Una bomba estaba a punto de estallar en la academia a solo 12 horas de esa mañana del 23 de febrero.
Cuando Hugo amaneció, una sensación extraña le recorría el cuerpo. Se avecinaban malas noticias. Pero una vez más, ignoró el reloj de desdichas que bocinaba en su interior y se enfrentó a un nuevo día.
La morena dormitaba en su cama, a sólo dos metros de la suya.
No siempre dormían juntos. No tenían un calendario estipulado, simplemente sucedía. Y eso era mucho mejor que convertirlo en una rutina. Como si tuvieran miedo de hacerlo algo habitual y que como todo en esa academia se les fuera arrebatado de las manos.
Cuando Hugo estaba preparando el zumo de cada mañana, observó a la morena aparecer en la cocina con la cara legañosa y los ojos aún entrecerrados. Era el ser más adorable del planeta para Hugo.
-Bueno días eh- Dice Hugo mientras exprime su última mitad de naranja.
La morena emite un gruñido que Hugo interpreta como una respuesta y seguidamente ve como la morena desaparece de nuevo entre las paredes del pasillo.
Está de mal humor. Y Hugo no conoce a nadie en esa academia que tenga un humor tan retorcido e hiriente como el que es capaz de tener Eva. Por eso, como si fuese un animal de raza peligrosa, es mejor mantener las distancias.
No es hasta la clase de Mamen que Hugo descubre los motivos del mal humor de Eva.
-Mamen, estoy preocupada, me duele mucho la zona de la columna.- Dice Eva que señala la zona que tiene afectada mientras sigue el ejercicio de Mamen con la botella.
-¿Aquí?- Pregunta Mamen tocando la zona que la morena le señala pero sin presionar.
-Sí.- Responde la morena haciendo una mueca.
-¿Desde cuando?- Insiste la profesora.
-Desde esta mañana.- Aclara Eva.
-Puede ser que haciendo gimnasia se te haya contracturado, una mala posición o algo.- Aclara Mamen.
-Pero no creo que sea por el ejecicio del otro día, ¿no?- Pregunta Eva refiriéndose a la pelota de pilates en la que Mamen les hace sentarse cada vez que tienen clase.
-Nono, que va, eso es o has dormido en una mala posición...- Hugo que se suma a la conversación en ese momento asiente antes las palabras de la profesora de técnica vocal.- Que podría ser o de hacer gimnasia.- Dice Mamen terminando su reconocimiento.
Hugo se aleja asintiendo. Esa misma noche él mismo ha sido testigo de las posturas que adopta la morena por las noches.
Durmiendo en la cama de la morena, a eso de las 2 de la madrugada, Hugo siente que un pie de la morena se cuela en sus costillas. El chico suelta un alarido de dolor que lo despierta. Se gira para contemplar a su atacante y se encuentra con el rostro tranquilo y sereno de Eva.
Tiene la espalda totalmente encorvada casi haciéndose un huevo pero con una de las piernas estiradas chocando contra el cuerpo de Hugo.
El joven intenta librarse de la pierna de la morena pero se le hace imposible moverla ni un apice.
Suspira y se levanta de la cama sintiendo que un escalofrío, a causa del duro frío de febrero, le recorre todo el cuerpo. Vuelve a tapar a la morena como corresponde y reprime una risa al verla allí, en esa postura tan poco convencional que de seguro le pasará factura en algún momento.
Y ahí lo tiene. La contractura que vendría.
Pero a falta de masajistas buenas son las manos de Hugo. El chico se encarga durante toda la clase de Mamen de tratar de paliar el dolor que la morena siente en toda la parte muscular de su espalda.