Capítulo IV

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𝐄𝐧𝐥𝐚𝐳𝐚𝐝𝐨𝐬

Shu se dirigía al cuarto de su compañera a pasos normales, los habían hospedado casi al lado del otro, así que aunque fuera muy lento llegaría en menos de un parpadeo.

Habían llegado hace unos 30 minutos, en cuanto lo hizo aprovechó para darse una ducha y comer algo. Eso ayudó para quitarse un poco el estrés del viaje, Sharp se había quejado en todo el camino y como si no fuera suficiente, hizo llorar a dos niños que se encontraban en los asientos de al lado.

Llegó a la puerta de madera y tocó un par de veces. No hubo respuesta.

—¿Tn? Es hora de entrenar —solo silencio—. ¿Tn? —transcurrió un minuto sin señales de vida. Arrugó un poco su ceño "¿Qué está haciendo?" Colocó su mano en la manija y abrió. Ya sabía que tenía la mala costumbre de nunca cerrar una puerta —Voy a entrar —avisó para en caso de que se estuviera vistiendo, no ser imprudente. Pero otra vez no recibió respuesta.

Ingresó lentamente y tropezó con unas maletas que yacían en el suelo. "Diablos, esta chica", las acomodó y continuó adentrándose en el cuarto.

Vio una silueta en la cama, de inmediato supo el porqué de tanto silencio. Estaba desparramada en esta, cada extremidad estirada a cada lado, como una estrella.
Llegó al lado y agachó su rostro hasta la altura de ella

—Tn, despierta... —dijo en un susurro, pero la contraria ni se inmutó. Suspiró y volvió a intentarlo, meciéndola un poco—. Hey... —nada. "Bien, no me deja otra opción".

—¡TN! —gritó a todo pulmón.

La albina abrió los ojos de golpe, y por instinto dirigió un puño rápidamente a la cara del intruso. El otro no pudo ni reaccionar.

—¡AH! ¡Maldición! —agarró su nariz que enrojeció al instante y cerró los ojos tratando de aguantar el dolor.

—¡Lo sien...! Ah... solo eres tú, entonces no importa —le dio la espalda y se acomodó en el colchón de nuevo.

—Basta, es hora de entrenar, el torneo comienza en dos días —no despegaba la mano de su nariz, la chica sí que tenía fuerza.

—El... torneo... —aún estaba adormilada—. Comienza... ¡en dos días! —se levantó al instante —¿Por qué no me avisaste? —fue hacia su maleta para buscar sus cosas.

Shu rodó los ojos y caminó a la salida.

—Encuentro mis cosas en lo que tú te cambias de camisa —le dijo la chica con total naturalidad.

—¿Cambiarme? —paró su andar y la observó, confundido.

—Bueno, si te gusta llevar sangre en tu ropa, allá tú —seguía concentrada en su tarea.

El de ojos carmesí hizo un gesto de incredulidad y bajó su mirada; ahí estaban su camisa y chaleco blanco manchados de rojo. Inmediatamente llevó su mano al puente de sus labios y supo la fuente de eso.

—Recuérdame romperte también la nariz cuando vuelva —no esperó más para dirigirse de nuevo a su habitación, bajo la mirada extrañada de los demás huéspedes que pasaban por ahí.

(...)

—De acuerdo. Esto irá en serio, demuestra todo tu potencial —Shu acomodó su bey en el lanzador aún sin levantar su vista.

—Para empezar, yo siempre voy en serio, deberías saberlo. Y en segunda, no te mostraré todo lo que puedo hacer, ¿Se te olvida que probablemente nos enfrentaremos también? Prefiero hacerte pedazos ahí mismo —sonrió con arrogancia y miró desafiante a su ahora rival. Se puso en posición.

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