Capítulo 5- ¿A qué hora dijiste que era la fiesta?

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—De verdad, que bueno que Pablo le puso un alto a tu amiga. Es demasiado ruidosa, ya necesitaba que se callara por primera vez.—se quejó Alex mientras conducía camino a casa. Leo iba con nosotros en el asiento de atrás y yo en el de copiloto; él sólo había compartido una pequeña plática con Alexander en todo el trayecto, de cosas que sólo ellos entendían, yo no tenía ni idea de lo que hablaban. No me había dirigido ni una sola mirada desde que salimos de clases y ahora en el auto actuaba como si yo no existiera; yo por mi parte intentaba no mostrar lo nerviosa que estaba con su presencia.

—No es una mala persona, de hecho es bastante agradable.— Defendí a mi amiga a la vez que inconscientemente me permití por primera vez mirar por el retrovisor a Leo; él un segundo después de sentir mi mirada de la devolvió molesto, y yo acumulé valor para sonreírle. Él me miró extrañado y pude ver como media sonrisa estuvo a punto de asomarse en su rostro.

—A tí todos te agradan, Rebeca.— se quejó mi hermano.

—No todos, sólo soy amable, algo que tú no sabes ser. Además, Alison es mi amiga.

Bien creo que era imposible lograr que mi hermano tuviera una buena percepción de mi amiga; podría intentarlo si quisiera, pero no quería.

—¿Por qué la fiesta que harán será en nuestra casa y no en la de Claudia? — preguntó Alex.

—No la dejaron hacerla en su casa. De todas formas, ¿por qué te importa tanto? no estás invitado.

—Ni quiero estarlo.— respondió con una sonrisa.— Iremos a la playa este fin de semana.— Señaló a Leo indicando que él también iría con él. Pude sentir la mirada del castaño fija en mi espalda y mis piernas temblaron; puse mis manos en mis rodillas intentando ocultar su temblor para evitar que se burlara de mí como lo hizo con Ali, sin embargo no lo hace.

—Además no me gusta cuando las fiestas son el casa.— continuó hablando Alex.

—A mí me pasa...— me interrumpí a mi misma al ver el auto de Andrés estacionado frente a la casa y a él bajando de este.

—¿Qué?— preguntó mi hermano y al seguir mi mirada la comprensión llegó a su rostro, seguido de una sonrisa.— Es Andrés.— le explicó a su amigo.— Rebeca siempre ha estado enamorada de él.

No puede ser, Alexander le estaba diciendo a Leo que sentía algo por un chico por el que ya no sentía nada más que asco.

—No es cierto.— Aclaré con las mejillas rojas, Leo tenía el ceño fruncido y se notaba desinteresado; yo tampoco entendía porqué le estaba explicando algo que no le interesaba en absoluto.— Es sólo que no me agrada.

—No te agrada porque te pone nerviosa.— se burló Alex, tratando que su amigo hiciera lo mismo, pero él no lo hizo.

☆☆☆

Todo parecía incómodo para mí. Mi madre nos había hecho comer todos juntos; por lo que estábamos en la mesa, Jonathan y sus amigos Andrés y Miguel frente a mí; yo en medio de Leo y Alexander; y Lydia sentada a lado de Sebastian, como era normal; y estaban discutiendo, como también era normal. Mamá estaba frente a Sebastian; Emma aún no llegaba ya que se había entretenido en un trabajo en su universidad. Mi vista estaba fija en mi comida y evitaba mirar a otro lado; podía sentir la mirada de Leo viajar en mi dirección de vez en cuando. Mis mejillas no podían estar más sonrojadas.

A pesar de que Jonathan y Alex eran de la misma edad, ellos no compartían amistades; principalmente porque Alex iba un año atrasado a diferencia de Jonathan (el cual iba en último año de preparatoria); y al igual que Leo, aunque él estaba atrasado dos años.

—¿Puedes pasarme la sal?— Le pregunté a Alex, quien estaba a mi derecha; él se estiró un poco y al estar cerca del contenedor se detuvo.

