- Lo perdí. -dijo la chica entre lágrimas.
- Lo sé. -le respondió el chico- Pero yo puedo hacerte feliz.
¿Cuál era el problema? Fácil. Él no era James.
Leah aún tuvo tiempo de cuestionarse a sí misma sobre en qué momento de la historia se había perdido y desde cuándo Steve podía levantar ese martillo que causó tantas apuestas en años anteriores.
Como un instinto, sabía exactamente como usarlo, y peleó hábilmente como era de esperarse del Capitán América. Cuando nuevamente se vio en aprietos, con el escudo roto por la mitad, Leah trató de llegar a él. Quería ayudarlo aún cuando corría el riesgo de morir en el intento, pero su cuerpo no le respondía estaba demasiado herida.
— En todos mis años de conquista, violencia y masacre, nunca lo tome personal. Pero o que voy a hacerle a su exasperante y testarudo planeta lo voy a gozar como no lo puedes imaginar.
Leah alzó la mirada, concentrando todas sus fuerzas en sus brazos para poder ponerse de pie, pero sus piernas flaquearon nuevamente al ver frente a ellos al enorme ejército. Ni siquiera encontrando al resto del equipo de entre los escombros podrían tener alguna posibilidad contra ellos.
Miró a Steve, estaba exhausto y seguramente pensaba lo mismo que ella. Aún así, estaba de pie, ajustando el escudo a su brazo. No le importaba cuantos fueran, él seguiría peleando hasta que su cuerpo ya no se lo permitiera.
— Muy bien, vengan acá malditos. —dijo cuando llegó al lado de su amigo, a lo que él sonrió débilmente.
El rostro de Steve cambió de expresión y ella no supo bien como interpretarla. Seguía ahí, estático, y sus labios se movían queriendo decir algo pero las palabras nunca salieron.
— ¿Steve?
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Un aro de luz brillante se apareció de repente a unos metros de ellos. Podían ver unas sombras moverse, pero aún no eran tan claras como para reconocerlas. Su estómago dio un vuelco cuando T'Challa, Shuri y Okoye salieron de él, y casi enseguida, Sam pasó volando por sobre ellos.
Funcionó. De verdad funcionó.
Quería gritar y llorar. Quería saltar sobre Steve y gritarle te dije que funcionaria. Pero no lo hizo. Aunque, sorprendentemente, sus energías incrementaron considerablemente, incluso olvidó el dolor en sus extremidades. Mientras más portales se iban abriendo, podían llegar a igualar al ejército de Thanos.
De entre los escombros del edificio, apareció Scott en su increíble e inolvidable tamaño gigante, así que gracias a él, Bruce, Rocket, Rhodey y Pietro pudieron salir ilesos. M
Tony y Thor estaban completamente asombrados, pero era tanta la impresión que no podían moverse.
— ¿Necesitas ayuda? —el asgardiano se giró a su lado, encontrándose con una mano extendida en su dirección— Te lo dije, hermano, que el sol brillaría de nuevo.