Capítulo 8- Millie y Leo

1K 145 18
                                    

Leo acababa de colocarme el cinturón de seguridad del auto cuando se encaminó a subir al asiento piloto a la vez que Millie tomaba lugar en la parte de atrás.

—Estás muy callado.— Comenzó a decir la rubia intentando generar una conversación entre ellos en el trayecto.— Eso es raro en tí.

¿Era raro en él? Yo lo conocía por ser una persona que no hablaba mucho; aunque probablemente ella lo conozca mejor que yo, ya que ellos tienen amigos en común.

—¿Sí? Tal vez sea porque esta situación no es de mi incumbencia, nadie de nosotros debió opinar; Rebeca no es nuestra amiga.

Millie se quedó callada por unos segundos antes de contestar.
—Si lo dices por Andrés, ya sabes cómo es; no era su intención juzgarla.

Leo soltó una risa amarga.
—Tú lo conoces mejor que yo, sabes la forma en la que él piensa. No necesitas darme explicaciones.— Respondió y la chica se quedó callada. Él volvió a hablar después de un momento de silencio.— Sé que odias que te lo digan; pero no sé porqué sigues con él, en algún momento te puede pasar lo mismo que a Rebeca y Andrés lo único que hará será juzgarte como lo hizo con ella.

No entendía la relación que tenían, antes de hoy creía que sólo eran conocidos.

—Si lo dices porque estás molesto por como habló de Rebeca lo entiendo; pero si no es así, no tienes derecho a juzgarlo, Andrés me ama y yo lo amo a él.— Parecía molesta y por el timbre de su voz al replicar aparentaba que trataba de convencerse a sí misma en lugar de a Leo.

—Nunca dije lo contrario.— Concordó intentando dar por terminada la plática, pero Millie no lo dejó pasar.

—Sé que estás molesto por la forma en la que trató a Rebeca, pero no deberías; él es así.

—¿Por qué me molestaría eso? — cuestionó harto.

—¿Será por lo que sientes por ella?— empezó a decir y él la miró incrédulo como respuesta.— Antes a tí no te importaba el que yo fuera novia de Andrés, aunque siempre te desagradó, no te habías quejado hasta hoy.

—No sé qué te hace pensar que tengo sentimientos por ella.

—Por favor, Leo. Tú no eres precisamente un alma bondadosa, si cualquier otra chica hubiera pasado por lo mismo que ella tú te habrías negado a cuidarla.— Se justificó la rubia.

Leo se detuvo en un semáforo en rojo cuando mi cabeza empezó a dar vueltas, y sentí arcadas; él pareció notarlo ya que tomó mi cabello e indicó que vomitara en el suelo del auto. Antes de poder negarme, mi cuerpo comenzó a devolver todo el contenido de mi estómago.

—¿Lo ves? Ni siquiera a mí me has permitido vomitar en tu auto, mucho menos has sostenido mi cabello para evitar ensuciarme.— argumentó Millie. No podía procesar lo que ellos decían, a pesar de escuchar todo era incapaz.

—Rebeca es la hermana de mis amigos, yo sólo la estoy cuidando.

La chica enarcó una ceja.
—Claro, ¿y yo que soy? — preguntó, él sólo la ignoró ¿qué tipo de relación tenían? — me has tenido enferma y ebria en tu auto y todas esas veces me has hecho vomitar por la ventana.

—¿Y tú qué me dices de Alex? Se peleó con otro tipo sólo porque te faltó al respeto.— aclaró el castaño con una sonrisa. Millie lo miró mal.

—No necesitaba de su ayuda.

—Sé muy bien que no necesitabas ayuda, por eso no hice nada; pero Alex creyó lo contrario y te defendió, él haría cualquier cosa por tí a diferencia de Andrés.

La rubia puso los ojos en blanco y se echó para atrás en su lugar.
—No quiero estar con alguien que crea que soy débil y a quien además no amo.

Él rió incrédulo.
—Y en cambio prefieres estar con un idiota al que no le importas y aparte no amas.

Millie guardó silencio un rato y después susurró:
—¿Y qué me dices de tí?

—No hay nada que decir sobre mí, ya déjalo así.

Intenté por un momento seguir el hilo de la conversación pero mi cansancio y somnolencia era tan grande que terminé rindiéndome y cayendo en brazos de morfeo.

