Roberto se levantó y lo aventó al sillón de nuevo para abrir otra vez su pantalón.
Alexander intentó quitarse, pero la sensación de las manos frías de Roberto le hicieron más difícil el poner resistencia.
—Si me quedo aquí solo te daré el gusto y sabes que eso no pasará.
—Shhhh. —Bajó y tomó su polla para meterla a su boca como un experto.
Alex jadeó y tomó su cabello rubio entre sus dedos.
—Ro... ¡Ahhh!
El de ojos azules aumentó el ritmo. Desde ese ángulo, el miembro de Alex entraba hasta su garganta sin que el chico diera una sola arcada.
—No te quejes y disfruta —jadeó para introducir de nuevo el falo de Alex y chupar rápido, moviendo la lengua.
—Mierda, te odio —dijo el platinado con la lengua arrastrada y echó la cabeza hacia atrás mientras su cadera se movía involuntariamente.
—Ódiame más. —Sonrió lascivo y bajó a la base para lamer y jugar con sus testículos.
Las piernas de Alex comenzaron a tener pequeños espasmos ante el placer que Francisco jamás le había podido dar. El peliplatinado le quitó la camisa al rubio y después se retiró la suya, mostrando sus tatuajes y su espalda llena de cicatrices.
Roberto se paró tambaleante y se quitó las prendas de abajo para subir al regazo de Alexander y besarlo apasionadamente. El hombre se acomodó y tomó la polla del de ojos grises para autopenetrarse sin preparación, dando gemidos bastante altos, ya que Roberto jamás había estado con alguien tan grande.
Alexander apretó la mandíbula y lo tomó de la cintura, admirando su abdomen y su cuerpo lleno de cicatrices.
—Aprietas... muy... bien —jadeó y se acercó a su pecho para succionar sus pezones.
Roberto estaba dolorosamente duro mientras goteaba. Gimió agitado, maldiciendo a todo pulmón.
El más grande movía la cadera con fuerza para entrar mejor.
—Que rico —dijo con voz roca, mirándolo sexy. Lo apretó tan fuerte de la cintura que le dejó las grandes manos marcadas.
El rubio lamió sus labios cual perro y comenzó a rebotar cada vez más rápido, apretando cada músculo de su ser.
Alex tomó su nuca y comenzó a susurrarle.
— Eres mi perra ¿entiendes? —Le mordió el lóbulo de la oreja y bajó a su cuello para dejarle algunas marcas.
Roberto jadeó mientras hacía los movimientos de atrás hacia adelante como si fuera impulsado por las olas de mar.
El platinado apretó su espalda y bajó lentamente, sintiendo el calor de todo su cuerpo hasta darle una nalgada fuerte. Se paró y apoyó todo su peso en la pierna buena para no lastimarse. Le dio la vuelta al chico y lo pegó contra el sillón para entrar en él.
—¿Así te gusta? —dijo jadeante, besando la espalda del rubio.
—Duro, dame como cajón que no cierra —jadeó Roberto, mirándolo por encima del hombro.
Alexander rio y asintió siguiendo sus instrucciones, le dio la vuelta al chico y subió sus tobillos en sus hombros para acomodar su cadera; tomó el descansabrazos y se impulsó para hacer las estocadas más fuertes y rápidas, tanto que el sillón comenzó a avanzar con cada movimiento.
Roberto comenzó a suplicar hasta que estalló en un ronco gemido de placer, manchando un poco su abdomen y el de su compañero.
Alex salió del rubio y comenzó a masturbarse, llenando el rostro y el pecho del chico.
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Let's Forget Our Demons
Teen FictionCuando eres joven y has pasado por experiencias dolorosas, es difícil mantener una vida normal sin temores. Alexander Quintana es un universitario que intenta día a día mejorar su vida y demostrarle a todos que no es un simple rostro bonito. Junto a...