Capítulo 40

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Ese día me apunté dos victorias

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Ese día me apunté dos victorias.

La primera fue que en el DIF me facilitaron con entusiasmo la información que les pedí. No solo me trataron con amabilidad, sino que pusieron a mi disposición todo su apoyo. Acepté porque su orientación me serviría para lo que estaba planeando. Y a los favores nunca se les dice que no. ¿Quieres que te preste dinero? Sí. ¿Te hago la cena? Sí. ¿Te arrojo al mar? Sí. Vamos, que todo lo que me ahorrara energía y tiempo era bienvenido.

Otra alegría de aquel día fue que los dueños de la vieja bodega, en la que había puesto mi interés, aceptaron sin problemas rentármela. En el instituto me ofrecieron sin costo sus instalaciones, pero tuve que declinar su oferta. Si bien el otro sitio presentaba un sin fin de ventajas, aquel lugar me recordaba mis inicios y significa mucho para mí. No contuve los deseos de crear nuevos recuerdos en esas paredes. Además, el precio fue una verdadera ganga.

Debí imaginar por qué.

Apenas puse un pie dentro descubrí que llevaba años en completo abandono. Si el piso pudiera hablar seguro diría que ni siquiera recordaba cómo era una escoba. Casi quise salir corriendo al ver una cucaracha pasear como Juan por su casa. Claro que podía elegir el camino sencillo, darme la vuelta y reconsiderar la propuesta, pero obstinada como soy decidí arreglarlo por mi cuenta. Las luces funcionaban sin problemas, lo comprobé con un toque en los interruptores, aunque dentro de mí deseé que no lo hicieran, cuando se iluminó el desastre mi entusiasmo fue menguando poco a poco. De verdad necesitaba un arreglo urgente.

Susana que no se había separado de mí en todo el día, tenía un gran aguente, propuso ayudarme. Se lo agradecí con una sonrisa, era una gran chica. Yo sabía que otras personas podían darme una mano, pero quería encargarme por mi cuenta de dejar el área en condiciones. Había escuchado que limpiar a profundidad servía para despejar la mente y en aquel momento necesitaba desconectarme del mundo.

Hace unas horas había tomado una decisión trascendental y aún sentía el corazón latiendome con la misma intensidad que cuando escribí esas líneas. No me arrepentía, hice lo correcto, lo que debí hacer desde el inicio.

El cielo puso de su parte porque apenas Susana se marchó a casa, no demasiado lejos, para prestarme escobas y trapeadores yo me quedé sola con el eco de las gotas golpeando los gruesos cristales. Me llamó por teléfono para avisarme que me alcanzaría apenas la tormenta cesara, le pedí no se moviera de su hogar porque daba la impresión de que duraría un buen rato. El silencio solo se rompió por estornudos que nacieron a causa del polvo acumulado. Pasé las cajas del centro apilándolas a un costado haciendo espacio.

Tenía mucho que pensar, pero intenté no usar mi mente en otra cosa que no fueran esos cortos viajes. Preferí perderme en aquellas imágenes que desfilaron en mi cabeza, en mis malos intentos de parecer una artista siendo apenas una chiquilla, la misma que consideraba talento saber bailar en una fiesta. Reí de mi propia inocencia, extrañé esa época donde mi única preocupación era andar de un lado a otro intentando encontrar algo que me cautivara.

El chico que no olvidéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora