°Capítulo 2°

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Y así fue nuestro primer encuentro...
○○○

Narra Siomara:

Llego al segundo lugar y estaciono.

Agarro la caja y bajo del auto mirando las hermosas paredes pintadas de azul y amarillo.

Que hermosa cancha.

Pero nunca tuve la oportunidad de ver su interior. Seguro la amaría mil veces más.

Cierro la puerta del vehículo y me adentro al local.

-Hola! Vengo a traer las prendas que encargó-. Me acerco a un hombre de avejentada edad.

-Buenas tardes señorita-.

Apoyo la caja en el mostrador.

-Voy a buscar el efectivo-. Dice con una sonrisa.

Asiento con el mismo gesto.

Él atraviesa una puerta y yo me acerco a mirar los estantes en los cuales había llaveros, collares, cuadros, banderas,etc.

Escucho una campanita indicando que alguien entró al negocio.

Eran dos pibes, ambos tenían capuchas y cubrían sus bocas.

Se los notaba apurados. Hasta que me di cuenta que no venían a comprar.

Uno con ojos claros me mira y me pongo tan nerviosa que mi mano tiembla y tiro una taza de vidrio al piso.

Se me acerca y me agarra del brazo.


Me hace caminar y apoyarme contra el mostrador.

-Quedate ahí y no quieras

gritar pendeja-. Habla entre dientes.


Se aleja y cruza la puerta por la que se había ido el hombre.

Me quedo quieta y siento que el otro pibe pasa por mi lado y se acerca a la caja donde estaba la plata.

Empieza a sacar todo el efectivo y yo levanto un poco mi mirada, veo que tiene un tatuaje en el cuello.

Levanto un poco más y justo nuestros ojos se conectan. La vuelvo a bajar rápido.

Sus ojos son negros, apagados. Ví que el costado de su nariz brilló, supongo que tiene un piercing.


No sé por qué pero lo vuelvo a mirar, siendo que tengo miedo.


-No me mirés-. Habló.

Volví a bajar la cabeza.

-Listo turro dale dale dale-. Dice volviendo el otro.

Terminan de meter toda la plata en una bolsa.

-Quedate ahí un rato-. Dice uno.

Los dos salen corriendo y escucho que se cierra la puerta.

Yo me quedo un rato más parada en la misma posición.

Saco mi celular que tenía en la cintura, que estaba tapado por la campera.

Llamo a Norma y le digo rápido lo que pasó. Me dijo que me tranquilice y que vuelva.

Reacciono y me acuerdo del hombre, me acerco a donde él estaba y lo veo arrodillado, de espaldas con las manos en la cabeza.

Hago que se pare y lo siento en una silla.

Salgo para llamar a un hombre que había en un bar de al lado y le cuento lo sucedido.

Se va a llamar a la policía y yo me subo al auto para irme.

No quería estar más ahí.

Wacho Atrevido- Mateo Palacios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora