Capitulo 4. Cacería

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Otra tradición en Leamington era la cacería, cada año se hacía una competencia donde se liberaba un ciervo, un zorro y un conejo en un bosque, cada animal representaba algo, se obtenía un título y un objeto de valor. El conejo representaba un corazón noble, otorgaba un anillo de bronce con forma de conejo y el título de caballero de bronce, el zorro representaba la inteligencia y la astucia, otorgaba un collar de plata con un zorro estampado en el medallón y el título de caballero de plata, y el ciervo representaba la valentía, otorgaba una espada con una guarda de oro en forma de cuernos de ciervo y el título de caballero de oro, ese era el premio mayor, todos deseaban cazar al ciervo a como fuera lugar pues eso los acercaba al rey. Solo un miembro varón de cada familia podía participar, por lo tanto cada participante se preparaba durante el año para ese evento.

— Muy bien, supongo que ya están todos los participante — dijo el rey Edward levantando la mano para dar la señal de arranque.

— !!Esperen¡¡ — interrumpí. Yo estaba llegando tarde a la competencia. Me incliné ante el rey y la reina, luego tomé un rifle y me incorpore en la fila con los participantes.

— ¿Llegando tarde Frank? eso no habla muy bien de un capitán — dijo el hijo mayor de los Fosters, Sebastián Foster, quien estaba a mi izquierda. Sebastián era el hombre más inteligente en toda Inglaterra después de los shenóv, pero su inteligencia lo hacía muy arrogante y su presencia daba mala vibra.   

— Supongo que el capitán Frank no tiene ningún problema en dejar esperando al rey, no me imagino como habrá sido con los dokrums — dijo el general Roswell desde mi costado derecho.

— Lo lamento caballeros, esta mañana perdí la noción del tiempo con Sofia — golpe bajo para el general  — llené de pólvora mi rifle, miré hacia tras a Sofia y recordé la promesa de no lastimas a algún animal en el bosque.

 — Oí que eres un buen tirador — dijo Roswell mirando por la mirilla de su rifle — aunque no creo que seas mejor que yo.

— Eso ya lo veremos — respondí.

— rifles, yo prefiero los cuchillos, son silenciosos — dijo Sebastián. 

El rey levantó la mano y las trompetas sonaron, en el bosque los guardias reales soltaron al conejo, al zorro y al ciervo desde diferentes puntos del bosque. Los animales corrieron adentrándose más al bosque. Una segunda trompetada sonó desde el bosque dando inicio a la competencia. Corrimos hacia el bosque contra el viento, de repente el grupo se dispersó desplegándose en el bosque. Caminé solo y sin prisa entre arboles robustos, mirando a mi alrededor intentando encontrar a uno de los animales, no deseaba hacerles daño, si no llevarlo con vida ante el rey, tampoco esperaba obtener el premio mayor. Unos pasos más adelante se escuchó un disparo, un participante falló el tiro intentando matar al zorro, mientras cargaba su arma con pólvora, el animal se le escapó. Luego hubo otro disparo pero las trompetas no sonaron indicando que uno de los animales fue cazado. Los minutos pasaban y se hacía más frecuente los disparos sin sonar la trompeta. Dentro de un tronco escuché un ruido de algún animal pequeño, caminé sigilosamente apuntando con mi rifle hacia el tronco, lentamente me arrodillé mirando dentro del tronco y era el conejo rascándose las orejas con sus patas traseras. Me subí al tronco y saqué algunas cerezas que había encontrado en el camino, las puse en la boca del tronco y esperé a que el animal saliera, lentamente vi asomarse su cabeza y rápidamente lo sujeté de las orejas. 

— Tranquilo amiguito, no voy a lastimarte — acaricié su cabeza  — llegaras a salvo a casa  — Sebastián me apuntaba con su cuchillo desde atrás, lo lanzó con un rápido movimiento, el conejo se me soltó de las manos y mi hombro sangraba, algunas cotas de sangre cayeron al suelo, apenas era un rasguño.

— Oum... lo siento....  — dijo Sebastián Foster  — ¿se te escapó tu presa? igual no ibas a matarlo ¿o sí?

