12.- Para jamás volver

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Alexander miró unos segundos a Roberto y se apartó para irse y dejarlo ahí, en completa soledad. Entró a la casa de nuevo y se sentó ignorando a todos sus amigos. Tomó su celular y comenzó a revisar sus mensajes, con los brazos cruzados y cara de pocos amigos.

Roberto se quedó afuera sollozando. 

—Nunca lo entenderías.... —susurró para sí mismo y se quedó fumando ahí, hasta que lo llamaron al medio día para que ensayaran, cuando Aurelio y Drake se fueron.

El peliplatinado tocaba la batería concentrado, viendo al rubio de vez en cuando mientras que Roberto tocaba la guitarra viendo el suelo.

James se detuvo de golpe. 

—Alto, esto está muy a destiempo. Alex, necesito que subas el ritmo. Nos hace falta una guitarra secundaria...

Roberto levantó la vista. 

—Yo conozco a alguien —dijo; se fue y llamó a su hermano quien llegó una hora después con su guitarra. Ahora la banda estaba conformada por Magaly con la voz principal, Roberto y Carlos con las guitarras, Sixx con el teclado, James el bajo y Alexander los coros y la batería.

Los chicos estuvieron ensayando por varias horas; todo iba en buen camino para el baile de graduación.

Alexander esperó a Roberto en la puerta, quien venía empujándose con su hermano. 

—¿Qué sucede? ¿te llevo a tu casa? —le dijo el rubio, quitando la sonrisa que tenía.

—En realidad... tengo que pasar por mis cosas a la tuya... si no es mucha molestia. ¡Ah! y hoy llevarán la moto al taller.

—Está bien, yo te llevaré —dijo Carlos bastante serio y lo ayudó a subir al auto.

Roberto se fue a pie, a quién sabe dónde con quién sabe quién. Alexander le siguió con la mirada a través de la ventana.

—Ignóralo, de seguro le dio un ataque de locura.

El de ojos grises asintió y se acomodó, pensativo. 

—(Debes dejar esas cosas de lado, tú no aprendes, maldito Alexander imbécil). —Suspiró viendo la luna.

Carlos miraba la carretera, apretando el volante. 

—Solo te advierto que, aunque no respeto absolutamente en nada a mi hermano, no permitiré que lo vuelvan a dejar en un hospital por un lío de putos.

Alex lo miró de reojo y continuó atento al camino. En cuando llegaron, el chico bajó y fue con el señor Ramírez. 

—Buenas noches, señor. Ya tengo el dinero para la reparación de la moto; solo necesito su número de cuenta para hacerle el depósito.

El hombre de barba le anotó el número. Más tarde el tráiler llegó con la moto y la bajaron entre el hombre y su hijo.

Carlos la miró horrorizado. 

—¡Oh preciosa! Mira cómo te hirieron.

—Por favor, déjenla como nueva. —Le lanzó las llaves a Carlos y miró al padre de Roberto—. Mañana en la tarde le hago un depósito por la mitad y, cuando me la entregue, le mando la otra mitad. Ambos estrecharon las manos y Alex se fue a su cuarto para empacar, ya que era su última noche ahí.

A media noche, Roberto llegó a casa, solo para recibir otra golpiza por parte de su padre.

Alex miraba el techo, escuchando los golpes que le daban a Roberto. La sangre le hervía en furia y se sentía impotente, no sabía qué hacer, ¿sería peor si lo ayudaba?

Let's Forget Our DemonsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora