En las pocas horas que Hugo pudo dormir, en sus sueños una y otra vez se aparecía la misma imagen.
No podía dejar de recordar el beso de Rafa y Eva en las habitaciones. Como ella movía los labios sobre los de él y los trabajaba con gusto.
Por más que sacudía la cabeza no podía apartar de su cabeza ese horrible recuerdo.
Y se detestaba a sí mismo, porque mirando las fotos de la pared de su cama, sentía que su cabeza estaba donde no debía. No estaba en la chica de pelo rubio con sudadera amarilla que sonríe abrazado a él en esa instantánea que cada día más lejana le resulta.
Pero se felicita. Porque Eva ha cortado lo que nunca floreció. Ha arrancado las semillas y aguado la tierra.
Ya no habrá más tentaciones. No se acostará cada día pensando en qué podría haber sucedido si no se hubiera reprimido. Sin soñar como sería el sabor de los labios húmedos de Eva.
Pero Hugo no fue el único que no podía dormir.
Tampoco Maialen. La de Pamplona piensa en los hechos desarrollados durante las dos semanas de concurso.
Valora las opciones. Sabe que lo de Bruno va a malinterpretarse fuera.
Y la nota...
Esa maldita nota que nunca debió suceder.
Pero los remordimientos se disipan cuando nota que un brazo la rodea de nuevo. El brazo de Bruno. Por mucho que se aparte de él, le necesita. Le hace bien. La escucha. La comprende. La guía.
Para Maialen eso es fundamental. Toda su vida se ha sentido incomprendida. Por su forma vital y positiva de ver las cosas. Muchos intentaron hacerle cambiar de opinión, bajarla de aquella nube de fantasía en la que decían que vivía. Pero ella se siente orgullosa de no haber bajado nunca.
Y Bruno la comprendía. Se había adaptado a su personalidad y se había enamorado de ella como Maialen lo estaba de su propia personalidad.
Tres camas más adelante otra persona piensa con voz callada.
Rafa piensa en el beso que la gallega le ha dado un par de horas antes.
No se lo esperaba. Y ahora no puede dormir. Pensando en sus labios. En la forma en la que los moldeó sin reparos.
Le gustó. Lo confiesa. Hacía tanto que no besaba a nadie que al sentir los labios de la morena algo dentro de él se removió. No quería que pasara. Pero pasó. Y no pensó en lo que dejaba fuera, sino en lo que lo de fuera se estaba perdiendo y otros aprovechaban.
Pero al separarse fue todo tan frío. Eva se quedó helada cuando entre sus labios corría el aire de nuevo.
Rafa se giró instantáneamente para ver qué era lo que había dejado patidifusa a la morena pero lo único que alcanzó a ver fueron unos pies que bien podrían ser de cualquiera de sus compañeros.
No le dio tiempo a decir nada cuando Eva salió de la habitación a todo gas.
Y luego, se pasó la noche hablando con Anne.
No fue más fácil para Flavio. Su cabeza no dejaba de bombear pensamientos, culpabilidad a borbotones por las lágrimas de la valenciana. Ni siquiera tuvo el valor de acercarse a ella después. Su sitio en la cama se mantuvo frío y vacío toda la noche.
La noche fue larga de más para los que no pudieron conciliar los problemas con el sueño.
Y a la mañana siguiente todos habrían de librar la batalla que dejaron a medias la noche anterior.