Pasaron separados 10 días.
10 días de reflexión en los que aprendieron y descubrieron quizá, más de lo que estaban buscando.
Durante esos 10 días a Eva le dio tiempo a poner su vida patas arriba y volver a ordenarla de nuevo por trozos.
Su vida ya no era la misma, ella tampoco lo era. Aunque para el resto, nada parecía haber cambiado.
Su familia la acogió con amor, cariño y orgullo y eso la hizo sentirse más cerca de sí misma.
Nada más aterrizar en casa de su madre, Eva sintió el olor a hogar, la tranquilidad de volver a casa, esa sensación de seguridad y protección.
A su llegada poco tardó en unirse Laura, su mejor amiga.
Tirada en la cama, Eva escuchó unos pasos acercarse a la puerta y después la luz colándose en su habitación.
-Eva, son las doce del mediodía.- Le dijo su amiga que rodeó su cama y levantó sin miramientos la persiana de su habitación.
-¿Solo?- Gimió Eva con la cara sobre la almohada y los ojos cerrados.
-Vamos, no puedes pasarte todo el día en la cama.- Le dijo sentándose junto a su amiga en el colchón.
-No. Todo el día no, pero sí toda la mañana.- Bufó Eva revolviéndose entre las sábanas.
-Tu madre dice que no has probado bocado desde que llegaste anoche, vamos, vístete, comamos en el jardín.- Dijo y en un rápido movimiento se deshizo de la sabana que cubría el cuerpo de Eva dejando su cuerpo al descubierto.
Eva suspiró, pero antes de que pudiera replicar, su amiga ya había abandonado su habitación dejando unas ventanas abiertas y una cama deshecha.
Se vistió con la ropa que aún quedaba en su armario sin sopesar la idea de abrir siquiera la maleta y en media hora estaba en el salón de su casa con la cara lavada y una pequeña sonrisa en la boca.
Salieron al jardín, el sol ya pegaba en todo su esplendor y se sentaron en una mesa de terraza cubierta de una fresca sombra.
-Tenía muchas ganas de verte.- Dijo Eva dejándose caer sobre su silla.
-No más que yo.- Rio Laura mientras se colocaba unas gafas de sol negras.
-Y supongo que haber venido a mi casa no tiene nada que ver con que te cuente todo lo que me ha pasado, ¿Verdad?- Preguntó Eva con una sonrisa ladina. Conocía demasiado bien a su amiga como para saber que le comía la necesidad de saber la verdad.
-Por supuesto que sí, estoy harta de enterarme de todo por la maldita página esa de Última Hora. Desembucha.- Dijo señalando a su amiga.
Eva suspiró profundo pensando en por dónde empezar y le acabó contando a Laura toda la historia con pelos y señales, con sus altos y sus bajos y sus victorias y derrotas.
-Es que es de película.- Sentenció Laura.- Me muero de ganas de conocerle.- Dijo dando una palmada.
-Ya le conoces.- Dijo Eva rememorando todas las videollamadas a tres que hicieron durante la cuarentena.
-Pero me refiero a conocerle de verdad.- Resumió.- A saber si es verdad que tiene la piel tan suave, o... Saber a qué coño huele, ¿tú sabes que probablemente media España se esté preguntando a qué huele el chiquillo porque no dejabas de repetir "qué bien hueles"?- Dijo y le imitó la voz. Eva se rio.
-Poco a poco.- Dijo Eva.- Tenemos que ir despacio o nos la vamos a pegar.- Suspiró.
-¿Y ahora? ¿Qué quieres hacer ahora?- Preguntó su amiga.