Parte 46

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mi buen amigo Príncipe, pero antes de eso debía despedirme de algunas personas.

Debajo de la puerta deje una carta para Sofía diciéndole que si se arrepentía de subir al altar con Dimitri la estaría esperando en la cima del faro. Luego me dirigí al apartamento para que Perla viera una vez más al perro, por primera vez ella le acariciaba con tanta ternura que el perro movía la pata como si tuviera pulgas.

- Voy a extrañar a este perro – dijo Perla.

- Puedes visitarlo en el pueblo cuando quieras.

- Lo hare cuando pueda, cuídalo bien.

- Por su puesto.

- Adiós Frank.

- Cuídate Perla.

Solo quedaba una sola persona a quien debía despedirme, Natalia. Subí a la terraza con unas cervezas y la espere ahí mientras contemplaba los edificios del centro. En un par de horas llegó Natalia y dijo.

- ¿Qué estamos celebrando Frank?

- No es una celebración. Es una despedida – la respuesta no fue de su agrado.

- ¿Dejaras el país?

- No. Solo iré al pueblo con la esperanza de que algo bueno pase – me refería a que Sofía llegase a la cima del faro.

- Espero que ese algo bueno pase.

- Yo también lo espero.

- Bueno, no es momento de tristezas, es nuestra última noche así que me gustaría que fuera la mejor de todas.

Estando en la terraza recordamos y reímos de todo lo que había pasado entre ella y yo. Iba extrañar esas noches en la terraza, noches de charla entre dos amigos. Ya se estaba haciendo tarde y ninguno de los dos quería dejar la terraza, yo debía viajar temprano así que tuve que dar la despedida primero.

- A sido un gusto conocerte Natalia Palace, las coincidencias me han traído hasta ti y fue lo mejor que me ha podido pasar después de tantas tormentas.

- Yo igual me alegro de haberte conocido Frank Monterrie. Espero verte pronto.

- ¿Es una cita? – dije bromeando.

- Tal vez – de volvió la broma.

Baje a mi apartamento y empaque toda mi ropa y algunas cosas necesarias, no podía dejar de pensar si Sofía iría al faro en los siguientes días, esperaba que sí. Temprano en la mañana el perro y yo abordamos el bus, me hacía gracias como el perro sacaba la cabeza por la ventana y al ver volar las gaviotas les ladraba, entendía porque lo hacía, era primera vez que el salía de la ciudad, ya me imaginaba lo loco que se pondría entando en la playa. El bus nos dejó en el paradero de buses y el perro estaba más emocionado que yo, jalaba fuertemente de la correa. Después de dejar la maleta en la casa, lleve al perro a pasear por el pueblo, casi todos lo acariciaban al pasar y ni hablar de los nietos de don Oscar, querían quedarse con el perro. En la playa jugaba con las ola del mar, corría de un lado a otro trayéndome ramas y luego intentaba morder las olas, como había pensado era un perro desatando su locura, o quizás estaba siendo muy libre.

Desde la playa miraba el faro. En ese lugar se decidiría mi destino, en ese lugar se descubriría si Sofía seria para mí o definitivamente la 

Los recuerdos huelen a rosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora