Capítulo 23

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Seguí el avance de las manecillas

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Seguí el avance de las manecillas.

Una canción que desconocía sonó en la televisión a espalda de la recepción. Releí el catálogo buscando obtener confianza entre sus páginas, deseando hallar impresas las frases contundentes para cerrar un trato. «Ocuparse, no preocuparse, Lucas», me repetí esperando la puerta se abriera para que me dieran un turno. Me pidieron que esperara un momento mientras atendían a un proveedor, al principio lo tomé a mi favor para ganar tiempo, pero con el paso de los minutos consideré que hubiera sido más oportuno entrar al ruedo sin pensarlo. Así no me abrumaba, como las veces anteriores que no resultaron como esperaba.

Comencé a aburrirme en la apacible tranquilidad de aquella oficina, donde pocas personas aparecían para trámites de apenas un par de minutos, hasta que identifiqué una melodía que me hizo darle la atención a la pantalla.

Negué con una sonrisa porque esa canción me había perseguido de cerca a lo largo de la semana. Era imposible no toparse con ella en la calle, supermercado, el edificio, tal parecía que su verdadero impacto empezaba. Aprecié como un espectador más a la mujer que solía robarme el sueño con las gotas de lluvia resbalando por su piel.

—Te apuesto lo que quieras que esos dos tienen algo —murmuró una chica tras el escritorio a la mujer que ordenaba una papelería a su costado. Regresé mis ojos a mi carpeta, pero no pude evitar estar al pendiente de la conversación—. Lo digo por experiencia, así veía mi ex a mi prima —se burló de sí misma. Ni siquiera pude molestarme admirando su buena actitud. Ojalá yo compartiera ese optimismo.

—La idea de las apuestas es jugar por algo que no es evidente —expuso concentrada en su tarea—. Además, con la famita que se cargan los dos no sería ningún mérito. Mi hermano tiene una obsesión con esta mujer, su novia ya la alucina.

—Y la de él supongo que también —susurró divertida, con la mirada perdida en Aldo. No entendía de qué hablaban, aunque era sencillo suponer que me estaba perdiendo de un dato importante. Sabía tan poco de ese medio que a duras penas reconocía a Luis Miguel—. Esa nena lo hizo otra vez. Donde pone el ojo pone la bala, siempre se sale con la suya —opinó jovial—. Y sabe escoger la condenada —añadió escondiendo una carcajada que murió cuando el vídeo terminó.

Entonces volví a encontrarme con su familiar rostro en el canal. Parecía una entrevista o tal vez un especial porque estaba avanzado. Isabel charlaba animada a un costado de Aldo Lubo, un moreno corpulento que acomodó su gorra cuando la cámara volvió a filmarlos. El mismo hombre del vídeo.

—Para terminar este bloque, Aldo ya nos contó todos los planes que tiene con este disco que empezó con el pie derecho—le halagó. El cantante agradeció con una sonrisa—. ¿Isabel, qué tienes tú en la agenda del 2003? Llevas un buen tiempo sin entrar al estudio, lejos de los medios y las dudas despiertan, ¿podemos esperar nuevo material para este año? —curioseó. Isabel se acomodó en un reflejo la blusa roja que resbalaba por su hombro.

El chico que no olvidéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora