Capítulo XXXII

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𝐑𝐞𝐯𝐞𝐥𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧

Picaba la comida de su plato, pero llevaba tiempo sin ingerir nada, solo estaba con su mejilla recargada en su puño viendo a ningún lugar en específico, solo tenía la mirada perdida.

Ni siquiera reaccionó cuando escuchó a su tutora entrar a la cocina y hablarle, sino hasta que la mujer se acercó a ella y sacudió su mano delante de su cara, entonces parpadeó y la miró.

—Perdón, ¿me llamaste? —trató de disimular su humor y reacomodarse en su asiento, solo para seguir picando la comida.

—Llevo minutos diciéndote que me ayudes a sacar la basura, ¿por qué tan distraída? —le arqueó una ceja a la peli-grisácea y caminó a la alacena para buscar unas cosas. Al no escuchar respuesta de nuevo, giró su rostro a ella—. Riley... —la menor se encontraba en la posición inicial, con la boca entreabierta mirando su comida, como si fuera lo más interesante —¡Riley!

—¿Ah? Sí, sí... Lavar los platos, ya voy —se puso de pie lentamente  y caminó al fregadero.

La mayor no demoró en colocarse a su costado y poner una mano en su cintura, mirándola escéptica.

—Te escucho.

—¿Qué?

—Te escucho. Sé que algo te está ocurriendo —inclinó la cabeza y esperó. Vio cómo la chica hacía relamía sus labios y bajaba la mirada—. ¿Es porque no quieres volver?

Riley apretó los ojos y negó lentamente con la cabeza.

—A-Aún no he podido descubrir nada... Necesito más tiempo —la miró con los ojos empañados.

—Sabes que eso no es posible... —suspiró—. Ya nos quedamos más tiempo del planeado, y necesito volver a trabajar.

—Pero... —ya no supo qué decir, sabía que tenía razón. Realmente le frustraba la situación, ya llevaba tres meses aquí y no pudo obtener lo que necesitaba. Así que solo se limitó a asentir y volver a cerrar los ojos para evitar derramar alguna lágrima.

—Aún así, sabes que las posibilidades eran nulas... —le acarició la cabeza, también algo cabizbaja por el estado de quien consideraba su propia hija, pero ya no había nada más qué hacer—. Piensa bien a dónde quieres ir o qué quieres hacer en tus últimos días —volvió a caminar a la alacena —Y... sabes que no es necesario traer puesta tu chamarra aquí adentro... Ni siquiera allá afuera, pero sé que no estás de acuerdo.

—Mhm —abrió sus orbes dorados lentamente y acarició sus brazos, abrazándose a sí misma. Odiaba lo que ocultaba debajo de ella.

Lo odiaba.

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[...]

—Hazte a un lado, Spryzen —no lograba mirarlo, pero sabía que estaba ahí.

—¿En serio llevarás todas esas maletas? —formuló irónico. La albina cargaba alrededor de cuatro entre sus brazos, impidiéndole ver su rostro por lo alto que era.

—Esta vez nos quedaremos más tiempo, es un torneo, no como hace meses. Además, quiero ponerme ropa nueva cuando gane —rodeó con dificultad al blader y comenzó a caminar a la salida, pero un gran impacto la hizo caer súbitamente al suelo igual que todas sus maletas, las cuales muy para satisfacción de ella, cayeron en el responsable.

—¡Ay, ay, ay! —el peli-azul sobaba su cabeza y cerraba los ojos por el dolor.

—¿De nuevo, Valt? —Shu se acercó a él y le tendió la mano para ayudarlo.

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