Capítulo 33

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Lucas

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Lucas

Capítulo 33

Me arrepentí demasiado tarde. Ya con la cabeza fría razoné que no debí dejarme llevar por un arrebato. Las emociones se disiparon en el vuelo, volviendo el oscuro panorama menos tormentoso. El punto no cambió, seguía pensando que Isabel debía poner en orden parte de su vida, decidirse, pero eso no justificaba haberla dejado en la ciudad así sin más. Observé las nubes a mi altura mientras nos alejábamos del cielo de la capital. Cerré los ojos al ser consciente lo que dejaba atrás. Su ausencia dolía, los planes que no se realizaron revolotearon en mi interior. Aunque el pasajero a mi costado fue una buena compañía, ideal para las largas reflexiones, no se comparó con la calidez de Isabel. Estrujé mi rostro en mis manos, echándola de menos.

Los altos edificios, las avenidas inundadas de tráfico, los negocios que nunca se apagaban, su sonrisa capaz de mejorar cualquier mal día, su cálida voz que siempre tenía frases de consuelo, su cuerpo tibio a mi lado. Había tomado una decisión, eso no impedía me afectara. Eché la cabeza atrás intentando no pensar, pero en todos los pensamientos se colaba. Su rostro llorando en el umbral clavó una aguja en mi corazón. No debí cerrarme al diálogo, pero tampoco accedería a algo que me dañaría.

No merecía ser el secreto de nadie. Yo amaba a Isabel con todo lo que eso implicara, con la misma intensidad a la luz del sol, aspiraba lo mismo. Un amor que no me tuviera que sentirse culpable por exigir respeto. Sabía que no estaba en sus manos la solución, pero no era una justificación suficiente para mí que no pedía más que un compromiso.

Suspiré deseando conocer el futuro. Había momentos en los que no podía ver mi vida sin que ella formara parte, otras donde todo apuntaba era imposible. Tal vez solo ignoré que lo nuestro no se daría. Hablaba de Isabel Bravo. La chica inalcanzable, primero siendo un fenómeno en mi pequeño pueblo, ahora para el país. Simplemente creí que al amor bastaría, que contra esa fuerza no hay barreras.

A medida que nos elevábamos del suelo, que los edificios se mostraron como un punto, descubrí que el mundo era demasiado grande para resumirlo a lo que deseamos. La mayoría de las personas que conocía no terminaron casados con el amor de su vida. En la realidad las historias intensas no siempre tienen final feliz, no sé por qué razón pensé me convertiría en la excepción.

Isabel tenía razón, era un romántico. Un romántico ingenuo que todavía ambicionaba una historia memorable. Cuando la vi por primera vez en la ciudad la corazonada de que lo nuestro pudo burlar al tiempo me engañó. Tal vez en nuestras vidas no había espacio para el amor del otro. Caminos demasiado separados para encontrarse. Dos ríos intensos, distintos causes sin la misma desembocadura.

«El agua asciende al cielo y se pierde sin límites por la tierra», recordó mi corazón.

Isabel no podía romper sus contratos, tampoco abandonaría su prometedora carrera. No quería que lo hiciera. Jamás me perdonaría saber que le arranqué su sueño. Por eso prefería alejarme, para que dejara de preocuparse por mí. Yo me encargaría de mí mismo, encontraría la felicidad aunque me llevara un tiempo. Volvería a convertirse en un cálido recuerdo. Dejaría de luchar por arrancarla, empezaría a aceptar el adiós. Jamás podría olvidarla, la traía grabado hasta el fondo del alma, pero aprendería a vivir sin ella. 

El chico que no olvidéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora