—Hola. —Roberto se estiró exhausto, haciendo crujir su espalda. El chico traía una caja pesada con algunas cosas que le hacían falta—. Mi hermano me las llevó al trabajo ¿Tienes problema si las meto?
Alex negó con una sonrisa y le ayudó a cargar todo para meterlo a la sala.
—Tenemos que hablar ¿Por qué dejaste la banda?
—Porque estoy muy ocupado: tengo lo del trabajo, el peso de la carrera y estoy cansado de pelear con todo el mundo en esa banda. Ni siquiera tengo ganas de tocar la guitarra.
El peliplatinado asintió y tomó su mano.
—Entiendo, yo la cuidaré por ti hasta que quieras volver. Ven, tengo algo para ti. —Lo jaló para subirlo a su recámara, acostarlo, quitarle los zapatos, calcetines y playera. Prendió algunas velas aromáticas y puso música relajante. —¿Cómo te fue hoy?
Roberto le sonrió pícaro.
—¿Ya tan rápido me vas a desvestir? —Rio bajo.
—Sí, no te escaparás. —Rio sonrojado—. Date la vuelta.
—Me fue de la mierda. Estaba Johnny y... —le contó todo el drama que se había armado en la ferretería por una caja de tuercas especiales, mientras reía.
Se puso sobre él y le comenzó a hacer masaje en la espalda con aceites relajantes. El peliplatinado lo escuchaba atento mientras reía de vez en cuando.
El rubio, relajado, preguntó en voz baja.
—¿Siempre eres así de tierno o tenemos que hablar?
Pasó grueso y se quedó en silencio total; le daba miedo tocar el tema.
—Dime... No muerdo ¿Qué pasa, grandulón? —le dijo Roberto, viéndolo de reojo, sonriente, completamente pegado a la cama.
Alexander se quitó de encima, se acostó a su lado viendo el techo y soltó un largo suspiro.
—Me gustas. —Lo observó con la mirada brillante y una sonrisa llena de ilusión—. Me terminó gustando el niño estúpido de cara bonita. —Rio y le quitó la mirada de encima, apenado—. Creo que este es un mejor sueño.
Roberto se dio la vuelta y se puso sobre él.
—Pues deberías reírte porque don perfecto, ya tiene comiendo de la palma de la mano al bobo rebelde sin causa. —Se acercó lentamente al platinado, sintiendo su respiración pesada. Miraba sus ojos grises y después bajaba la vista a sus labios rosados. Su pulso se comenzó a acelerar, la sangre le bombeaba por todo el cuerpo. Acarició lentamente esa barba oscura hasta que finalmente, se fundió con él en un beso suave, lleno de deseo y amor.
Alexander acarició el rostro del menor para quitar algunos cabellos rubios que lo cubrían. Sintió el beso como un rayo que iba desde los dedos de las manos, hasta los dedos de los pies. Se separó lentamente y le sonrió, admirando cada centímetro del rostro de su amante.
Roberto lo abrazó, pegándose a su pecho y suspiró.
—Ojalá no tengas que dejarme... —Se separó y lo miró fijamente, haciendo una mueca—. Aunque seguro pasará...
No pienses así desde ahora o pasará —susurró con esa voz grave y calmada, acariciando su mejilla con la mano llena de aceite.
—Está bien, confiaré en ti. —Lo besó nuevamente y se acurrucó a su lado. —Rayos... creo que me crujió algo de lo suave que es este colchón. —Se sentó para probar qué tanto rebotaba.
Alex se sentó y lo miró con ternura.
—Ugh... no tengo algo ahora para hacerlo especial. —Buscó al rededor—. Bueno... —Tomó sus manos y se puso sobre su rodilla izquierda para verlo desde abajo—. Roberto Ramírez... ¿Quieres ser mi... mi novio? —Le sonrió nervioso.
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Let's Forget Our Demons
Novela JuvenilCuando eres joven y has pasado por experiencias dolorosas, es difícil mantener una vida normal sin temores. Alexander Quintana es un universitario que intenta día a día mejorar su vida y demostrarle a todos que no es un simple rostro bonito. Junto a...