*PRÓLOGO*
El viento silba fuera de casa. Rebota contra las ventanas y huye de nuevo en busca de otra víctima.
La persiana de mi habitación ondea dejando leves crujidos que se cuelan por las rendijas de las ventanas y llena los silencios de mi oscura habitación.
Hace rato que ya no se escuchan ruidos fuera.
Es 1 de enero.
El frío aún permanece adherido a las calles, resistiendo a las bufandas y guantes. Este año ha sido un invierno duro en Córdoba. O tal vez sólo fuera impresión mía.
Nada que no puedan arreglar los brazos que ahora se cuelan entre mis costillas.
Una respiración profunda y clara se hace eco frente al horrible silbido del viento que sin duda le habría habría puesto remedio al instante si no fuera por el cuerpo que dormita enredado al mío.
Parece que ella escucha mis pensamientos y se revuelve entre mis brazos soltando pequeños suspiros que no saben a nada.
Con mi mano tanteo su rostro y cuelo mis dedos en su pelo.
Recuerdo sus palabras antes de acostarnos.
-¿Me lo prometes?- Pregunta ella que tras una larga jornada de fiesta por las calles de Córdoba celebrando la entrada del año nuevo, se tambalea buscando refuerzo en las rugosas paredes de mi habitación.
-¿Que si te prometo el qué?- Pregunto entre susurros cerrando la puerta de mi habitación para no despertar a mi madre y mi hermano.
-Que vas a disfrutarlo Hugo.- Dice ella que consigue lograr algo de estabilidad y se mantiene en pie sin apoyo ninguno.- Que estos tres meses sin ti merecerán la pena.- Termina por decir ella.
-Claro que merecerán la pena, es la oportunidad de mi vida.- Digo recordando las muchas conversaciones que ya hemos tenido sobre el mismo tema varias veces antes.
Aurora me dedica una sonrisa. Ha bebido lo suficiente como para no poder ocultar en su mirada cierta aflicción. Como siempre, asiente y calla.
-¿Te preocupa algo?-
Instantáneamente Aurora tuerce el gesto.
He dado en el clavo.
-Aurora...- Digo para llamar la atención de su mirada.
-Tengo miedo Hugo.- Confiesa al fin. Ha tenido que pasar por su cuerpo casi media botella de ginebra para enfrentarse a mí, pero por fin veo que vuelve a ser ella de nuevo.
-¿De qué?- Digo acercándome a Aurora lentamente.
-De que te olvides de mí. De que se te suba la fama a la cabeza. Que creas que no soy suficiente para ti.- Solloza ella.
Aún recuerdo su cara de terror la primera vez que le dije que había pasado el primer casting de Operación Triunfo. Fingía alegría por mí, aceptación, orgullo de mis logros. Pero sabía que en una parte de ella afloraban inseguridades. Y es que a veces se me olvida que no soy el único que piensa que tal vez, solo tal vez, no pueda soportar el peso del programa.
El peso de OT es mucho peso. Para mí. Para ella. Para mi madre. Mi hermano.
Sabes que una vez que entras en la academia ya nada va a volver a ser como antes.
-Siempre voy a ser yo.- Prometo.- Y tú siempre vas a ser tú.- Añado.- Mi niña.- Digo haciendo círculos con los pulgares sobre sus mejillas.
Ella cierra los ojos y se deja caer sobre mi pecho que la acoge rodeándola con mis brazos. Noto el suspiro de alivio chocar sobre mi pecho.