lo que pude entender que era una mujer apasionada y quizás fuerte. En el firmamento una estrella fugaz pasó atravesando las copas de los árboles, extendió su mano queriendo alcanzarla hasta que su luz se perdió entre las oscuras montañas, de golpe su estado de ánimo no parecía ser el mismo, pues sus ojos no brillaban igual y la sonrisa que llevaba unos segundos antes ya no estaba,  Sofia se veía triste y pensativa.

Parte de la nieve en el techo cayó al suelo, rompiendo el breve pensamiento de mi prima Sofía, me miró y con amargura cerró la ventana casi rompiendo el cristal. Volví a la cama y mientras reposaba no dejaba de sentirme culpable por mi acto tan descortes hacia Sofía en esa tarde << Debo disculparme, fui duro con ella >> pensé. 

— Es hora de cenar joven Frank — dijo la sirvienta al otro lado de la puerta.

— Estaré ahí en un momento.

Bajando la escaleras ví a Sofía delante de mí, sentí la necesidad de alcanzarla pero mis nervios no me lo permitían << ¿Qué tan difícil puede ser pedir perdón?>> Me pregunté, pero no es tan fácil cuando no estás acostumbrado a hacerlo. La cena ya estaba en la mesa, caliente y abundante, era un delicioso banquete para que las invitadas comieran a gusto. Tomé la silla de Sofía y la llevé hacia atrás como gesto de amabilidad por mi mal comportamiento, sujetó su vestido y se sentó junto a mí. Al tomar uno de los platillos Sofía dejó caer de la mesa el tenedor de plata, intenté alcanzarlo sin darme cuenta que ella también hacia lo mismo, entonces sujeté su cálida mano pensando que había alcanzado el tenedor, sentí la suavidad de su piel y una aroma a rosas, pues su cabello tapaba mi rostro. Levanté la mirada y ella estaba muy cerca de mí, a unos centímetros de besarnos por accidente, solté su mano y me incorporé de nuevo en mi silla. 

— Lo siento — dije con el corazón sobre saltado—  es mi culpa, debí fijarme que usted también tomaría el cubierto. 

— No, no es tu culpa, solo fuiste atento ante mi torpeza.

— Aun así debo disculparme — tomé un poco de fuerza para poder expresar lo que en mi pecho guardaba — escucha, yo... no quise ser grosero contigo, solo que no estoy pasando por un buen momento.

— No tienes que disculparte, estoy acostumbrada que la personas no sean amable conmigo.

—¿Por qué? — pregunté acercándome a ella sin despegarme de la silla esperando a que revelara una parte de ella. 

—  Mis ojos no me hacen ver como alguien normal, por lo tanto las personas me temen porque soy diferentes a ellos, creen que soy una shenóv y que los puedo hechizar o algo así, los shenóv son inofensivos pero tienen muchos talentos y uno de ellos es la hechicería. 

— Se quienes son los shenóv, fueron expulsado por el rey hace un tiempo —  hubo silencio —  tiene mucho sentido que te confunda con una shenóv. ¿Crees que yo he caído en tu hechizo?— dije bromeando.

— Si... te convertiré en cangrejo y te comeré al vapor— también bromeó. No pudimos evitar reírnos sin importar que nos vieran quienes estaba ahí.

— Parece que todo está marchando bien entre ellos dos — dijo mi tía a mi madre.

había pasado tanto tiempo que la cena en casa no era tan alegre como aquella noche, mi padre casi nunca permanecía en casa y ahora con su muerte la mesa parecía aún más vacía. Una vez más Sofia y yo mirábamos por la ventana, cada uno en su habitación contemplábamos el noche y de vez en cuando Sofia a mí. 

Los recuerdos huelen a rosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora