Capítulo XVI

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𝐈𝐧𝐢𝐜𝐢𝐚 𝐞𝐥 𝐣𝐮𝐞𝐠𝐨

Caminaban curioseando por el lugar. Otros niños estarían saltando, gritando y corriendo emocionados, pero no ellos. Ambos infantes tenían expresión de neutralidad, mirando los juegos y otros puestos como si de cualquier cosa se tratase.

—No sé porqué elegiste venir aquí. Mejor dicho, no sé porqué acepté —dijo Lui a Tn.

—Nunca había venido a un parque de diversiones, y tú tampoco —se encogió de hombros.

—No me perdía de nada —bostezó.

—Hm, eso dices. Debe de haber algo entretenido qué hacer... —observaba a su alrededor examinando cada lugar. Hasta que algo llamó su atención—. Ya sé, vamos —tomó de la muñeca al niño y aceleró su paso, bajo protesta del otro.

Llegaron al destino y se quedaron parados mirándolo.

—¿Esta es tu gran idea? —la miró irónico, y después a la gran montaña rusa.

—Sí. ¿O se te ocurre algo mejor? —arqueó una ceja.

—Olvidas algo importante, mocosa. No tenemos la edad permitida —señaló con la cabeza el letrero donde venían las especificaciones.

—¿Por qué es importante? —sonrió divertida.

Lui puso los ojos en blanco, ya sabía lo que vendría.

(...)

Se sentaron y colocaron la protección.

—Alguien más se dará cuenta, no tendrás tanta suerte como en la entrada —susurró incómodo.

A los segundos, el hombre a cargo de la atracción los pasó de largo. Tn sonrió victoriosa.

—¿Algo más que quieras agregar, flamita?

El peli-celeste solo rodó los ojos y recargó la cara en su puño mirando hacia otro lado.

—Ay... Pero qué cositas tan adorables —dijo una voz ajena.

Los 2 niños giraron su rostro y se encontraron con un par de adolescentes mirándolos engreídos.

—Creí que en este juego no estaban permitidos mocosos. Mírense qué ridículos se ven haciéndose los valientes —soltó despectivo.

—Mejor lárguense al carrusel, o algo más a su nivel.

Los infantes sólo permanecieron en silencio, ignorándolos.

—¿Qué sucede? ¿No dirán nada? —se cruzó de brazos observándolos con altanería.

—Hm —la albina sonrió—. Lárguense de aquí, idiotas.

Los chicos se sorprendieron por su respuesta, no era lo que esperaban, y menos de una niñita.

—Qué peinado tan ridículo tienes, abuelo —volvió a hablar y apartó la mirada aún sonriendo. No era primera vez que trataba con idiotas como esos. Lui no pudo evitar reír ante su último comentario.

—Maldita niña... —dijo el adolescente entre dientes y con un tic en el ojo.

—Suficiente, sentémonos atrás para escuchar mejor sus lloriqueos —propuso su compañero.

Ambos se colocaron en los asientos traseros y abrocharon, uno de ellos aún echando chispas por el atrevimiento de la niña.

Menos de un minuto después, el juego mecánico comenzó a avanzar.

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