Isabel
Capítulo 32
Llené mi copa hasta el borde, fue un mal intento que derramó la mitad sobre el piso. Un desastre semejante a mi asquerosa existencia. Un trago largo me quemó la garganta, pero no incendió mi corazón. Cerré los ojos, rechazando mi presente, deseosa de borrarlo, pero al abrirlos la pesadilla continuaba. La botella no ayudó a disipar el fuerte dolor, lo incrementó haciéndolo insoportable. No sabía lidiar con el sufrimiento. Nunca aprendí a ser fuerte.
Antes, cuando me comparaba con un trozo de basura vagaba por ahí, escogía una nueva víctima para acallar preocupaciones con emociones pasajeras, en una necesidad ridícula de encontrar alguien que me hiciera sentir bien. Hermosa, la única virtud que la gente nombraba a mi favor. Nunca lista, dulce, buena, inteligente o generosa. Todo se limitaba a lo físico, honestamente no tenía demasiado mérito, una bendición que terminaría en unos años.
Mi nuevo problema es que Lucas me hacía sentir que era más que una bonita decoración, que no todo estaba perdido, que podía ser mejor persona, que aún quedaba algo por salvar. Lucas. Su nombre provocó más amargo llanto. Apreté los puños molesta conmigo misma, con la vida, con toda las malas decisiones que me llevaron a perderlo. Maldije el día que chocamos, aunque aquella mañana se convirtió en mi salvación. Reclamé al destino su jugarreta de presentarlo solo para arrebatármelo.
Y quise odiarlo a él, hacerlo responsable de mi pena, pero fallé. Lucas no despertaba un sentimiento en mí que no fuera amor. Extrañé más que nunca su compañía, si él hubiera estado conmigo me haría creer que todo estaría bien, que se resolvería. Una mentira que ya nadie podía sostener. No quedaba nada. ¿En qué momento perdí todo?
Mi celular sonó, deseé con todo mi corazón encontrar su número, oír su voz, pero lo que hallé me puso de pésimo humor.
—Isabel, tengo cien llamadas perdidas tuyas. Eres bastante intensa —se burló, cínico.
—Y tú eres un maldito hijo de...
—El lenguaje, señorita —se burló de mi enfado. Quise borrarle la estúpida sonrisa.—¡Tú tienes la culpa de todo! Le enviaste unas fotografías de la época del caldo a Lucas para que pensara lo engañé. Eres un ser miserable.
—¿Yo? —fingió inocencia—. Estás muy borracha, Isabel, no sabes ni lo que dices.
—No te hagas el tonto. Solo tú tenías su número, nadie más perdería el tiempo en hacerlo, querías vengarte de mí por medio de él. Felicidades. Lo lograste. No sabes como te odio, Lorenzo —dije. Deseé que lo sintiera, que le cobraran su mal—. Te lo juro que te odio con toda mi alma. Me quitaste la única persona que me importaba —sollocé destrozada—. ¿Por qué me hiciste esto?
No entendía su odio, su deseo de hacerme pedazos cada que comenzaba a sonreír.
—Lindura, tranquilízate —comenzó suavizando su voz. Apenas podía hablar—. Yo solo busco lo mejor para ti. Ese chico estaba distrayéndote, no le ayuda a tu carrera. Esa clase de personas ni siquiera pertenecen a tu mundo —soltó dando prueba de su falta de cerebro—. No te conviene un chico celoso, Isabel.
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El chico que no olvidé
RomanceSECUELA DE LA CHICA DE LA BICICLETA. Lucas amaba a Isabel. Al menos eso creía hasta la noche que cambió sus vidas. Ahora, varios años después de ese intenso romance que los marcó, sus caminos han tomado rumbo distintos. Él laborando como contador en...