— Eres un idiota, pudiste matarme  — me cubrí el hombro.

— Pero no lo hice, además creo que estoy bajo el hechizo de Sofia — caminó hacia mí  — dicen que es una shenóv impura y que te puede hechizar con mirarla a los ojos  — dijo al pasar por mi lado. 

— Esas son tonterías  — caminé junto a él  — solo la desprecian por ser diferente a ustedes, y si fuera una shenóv también merece una vida normal al igual a los que fueron exiliados.

— Bueno, eso no es lo que opina la gente de Leamington— tomó el cuchillo que me había lanzado — los shenóv son despreciables, pretenden caminar por nuestras calles como sucias ratas hambrientas, se lo que le hacen a nuestra gente, nos manipulan con sus hechizos. Como Sofia, hace unos días la vi controlar al panadero para alimentar a un niño shenóv...

— No te atrevas a hablas de Sofia — sentí enojo y una fuerza que crecía desde mis pies, una leve aura oscura crecía desde el suelo. 

— ¿O que?¿vas a lastimarme como lo hiciste con el general Roswell? — me quedé en silencio, dejé que mi enojo desapareciera, al igual que el aura.

 — Si me disculpas, tengo una competencia que ganar — me alejé de él.

Sebastián recogió mi sangre y le guardo en un frasco, voleó a verme mientras me perdía entre los árboles. Los minutos pasaban y el área a descubrir en el bosque era cada vez más pequeño, por lo que los disparos eran más frecuentes. De repente escuché una trompetada, el conejo fue cazado por un hombre de bigotes y sombrero. El reloj de arena ya había dado cinco vueltas y quedaba la última, el tiempo ya era escaso. vi volar un cuervo sobre mi cabeza, caminé hacia donde le cuervo se había dirigido, el lugar era un suelo irregular, lleno de rocas. A lo lejos podía escuchar el agua fluir, me dirigí hacia el sonido del agua, abrí camino entre los arbustos encontrando un arroyo. El ciervo caminaba lentamente hacia donde el agua fluía, con precaución bajó la cabeza y bebió un poco de agua, el cuervo posó encima del cuerno del ciervo. Una vez más sonó la trompeta haciendo que el ciervo levantara la cabeza, ese era mi momento de atraparlo antes que el reloj se quedara sin arena, o de lo contrario perdería la competencia. Por otro lado Sofia y Perla estaba con las demás señoritas esperando ver salir a todos los participantes del bosque, Sofia miraban el reloj de arena con preocupación ya que faltaba poco para que se acabara el tiempo. Solté mi rifle y escondido entre los arbusto salté encima del ciervo, el animal dio vueltas  haciendo que el cuervo volara lejos, lo sujeté de su cuello y corrió a lo largo del arroyo levantando las piedras y el musgo, no tuve más remedio que aferrarme de sus cuernos para no caer, antes de chocar de frente contra las rocas lo jalé hacia atrás. El ciervo se detuvo y caminó hacia atrás, parecía tener el control del ciervo como si domara un caballo.

Me dirigí hacia afuera del bosque encima del animal, los otros participantes me veían pasar cabalgando el ciervo, apuntaban con sus armas queriéndome arrebatar el premio de mis manos, pero luego bajaban sus armas con resignación. Afuera del bosque estaban dos guardias reales, al verme salir encima del ciervo se miraron entre ellos sorprendidos.

— ¿Debo sonar la trompeta?  — dijo uno de los guardias  — esto nunca había pasado.

— No lo sé  — miró hacia donde estaba el rey. 

El rey Edward se paró de su silla sin creer lo que estaba pasando, la reina sonreía.

 — En Leamington siempre hay algo que nos sorprende—  dijo la reina en voz alta. 

—  Suena la trompeta idiota — propuso el guardia. 

Con prisa el guardia real llevó la boquilla de la trompeta a su boca, tomó aire llenando sus pulmones y sopló haciendo sonar la trompeta. Lo que el público veía era algo inefable, no había palabras alguna para describir lo que veían.

  — Es increíble  — dijo el rey  — nunca en mi cincuentaicuatro años había visto tal cosa.













Los recuerdos huelen a rosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora