Capítulo 19- La cita de Rebeca

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Todo había dejado de dar vueltas, pero sólo por unos segundos. Las lágrimas escurrían de mis ojos y las abundantes gotas caían emprendiendo una carrera en mi rostro, mi vista estaba nublada; a mi izquierda estaba Leo mirándome con compasión quizás, no estaba segura de qué era lo que decía su mirada, pero había algo en ella. inhalé intentando que el aire llenara mis pulmones, pero fue en vano, sólo logré más sollozos de mi parte y que mi nariz comenzara a escurrir. De pronto Millie entró a la habitación y su vista se posó en él, para después viajar en mi dirección con una combinación de duda y miedo.

—¿Qué le hiciste?— preguntó con la voz rota. Leo no sabía que decir, la miró con una expresión extrañada; algo que la rubia no se tomó nada bien y supongo que lo malinterpretó.— responde.— susurró.

—Nada.— Contestó él con la verdad.

Leo tenía razón, no había hecho nada más que obedecer mis peticiones de que se alejara de mí; no me sentía a salvo, tampoco sentía que tuviera valor alguno, me sentía sucia y culpable, demasiado culpable. Pero Millie no pareció creerle, se acercó a mi y se arrodilló frente a mí tomando mi cara entre sus manos.

—No sé que le pasa, sólo comenzó a llorar.

Ella ignoró las palabras de él e intentó crear contacto visual entre nosotras, su pulgar acariciando suavemente mi pómulo.

—Rebeca, ¿qué pasó?

Me abracé a mí misma y más sollozos salieron de mi boca.

—No lo sé.

Millie me abrazó y por un momento nos quedamos en esa posición, hasta que su celular comenzó a sonar y ella tuvo que salir del lugar para atenderlo. La sala de la casa de Leo se llenó con un profundo silencio, el cual decidí llenar.

—Perdón.— en cuanto las palabras salieron de mí, él volteó a mirarme con la pregunta impresa en su rostro.— Por provocar que ella pensara mal de tí.— Leo sonrió restándole importancia, para después intentar acercarse a mí, pero en seguida se arrepintió.— puedes sentarte al lado de mí...si quieres, digo; yo no tengo ningún problema contigo.

Leo volvió a sonreír y se acercó un poco, pero manteniéndose diez centímetros lejos de mí; tratando de no incomodarme, acción que hizo que mi corazón diera un pequeño brinco.

—¿Cómo te sientes?— cuestionó, pero antes de que pudiera contestar él se retractó.— No respondas, fue imprudente de mi parte el preguntar eso...

—Estoy bien.— le interrumpí.— digo, tan bien como puedo estar.

No estoy segura de qué pasó después de eso, creo que sólo caí inconsciente; o es una de las partes que aún no recuerdo y probablemente nunca recordaré.

—Lo siento.— Me disculpé y él me miró sin entender.— Porque fuiste obligado a cuidarme, y pues yo...ya sabes, no soy tu persona favorita.

Leo frunció el ceño.

—¿Por qué crees eso?

Su respuesta me sorprendió tanto que no supe que decir.

—Yo sólo...no parece que te agrado.

Él río con algo de burla, lo cual me hizo sentir avergonzada.

—Ese es tu problema, Becca. Tú siempre asumes cosas sin saber si son ciertas.

Su comentario despectivo me molestó un poco, pero no estaba lo suficientemente consciente como para decir algo coherente.

Bajo el cielo estrelladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora