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Kei se recuperó en un segundo, sonriendo con suavidad aunque la pregunta le quemaba en la lengua– Gracias a usted por invitarme, Kaminagayoshi-sama.

«¿Qué mierda? Mamá nunca dijo nada sobre mis abuelos, y no hay manera de saber las relaciones que tenía antes... ¿Por qué lo escondió?»

La mujer sonrió, y el gesto no hizo más que hacer que los dos rostros se sobrepusieran en la cabeza de Kei.

Tenía los mismos ojos suaves que Amai tenía pero no pudo evitar notar que había un sentimiento más allá de ellos, algo que hacía que no se sintiera bien recibida.

–Siéntate.

Kei lo hizo, justo al frente de ella. Dobló cuidadosamente la tela del kimono antes de sentarse en sus piernas.

Esperó pacientemente a que Lady Kaminagayoshi sirviera el té, haciendo la ceremonia minuciosamente. Cuando le sirvió, tal y como Kakuzu le había enseñado hace unos momentos, tomó la taza con su mano derecha y la recargó suavemente en la izquierda, girando dos veces antes de dar el primer sorbo.

–Delicioso.

Su anfitriona asintió satisfecha y esperó a que ambas terminaran la primera ronda para dejar los utensilios de lado luego de limpiarlos.

La espera solo hacía que más pensamientos llegaran a la cabeza de Kei, pero sabía que estaba haciéndolo a propósito. La mirada de reojo que le había dirigido al terminar el último utensilio había sido suficiente para confirmarlo.

Y como si fuera todo un acto teatral, la hospitalidad artificial con la que había recibido a Kei se desvaneció de los ojos de su anfitriona.

–Dime, niña.

Habló suavemente pero su voz estaba lejos de serlo, era fría y autoritaria. Ella cerró los ojos un segundo antes de enfrentar los contrarios: tan familiares y extraños a la vez.

–¿Sí, Kaminagayoshi-sama?

–¿Viniste a esta aldea a propósito?

Kei ladeó la cabeza, manteniendo su sonrisa tranquila– No sé a qué se refiere.

La mujer entrecerró los ojos, viéndola de arriba hacia abajo– Debes saber que no eres precisamente bienvenida en Amegakure.

No dijo nada, pero eso le dio la respuesta que quería a la anciana.

–Pero no es así, ¿Verdad? No tienes idea de porqué– Se burló, con sus labios curvándose en una sonrisa despectiva– Es lo que uno esperaría de esa mujer. Mi única decepción en esta vida es que Amai nunca haya tenido el valor suficiente para hacer las cosas como debe.

Ella escondió sus manos en las mangas del kimono, ahora hechas puño. Podía sentir a sus propias uñas enterrarse en sus palmas, pero lo ignoró.

Estaba acostumbrada a recibir miradas como la de esta mujer, burlonas, despectivas, con superioridad. Los aldeanos lo hacían cada vez que la veían con Naruto, y cada vez que en la academia alguien que pertenecía a un clan se desempeñaba mejor. Incluso como médico lo había soportado.

Pero todo eso era por su desempeño. ¿Y ahora? ¿Con esta mujer nacida en cuna de oro que insultaba tan abiertamente a su madre? Su paciencia era corta cuando insultaban a las personas que amaba.

Aunque estaba quemándole el cuerpo por hacer algo más, por gritar, romper y dañar, mantuvo su sonrisa tranquila– Perdone, pero no sé a quien se refiere, mi Lady.

La anciana rió, sin humor ni ganas. Su imagen de mujer refinada empezaba a quebrarse en los ojos de Kei. Aún con toda la tela de lujo que adornaba su figura, se veía exactamente igual a los aldeanos de Konoha viendo a Naruto.

¿¡Reencarné en Naruto?! [REESCRIBIENDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora