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Con un cuchillo liberaron a la condesa, la llevaron a la recámara de capitán acostándola en una sillín alargado. Todo estaba saliendo como se había planeado pero el capitán aún no abandonaba sus aposentos.

— Capitán tendré que pedirle que abandone la recámara — dijo William — debo aflojar el vestido de la condesa para liberar la presión que hay en su pecho.

— No te preocupes por mí, he visto tantas mujerzuelas desnudas que no tiene significado alguno ver una mujer más — dijo mientras reía.

— Bueno, sé que no le va gustar verla vomitar, dejara con un muy mal olor todo este lugar — mintió.

— Que desagradable, Limpia todo cuando termines — dio un portazo después de salir.

— Ya puedes abrir los ojos — dijo William.

—¿Así que quitarme el vestido? Pretendías aprovecharte de mí.

— No me malinterpretes, necesitaba que saliera de aquí — William tomó una silla y la puso entre el piso y el pomo de la puerta, rompí el vidrio de la ventana con una botella de vino, juntos se pararon al borde de la ventana, el viento soplaba fuerte, las olas se arremolinaban en la popa del barco. El capitán y los demás piratas golpeaban la puerta con fuerza, a casi nada de derribarla.

— Abre la puerta Williams  — dijo el capitán de los piratas. Una serpiente negra pasó por debajo de la puerta deslizándose por el piso.

—¿Estás listas condesa? — dijo Williams mientras abría la mano.

— Si, estoy lista — lo tomó de la mano.

En un impulso por saltar la serpiente rodeó a la condesa Diana arrastrándola hacia adentro y Williams cayó al mar. 

—¿Sabes a donde se dirigían?  — preguntó Nancy.

— Si, es una isla remota, no muy lejos de aquí — respondió Williams.

 — ¿Conoces a alguien que pueda llevarnos?

— Si, tengo un amigo que nos podría llevar esta noche.

El sol se empezaba a ocultar por el horizonte, las estrellas  aparecían detrás de las nubes en movimiento, las velas de los barcos se ondeaban al chocar con la brisa. Caminamos por el muelle dejando nuestros caballos en la posada del bárbaro, afuera había un hombre calvo con un tatuaje serpiente en la cabeza, él era el capitán del barco, sus hombres descargaban ron contrabandeado.

— Él es mi amigo Dimitri — dijo el pirata Williams — podrá llevarnos hasta las islas.

— En primer lugar, no soy tu amigo, nunca voy a esa isla y no hago tratos con los oscuros.

— Serás recompensado por el rey  — le dije.

— ¿Tienen prueba de que son enviados por el rey?

— La tenemos — Nancy mostró la carta que el rey le envió.

— Ok, será un viaje peligroso pero lo hare — se hizo a un lado — suban.

Antes de zarpar el barco, una mujer subió al barco con un cargamento haciéndose pasar por la tripulación. El barco rompía las olas balanceándose de un costado a otro, Dimitri estaba en la proa con sus manos hacia atrás vigilando el camino, toda la tripulación dormía incluyendo a Nancy y Williams.

— ¿Qué es lo que te preocupa? le pregunté. Dimitri miró hacia las aguas oscuras pensativo.

— No me agrada tener un oscuro en mi barco, pero lo que más me desagrada es pasar por las aguas de la serpiente marina. 

Los recuerdos huelen a rosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora