Capítulo 5

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Al tercer despertar nada cambia con respecto a los dos anteriores.

Los mismos ojos achinados al contraste de la luz, los mismos cuerpos que amanecen sin fuerza y las mismas voces rasgadas.

Pero algo suena diferente para Hugo.

Amanece solo, como cada día. Está tendido en su cama y se estira con fuerza para estirar sus agarrotados músculos.

Pero como acudiendo a un llamamiento que no hace, un cuerpo se desliza en su cama.

-Que bien hueles.- Dice Eva que prueba del dulce aroma del cuello del chico.

-Ya está aquí mi pesadilla- Dice el joven frotándose los ojos.

-Oye que si quieres me voy.- Dice la chica fingiendo ofensa.

-No.-

No sabe porqué lo dice pero lo dice.

La chica se revuelve en la cama y suelta un leve quejido.

-No quiero hacer Cesc.- Se queja Eva haciendo pucheros. Si ya de por sí le cuesta despertarse, hacer deporte no es una motivación.

-¿Hoy toca Cesc?- Pregunta el chico con cara larga.

-¿Pero tú no miras nunca el horario?- Pregunta riendo Eva.

-Mmm... pues no.- Dice el chico rascándose la nuca.

-Pues hoy toca pase de micros.- Le recuerda ella.

-¿También?- Se queja el chico.- Illo, ¿Para qué me he despertado yo?- Se queja el cordobés.

-Pues eso mismo digo yo.- Se une a las quejas Eva.

La chica se mueve y acaba de tal forma que apoya su cabeza en el pecho del chico que rodea su cuerpo con uno de los brazos mientras acaricia su pelo.

-Tienes el pelo muy largo.- Dice él.

-Siempre me ha gustado llevarlo largo.- Dice Eva.

-Te queda muy bien.- Asegura el chico.

Nunca le ha parecido raro halagar. De hecho, su madre siempre dice que es un chico muy zalamero. Pero con Eva, se vuelve un niño vergonzoso al que le da vergüenza decir cosas bonitas. Y no puede no hacerlo con una sonrisa en la cara. Con un pequeño rubor que trepa sus mejillas. Algo que Eva parece no notar pues sigue descansando sobre su pecho como si nada fuera extraño.

Es rara la comodidad que ha encontrado en ella.

No se les acaban los temas de conversación. Siempre hay algo nuevo. Una balanza que se crea entre la inconsciencia de Hugo y el realismo de Eva.

Tan opuestos como necesarios.

Pasan un par de minutos tirados sobre la cama asumiendo que irremediablemente tienen que levantarse para ir a clase de fitness.

El pequeño desayuno que toman antes de ir a la sala de ensayo no les sabe a nada y se quema antes de que pueda llegar incluso al estómago.

Le ponen empeño pero les puede el sueño. Tratan, en vano, de seguir el ritmo del musculado profesor de fitness pero ninguno de ellos logra moverse con la misma soltura y determinación que este.

Pasada una hora, acaban baldados.

-Bueno, eso es todo por hoy.- Dice Cesc cuando suena el timbre.

-Te parecerá poco.- Dice Samantha que tirada en el suelo hiperventila.

-¿Quieres hacer otra serie de burpees Samantha?- Pregunta jocoso Cesc.

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