—No la alcanzo. Andrés, ¿puedes pasársela a mi hermana? — Le pidió al pelinegro y este con una sonrisa se la pasó a mi mano temblorosa; el frasco resbaló de mis dedos y cayó en la mesa haciendo un ruido seco. Miré a mi izquierda y mi madre estaba intentando ocultar una sonrisa; de hecho todos menos Leo y Jonathan parecían divertirse con la situación, inclusive Sebastian y Lydia habían dejado de pelear. Era lo último que me faltaba, que mi familia pensara que me gustaba ese idiota; y lo peor es que él también creía lo mismo, eso sólo inflaría su estúpido ego.

No tenía idea de si Alex sabía que en algún momento me llegué a sentir atraída por Andrés y pensaba que me seguía gustando o si simplemente lo hacía para molestarme. De todas formas no estaba de ánimo, así que con una sonrisa fingida abandoné el lugar dejando mi comida a medio comer y a ocho personas confundidas.

☆☆☆

—¿Entonces lo invitarás?

—¿Qué? ¿a quién? — Cuestioné sin comprender. Después de haber abandonado la cocina había subido a mi habitación, y a los pocos minutos me llamó Alison insistiendo en hablar, y al yo no tener una excusa válida tuve que aceptar.

—A Alex, ¿lo invitarás?— Aclaró Ali.

—¿A donde?

—A la fiesta, Rebeca, ¿a donde más?— respondió algo exasperada.

Aunque llevaba alrededor de media hora en llamada con mi amiga, poco era lo que recordaba de lo que habíamos hablado; no era de mi completo agrado el hablar sólo con ella sin la presencia de Claudia.

—No lo sé, no creo que quiera ir.— Expliqué. Y sobre todo yo no lo quería ahí.

—Por favor.— insistió alargando la "o".

—Lo haré, pero si dice que no no insistiré.

☆☆☆

Después de mi llamada con Alison me encaminé a buscar a Alexander; al final lo encontré en la cocina acompañado de Leo. Voltearon a verme en cuanto llegué, mi hermano con una sonrisa y Leo con la seriedad en su rostro; a pesar de haber estado riendo con Alex antes de mirarme.

—¿Qué harán este fin de semana?— pregunté directa.

Ambos me miraron con el ceño fruncido.

—Iremos a la playa.—respondió Leo extrañado.

—Ya te había dicho.— continuó Alexander.

De acuerdo, no creo que quisieran cancelar sus planes.

—¿Por qué no se quedan este fin de semana y vienen a la fiesta?

El castaño me miró como si estuviera diciendo una incongruencia.

—Estás loca si crees que vamos a cambiar nuestro viaje a la playa por tu fiesta.— contestó Leo. Aunque sabía que tenía razón, eso no evitó que me sintiera un poco mal.

—Llevamos planeándolo por semanas, Rebeca.— explicó mi hermano.

Suspiré cansada y me di por vencida. Estaba a punto de irme cuando choqué con Millie, amiga de Jonathan y novia de Andrés, siempre me pregunté como una chica tan amable como ella podía salir con un idiota como él. Seguramente acababa de llegar, ya que no estaba hace un rato.

—Rebeca, ¿cómo estás?— preguntó con una sonrisa simpática y yo le sonreí en respuesta. Antes de que pudiera responder, ella siguió hablando.— Oye, Jonathan me dijo que harás una fiesta este fin de semana; verás, al concierto que íbamos a ir se canceló y no tenemos nada que hacer este sábado...

Pude ver como mi hermano estaba atento a la conversación; claro, él está encaprichado por ella desde tercer grado; y no había tenido nada serio con ninguna chica con la esperanza de que ella terminara con su novio (con el cual llevaba tres años). Millie era una chica hermosa y carismática; por un momento sentí inseguridad de que Leo pudiera estar mirándola también, pero no, él estaba distraído en su lugar, ausente a la conversación.

—Claro, pueden venir.— Le respondí y ella salió del lugar después de agradecerme.

—¿A qué hora dijiste que era la fiesta?— preguntó mi hermano. Leo puso los ojos en blanco abatido.

Bajo el cielo estrelladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora