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Frente al rey y la reina estaba el hombre de bigote y sombrero, el general Roswell y yo, el rey caminó hacia el bigotudo y puso en su dedo el anillo de bronce, el de bigotes se inclinó ante el rey diciendo: gracias su majestad. El siguiente fue Roswell, dobló sus rodillas para que el rey pudiera poner el collar de plata en su cuello he hizo lo mismo que el caballero con bigotes; reverenciar y agradecer. Por ultimo estaba yo, el rey me miró y se detuvo con una sonrisa.

— Este es el cuarto día que estoy aquí en Leamington y no deja de sorprenderme — dijo el rey Edward.   

— Espero que esas sorpresas siempre sean agradables para usted su majestad — me incliné un poco ante él con mis manos hacia atrás.

— Presiento que muchas sorpresas vendrán de ti — dijo riendo. Extendió su brazo para entregarme la espada  — !!damas y caballeros, he aquí a sus ganadores de la casería anual de Leamington — se dirigió al público.

Los aplausos y gritos sonaban como una noche lluviosa, entonces todo se puso en movimiento para el festejo, Sebastián Foster me observaba desde la multitud con el ego destrozado, era su primera competencia que no ganaba un premio, uno en el que no era admirado, al ver la espada que le "pertenecía" en mis manos huyó tropezando sus hombros con las personas que lo rodeaba.

— Lo felicito señor Frank — Sofia estaba parada frente a mi  — ganaste la competencia y cumpliste con tu promesa de no lastimar a los animalitos del bosque. 

— Un caballero siempre cumple su palabra — dije bromeando. 

— Ahora yo cumpliré con la mía — me tomó del brazo, levantó sus talones y me besó en la mejilla, fue un dulce beso, uno tierno. En la luz del día sus ojos parecía brillar más de lo común. Todos al rededor lo pudieron notar.

— Es una shenóv... — dijo alguien del público. Las voces murmurantes se escuchaba desde atrás. 

— Hay que exiliarla  — le dije — propuso alguien más.

— No lo harán — la tomé de la mano y me puse delante de ella.

— ¿Que está pasando aquí? dijo el rey. 

— Es mujer es shenóv — dijo alguien.

— No puede serlo, una sheóv tiene el cabello blanco.

— ¿Pero qué hay de sus ojos? — respondió la misma persona.

— No hay nada malo en sus ojos, es una mujer como cualquiera. Nadie aquí presente puede cuestionar a su rey.  

Sofia caminó hacia adelante con valentía, todos los que estaba ahí presente no dejaban de mirarla como si de un embrujo se tratase, ella acaparaba las miradas y aunque para unos eran extraño su apariencia, poco a poco la fueron aceptando gracias al rey. El rey Edward antes partir miró a Sofia por la ventana del carruaje y vio tanto parecido de la reina en Sofia que se detuvo a pensar << No puede ser nuestra hija, ella murió cuando era una bebe>> en el rostro del rey se notaba lo confundido que estaba.

— ¿Pasa algo cariño? — la reina tocó la mano del rey con sus guantes blancos, la gentileza de su rostro se podía ver atreves del velo que llevaba.

— No, no es nada — el rey puso su mano sobre el de la reina y disimuló que todo está bien. Años atrás la reina había sufrido mucho por la pérdida de su hija, estaba en una depresión tan profunda que no salía de su alcoba y pasaba días sin comer — todo está bien — el rey Edward quería ocultarle la existencia de Sofia a la reina, pues si ella veía a mi querida prima podría entrar en depresión una vez más. 

Perla arrugaba su vestido al empuñar su mano, ella me veía con celos sonreírle a Sofia, Perla empezaba a odiar la forma en la que me acercaba a mi prima, también como mis palabras eran menos toscas cuando estaba Sofia presente. Se dio cuenta que de un momento a otro la balanza empezaba a cambiar, ahora todo fluía bien para Sofia, ella era el centro de atención y todos hablaban de lo bien que lucía sus ojos y su cabello.

Los recuerdos huelen a rosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora