Parte 16

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- Supongo que bien – respondí sin ninguna importancia.

- Ella sabe la verdad, pero no la quiere ver. No hay peor ciego que el que no quiera ver – hizo una risa pausada.

- ¿De qué hablas?

- Pronto lo sabrás joven Leonardo ¿o debo decir joven Frank?

- Como quieras. Ahora no es importante Sofía, Daniela no quiere saber nada de mi – solté un suspiro.

- Joven Leonardo, estas ciego igual que Sofía – rasco su barba – imagina que Sofía es la arena de la playa y Daniela es el agua del mar, entonces tú vas caminando por la playa y un poco de arena y de agua de mar se mete en tus zapatos, si te alejas del mar el agua que estaba en tus zapatos se quedara atrás, pero la arena estará ahí contigo aunque te moleste tener arena en los zapatos.

- ¿Qué me quiere decir con eso? don Oscar.

- Que en algún momento de tu vida Daniela quedara atrás, pero Sofía siempre estará contigo.

Sus palabras retumbaron en mi cabeza, pero aun así me sentía muy confundido, no podía imaginar una vida con Sofía si ella ya tenía otra persona en su vida, además Sofía me detesta. Volvimos al muelle y esta vez don Oscar llevaría el pedido para las monjas pero me ofrecí para hacerlo, quería una excusa para ver a Daniela, cualquier excusa seria perfecta. Fui al convento, pase a la cocina y ella no estaba ahí, mi ánimo estaba por el suelo, estaba por irme del convento sin verla ese día. Antes de irme mi mirada se dirigió a un patio central del convento, estaba sentada en una banca de concreto con los pies en el pasto, quise acercarme, pero recordé las palabras de don Oscar y preferí dejarla en paz, ya no la volvería a molestar, y sé que vale la pena intentar una y otra vez algo con ella pero ya le estaba haciendo mucho daño. Daniela merecía tener a su lado una gran persona y yo no era el correcto, me arrepentí de hacerla sentir mal aquel día en la fogata. Me odie a mis mismos por romper a alguien tan buena como ella cuando se cómo es sentirse roto. Mire por última vez el convento, como una forma de despedida y no me había figado de la increíble vista que había desde ahí.

En el cuarto día no sé si el clima sentía mi tristeza que de los cielos caía una fuerte lluvia, las calles estaban solas, los dejados parecían aplaudir con cada gota que caía, los gatos dejaban sus peleas para otro día y buscaban refugio. No estaba de ánimo como para ver una película de terror así que me asome por la ventana con una taza de café, veía caer las gotas al suelo como si fuese en cámara lenta. Me sentía solo, vacío, sin amor, es triste llevar una vida así, como en blanco y negro, quisiera sentir el amor más de cerca y poderlo consumir como drogadicto. Odiaba ver a Sofía tan feliz con Dimitri presumiendo su amor por cada rincón de la casa, ¿que tenía el que ella no se despegaba de su boca? Pude sentir como la envidia se revelada en mi ser, quería una vida como la de ellos, llena amor, de pasión, algo único y especial, algo tan esencial como respirar. Pero en cambio de eso estoy aquí parado viendo atreves de la ventana el día lluviosos de abril, mientras los tortolos hacen de un día apagado un carnaval.

Día cinco, una vez más Sofía y Dimitri no se separan el uno al otro, Daniela tenía razón, ellos hacían una bonita pareja y yo les estorbaba. De un momento a otro empecé a ver mi alrededor y pensé que tal vez amar no era para mí, quizás no había entendido bien el significado del amor, pero estoy seguro que no es como lo pintan en las películas de romance,en la vida real no hay príncipes azules y princesas que rescatar, si no personas que complementar. Camine por las calles del pueblo como un vagabundo sin rumbo, no encontraba lugar en donde sentirme que realmente pertenecía. Pase por el convento, el faro, el mercado, la iglesia, la playa, la 

Los recuerdos huelen a rosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora