Parte 20

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juzgarlo, yo hice lo mismo que él, pero sabía que yo era mucho mejor que él.

- Frank deja en paz a Sofía – la tomo entre sus brazos – ¿no ves como la lastimas?

- Tú no tienes derecho de estar aquí Dimitri, tampoco de abrazarla.

- Tal vez no tenga el derecho, pero si estoy aquí es porque ella me lo ha pedido.

- Solo te estas aprovechando de ella porque esta frágil.

Sofía se secó las lágrimas e intervino en la discusión diciendo.

- Cállate Frank, yo le pedí a Dimitri que viniera.

- ¿Por qué Sofía?

- Porque es a él a quien amo y no a ti, así que la vete.

Pude sentir mi corazón retorcerse, estaba a punto de romperme como cristal. No pude evitar llorar y suplicarle a la vida que esto no fuera cierto.

- Dime que esto no es cierto Sofía – mientras tocaba mi pecho con dolor – miénteme por favor.

- Lo que has escuchado es la verdad Frank – evitaba mostrarme debilidad en su rostro se veía claramente que también le dolía – es mejor que te marches.

De mi boca ya no podía salir ni una palabra, ni si quiera podía levantar la cabeza. Sofía y Dimitri entraron a la mansión y yo me marchaba como perro abandonado, ya nada podía hacer para que ella volviera a mí. Quería alejarme de todos así que volví al pueblo, a mi humilde casa para ahogarme en el alcohol, también en mi tristeza. Al ver las fotos que tome mientras Sofía dormía me hizo pensar en todo lo que habíamos vivido y por lo tanto deje salir todo mi dolor, llore como un niño caprichoso al perder algo muy preciado. Volví otra vez a dormir en la playa con algunas botellas vacías, don Oscar ya no hacia el intento de animarme porque sabía que yo estaba más que perdido, no lo volví a ver durante un buen tiempo.

Las cartas que me enviaba mi madre se acumulaban, mantenía la esperanza que tal vez una de esas cartas fuera escrita por Sofía, pero no fue así, me torturaba con el deseo de cualquier cosa que fuera de Sofía para luego terminar decepcionado al saber que no eran de ella. Había descuidado tantas cosas, mi amistad con don Oscar, el bote, mi hogar y espacialmente mi vida, pero trataba de mantenerme fuerte y de alguna forma el alcohol me mantenía a flote, bueno en lo que más se pudiera.

Ya habían pasado casi un mes. Y yo no mostraba una mejoría, tenía la advertencia de mis padres que si no mejoraba vendrían por mí. Yo no desea volver así que trataba de verme bien cada vez que me enteraba que el detective de mi madre estaba cerca. Lo curioso era que siempre había tratado de ser muy correcto como mi padre, pero entre más lo intentaba más me equivocaba. Estaba recapacitando y no solo le hacía daño a Sofía, también a mis padres, a don Oscar y a mí mismo, tal vez yo no era tan buena persona como lo pensaba mi tía Marta.

Me estaba convirtiendo en lo que siempre había odiado, en lo que quería evitar toda mi vida y ya era hora de volver, aunque ya perdiese 

Los recuerdos huelen a rosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora