Capítulo 36 (Parte 2)

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Capítulo 36

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Capítulo 36

Isabel

La noche se consumió en un suspiro, hubiera pagado a cambio de unas horas extras que me permitieran ensayar el desastre que estaba a punto de protagonizar. Estaba agotada después de una llamada, no por el tiempo que me pasé sentada, sino por las decisiones que me obligué a tomar. Sin embargo, ese esfuerzo no podía compararse con el salto que daría.

Cada dos pasos volvía a preguntarme si no podía aplazar más el encuentro. La vida es larga para vivirlo tan aprisa, y corta para dejarlo todo para después, me recordé. De igual manera supe que el tiempo se me había terminado cuando a lo lejos deslumbré a mi conciencia acercándose.

—Buenos días, Isabel —me saludó Lucas elevando la voz para que pudiera oírlo a la distancia. Una parte le odió por acorralarme, la otra agradeció me empujara a avanzar—. ¿Hoy cómo amaneciste? He venido a buscarte porque no te encontraba, pensé que te habías arrepentido —añadió con una sonrisa.

—¿Quién? ¿Yo? —fingí asombrarme ante su acertada predicción—. Qué va, es solo que me retrasé porque me quedé dormida. Ayer por la noche tuve muchas cosas que hacer —me sinceré sin detenerme evidenciando llevaba prisa. Lucas divertido me alcanzó en un santiamén—, pero ninguna tan importante como esa charla con mi abuela.

—Es una buena actitud —felicitó orgulloso confundiendo mi ansiedad con valentía.

—Imagino que así deben sentirse los prisioneros antes de ser arrojados a los leones —murmuré—, las aceitunas en los emparedados, los elotes antes de las ferias...

—Isabel, todo saldrá bien —me interrumpió presenciando mi divague, con esa dulzura que lo volvía irresistible—. Tu abuela te ama, independientemente si están o no de acuerdo con un tema.

Ojalá fuera un tema, maldije en mi interior al deslumbrar el local. Nunca fui cliente frecuente, de hecho solo lo visité un par de veces junto a Lucas cuando era una chiquilla. Al ser temprano las mesas estaban vacías, ningún cliente se asomaba y consideré un milagro la cortina estuviera arriba. Lucas me explicó que posiblemente se encontraran limpiando dentro, asentí siguiéndola tímida mientras él se encargaba de buscar vida humana.

Respiré hondo analizando el menú. Era una locura. «No fue una buena idea venir sin desayunar», me regañé deseando probarlo todo. «Necesitas pensar en tus líos, Isabel, no en hamburguesas con... Concéntrate».

—¿Quién anda molestando tan temprano? Buenos para nada que no...

El anciano se mordió la lengua calló su queja al toparse con nosotros, mas bien en Lucas porque en mí ni se fijó. Un punto a favor, no parecía gozar de un buen carácter. Tenía unas facciones que imponían respeto, tal vez por eso me sorprendió que en lugar de estrellarle un plato en la cabeza le dejó abrazarlo con fuerza sin necesitar presentación. O al menos creí que era un abrazo, mirándolo de otra perspectiva podría ser un intento de asfixiarlo.

El chico que no olvidéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora