Fue un trayecto tan corto que me pareció una eternidad. Bloqueé mis oídos, y sin darme cuenta también mi respiración, hasta que se cerramos las puertas detrás de mí. Entonces, el murmullo quedó atrás y lejos del peligro dejé escapar el aire que retuve en los pulmones. Suspiré aliviado, pero a mitad de mi nueva tranquilidad alguien me tomó de los hombros agitándome con fuerza.
—¡Lucas, estuviste fantástico! —celebró Isabel, brincando. El movimiento llamó atención de la recepcionista, la única persona en la habitación, al verse descubierta volvió a su computadora. Reí nervioso, ambos con manifestaciones diversas del mismo sentimiento—. Dios, ¿cómo respondiste a todos sin titubear? —preguntó sorprendida—. Me quedé con la boca abierta.
En realidad había practicado mis diálogos la noche entera. Mientras Isabel dormía repasé, de principio a fin, respuestas que resultarían útiles en cualquier situación. Claro que no pensaba contárselo esa mañana, necesitaba alguien en quién apoyarse. Tenía que ser yo, así tuviera que recordar a marchas forzadas el curso de oratoria de la universidad.
—Si te soy honesto no recuerdo ni la mitad de lo dije —admití en confianza. Su sonrisa iluminó el lugar, conociéndome debía hacerse una idea de lo que significaba—, pero eso no importa creo que ha salido bien —reconocí optimista—. Por cierto, parece amables tus amigos de la prensa —opiné. Tenía una imagen distinta de ellos, o tal vez festejaba con anticipación.
—Sí, la mayoría —susurró a la nada. Agitó su cabeza intentando disipar dudas—. Te juro que me temblaron las piernas cuando los vi a todos reunidos ahí, pero al oírte contestar sentí cayó una piedra de mi espalda —confesó. Cuando hallé mi voz sucedió lo mismo—. No porque necesitara escuchar algo en especial —dijo acunando mi rostro—, sino que me di cuenta que no importa lo que pase, lo que digan o puedan inventar... Un malicioso titular jamás va a importar más que tú, ningún rumor superará lo real que somos.
Sonreí al escucharla hablar de esa manera. Si teníamos confianza y paciencia la mayoría de los problemas encontrarían solución. Me prometí no perderlos durante el camino. Estaba seguro que el amor no se marcharía, pero para llegar al final de una historia se necesita más.
—Bien, eso sonó intenso. Puedo usarlo para una canción —apuntó de buen humor—. Tú me inspiras, Lucas —me acusó divertida antes de darme un golpe en el hombre en una extraña demostración de afecto.
Reí ante su efusividad, aunque mi risa murió cuando se colgó de mi cuello atrayéndome a su boca. Ansiosa, apasionada y con una pizca de travesura que tenía el efecto de acelerar mi corazón. No podía describir lo mucho que me gustaba.
—Me haría ilusión que vieras las audiciones, aunque teniéndome a mí al frente seguro serán un caos. Por cierto, en un rato iré a la bodega, debo arreglar el desastre de ayer —murmuró con un mohín.
—Me gustaría quedarme —reconocí—, pero hoy tengo algo muy importante que hacer. He quedado con alguien —mencioné, sin entrar en detalles. Isabel no escondió la curiosidad.
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El chico que no olvidé
RomansSECUELA DE LA CHICA DE LA BICICLETA. Lucas amaba a Isabel. Al menos eso creía hasta la noche que cambió sus vidas. Ahora, varios años después de ese intenso romance que los marcó, sus caminos han tomado rumbo distintos. Él laborando como contador en...