Aurelio habló toda la noche con Francisco.
—No seas estúpido. O sea, amigo, date cuenta; Alexander solo te quiere por el recuerdo y nada más. No debes permitir que te siga pisoteando de esa manera.
—Tienes razón...
—Ya nos vamos a graduar, es hora de que te des tu lugar, cariño. Ya olvídalo. Sé que ese hombre es muy ardiente, pero tú vales más.
[...]
Alexander entró a la cafetería, suspiró y comenzó su rutina de siempre.
—Buenos días, Laura.
—¡Alex, hola! —La mujer lo miró de reojo unos segundos y sonrió mientras limpiaba la barra. —Te veo muy alegre y radiante; como si estuvieras en la flor de tu vida.
—Ah mujer, sabes cómo alegrarme el día. —Le sonrió de lado y tomó su banco para sentarse frente a la caja.
—Te tengo una sorpresa —dijo la chica con emoción. Se desapareció unos segundos en la bodega y volvió con un pastel lleno de corazones.
—¡Wow! No es mi cumpleaños...
—Lo sé, es para ti solo porque... —Suspiró feliz—. Quiero ser pastelera, quiero dejar la psicología y dedicarme a lo que amo.
—Eso me da mucho gusto. —Sonrió y partió un cacho de pastel para probarlo. —Esto está delicioso, muchas gracias. —Le dio un beso dejándole un poco de merengue en la mejilla.
La campanilla sonó y llegaron los muchachos cual soldados que acababan de ganar una guerra.
—Vaya, vaya ¿Qué es esto que veo? ¡¿Un Francisco feliz?! —Le sonrió al castaño con nostalgia. —¿Qué van a llevar?
—Ocho capuchinos y un pastel de dulce de leche que diga "¡Victoria! Te lo agradezco", por favor. —Sonrió triunfal y empoderado. Estaba decidido en superar al peliplatinado.
Alexander asintió y le entregó la orden a Laura. Miró unos segundos a Francisco antes de cobrarle mientras los chicos esperaban sentados en una mesa.
—Te ves tan hermoso sonriendo... casi se me olvida la época en la que estamos, Francisco. —Le sonrió tierno, ladeando la cabeza—. Tengo un regalo para ti por lo de tu tesis.
El castaño lo miró sonriente y negó.
—No sé de qué me hablas, ese hombre depresivo ya está muerto. —Sintió como Aurelio lo veía fijamente desde la mesa.
Drake se aproximó al mostrador con las manos en los bolsillos de los jeans.
—Hola, vengo a despedirme.
Alexander miró al rubio con incomodidad.
—¿Podemos despedirnos afuera?
—Claro. —Dejó en el mostrador un amuleto hecho de semillas y cuentas negras, con una gema de ojo de gato—. Para ti. —Drake sonrió y salió de la cafetería.
Francisco tomó el pedido y volvió a la mesa mientas todos le aplaudían y gritaban felices.
Alexander salió rápidamente.
—Hola, Drake...
—Hola, Alex. —Le sonrió al chico y le dio un abrazo—. Solo quiero despedirme. Es hora de irme a buscar sufrimiento innecesario en otro país. —Rio y se alejó para tomarlo por la nuca y darle el beso que jamás se había atrevido a darle.
Alex lo abrazó por la cintura y acarició lentamente su cabello entre sus dedos.
—Creí que solo amigos... —susurró, pegándose frente con frente.
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Let's Forget Our Demons
Teen FictionCuando eres joven y has pasado por experiencias dolorosas, es difícil mantener una vida normal sin temores. Alexander Quintana es un universitario que intenta día a día mejorar su vida y demostrarle a todos que no es un simple rostro bonito. Junto a...