☆☆☆

El sentir movimiento a mi alrededor fue lo que provocó mi despertar y al mirar a mi derecha pude ver a Millie y Leo hablando fuera del auto con él recargado en mi puerta ¿cuánto tiempo llevaba inconsciente? Lo único que sabía era que mi cabeza ya no dolía tanto. Ellos miraron en mi dirección y al percatarse de que no seguía dormida, Leo abrió la puerta inclinándose en mi dirección.

—¿Te sientes mejor?— preguntó sentándose en el suelo del coche, un poco lejos de mi vómito; el ver eso me hizo sentir avergonzada, él pareció percatarse de eso.— no te preocupes por esto, te sentías mal; está bien. Además, ya tenía planeado llevarlo mañana al auto lavado.— Asentí nerviosa por nuestra cercanía; era la primera vez que no lo quería cerca, lo necesitaba lo más lejos posible.— ¿necesitas ayuda para caminar o...?

Lo interrumpí antes de que terminara la oración.
— Yo puedo sola, gracias.

Él se hizo a un lado abriéndome el paso y con dificultad intenté ponerme de pie pero me fue imposible; lo intenté de nuevo, tenía que lograr caminar yo sola, no quería necesitar su ayuda. Leo se acercó a Millie y le murmuró algo provocando que ella se acercara a mí y me ayudara a apoyarme en ella para caminar. Como Millie me sentía a salvo.

☆☆☆

Decir que llevaba más de diez minutos en la casa de Leo era exagerar; apenas acabábamos de llegar. Estaba sentada en uno de los sillones con el castaño sentado al otro extremo del mismo mueble; justo a la distancia que lo necesitaba, lejos de mí. Estábamos solos ya que en cuanto llegamos Millie se alejó para hacer una llamada y aún no había vuelto. Me sentía incómoda estando sola con él, y no era una incomodidad agradable o buena; estaba asustada. Me sentía insegura e indefensa. Miré en la dirección de Leo, encogiéndome en mi lugar con un miedo irracional de que fuera capaz de hacerme algo; él me devolvió la mirada curioso.

—Sabes que no te haré nada, ¿verdad?— preguntó esperando que contestara que lo sabía, pero yo no era capaz; aunque quisiera no confiaba en él. Él suspiró interpretando mi silencio como respuesta y se acercó a mí; poniéndome en alerta.— Rebeca, sé que no comprendo, por lo que pasaste fue algo... horrible; pero entiendo muy bien el que no confíes en mí, si te hace sentir más segura, Millie está aquí por tí; estás segura con nosotros.

Leo me estaba regalando una reconfortante sonrisa, causando que yo le sonriera de vuelta. A decir verdad el saber que Millie estaba presente me reconfortaba bastante. Me sentía tan culpable, nada de esto estaría pasando si yo no hubiera sido tan ingenua, todo era mi culpa. También sentía rabia, me molestaba el hecho de que alguien se sintiera con el derecho de tocarme sin mi consentimiento; la inseguridad me invadía, pero el sentimiento que más predominaba era la tristeza, me sentía sucia y sin valor.

—¿Cómo te sientes?— La voz suave y ronca de Leo me sacó de mi ensimismamiento.

Mordí mi labio inferior al sentir comezón y ardor en mis ojos además de ganas de llorar. No podía desmoronarme frente a él.

—No puedo hacer nada bien, todo esto es mi culpa; estoy tan...arrepentida.— respondí con sinceridad intentando que mi voz no se quiebre.

Sentí su profunda mirada fija en mi rostro.
—Rebeca, lo que pasó no fue tu culpa.

Me quedé callada y no respondí nada. Las lágrimas se empezaron a derramar a pesar de haber estado conteniéndolas.

—No llores, por favor.— murmuró Leo, causando que más gotas cayeran; él acercó un dedo a mi rostro tocando una de mis lágrimas, lo cual por más que lo intenté retener, me puso ansiosa e incómoda.

—No me toques, por favor.— pedí en un susurro esperando no herir sus sentimientos; sin embargo el dolor no atravesó la mirada de Leo, sino que lo entendió completamente, alejándose lo suficiente de mí.

Bajo el cielo estrelladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora