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Eunsan ; Strawberry cheeks

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Eunsan ; Strawberry cheeks

Dongmin era un antisocial de primera, eso había que admitirlo, pero no se avergonzaba de aceptar lo que él se había resuelto por sí mismo a ser. Odiaba tener que aceptar opiniones ajenas, odiaba que la gente hablara y hablara sin parar contándole cosas de las que no quería saber, odiaba que le preguntaran muchas cosas al punto de saturar su cerebro, odiaba que tocaran sus cosas creyéndose con el derecho de hacerlo por ser "amigos". Definitivamente odiaba socializar.

Aquel sábado por la mañana había tomado una libreta repleta de bocetos y un lápiz, y había salido en su bicicleta para ver que encontraba para dibujar por ahí. A veces llegaba a pensar que tener amigos era mucho trabajo, debes cuidarte de no ofender a nadie y soportar hasta lo que no te gusta de ellos para poder seguir a su lado. Eso se oía a mucho trabajo que no parecía para nada satisfactorio, aunque realmente nunca lo había probado ya que de pequeño solía apartarse para que no tocaran sus cosas.

A veces se sentía extraño al ver como otras personas parecían muy felices teniendo amigos, incluso a distancia. Pero él no podría soportar la presión de tener un amigo ¡Y menos una pareja! Imaginense, él, el rey de los antisociales, ¿con pareja? Antes muerto. Eso parecía ser algo realmente trabajoso y fastidioso, los mimitos y las cursilerías de lejos ya se oían vomitivas y como un dolor de cabeza. No es que por ser antisocial no hubiera tenido confesiones, de hecho le sorprendía tener tantas, pero las chicas le parecían molestas con su aegyo y su intento de verse sexys o tiernas ante él. Solo le daban pena porque recibirían la misma respuesta cada una de ellas:

"Lo siento, no me gustas. Adios."

Típico de él, pero así quería mantenerse, con paz y sin la responsabilidad de tener que sacar adelante una relación. En una debes tener cuidado con lo que dices, las peleas sonaban como una jaqueca constante, tener que recordar fechas especiales era tedioso, y ni mencionar el tiempo de relajación que tener una relación podría arruinar y consumir por completo. Mucha gente lo juzgaba por su forma de pensar, que era raro, antisocial, aguafiestas, insensible, una persona molesta, entre otras cosas. Pero simplemente nadie podía comprender que no solo le molestaba tener que cargar con la responsabilidad de hacer cosas que no quería por otros, sino que tenía miedo a tomar cariño y ser abandonado y lastimado, tal como lo hizo su madre.

Además de ello, las chicas no llamaban su atención, eran chillonas, chismosas y muy infantiles con su intento de verse tiernas para conquistar. Y su aegyo... ¡Que pesadas! Quizá solo era cosa de las coreanas el intentar ser tiernas siempre, no lo sabía porque no conocía chicas de otros lugares, pero si que era molesta su voz chillona que según ellas era "tierna".

Llegó al parque y se sentó en una banca a dibujar las flores, tantos colores y tanta belleza, quizá el único enamoramiento que había tenido era por la naturaleza. Oyó un sonido, alguien había tomado una foto de modo que alzó su vista de su libreta y vió como un chico de cabello castaño, ropa olgada y enorme y una sonrisa preciosa, lo observaba animadamente.

Lo saludó, Dongmin no era maleducado así que respondió. El castaño ladeó su cabeza y señaló su cámara, como si pidiera permiso para tomarle una fotografía, Dongmin solo asintió algo confundido. El contrario le indicó desde lejos como posar, por lo que solo hizo caso porque ya había aceptado. Luego de ello, el contrario elevó su dedo pulgar en señal de aprobación y caminó hacia él con la vista enfocada en su cámara.

¿Quiere verla? — dijo el contrario, y Dongmin frunció el ceño en señal de confusión. — Oh, lo siento, no me presenté. Soy Sanha, estoy realizando una tarea para mi primer año en la universidad y usted me pareció un buen sujeto para mi obra.

— Soy Eunwoo, y no uses lenguaje formal conmigo porque no soy tan mayor. — afirmó el pelinegro. — Está linda.

— Es porque tuve un modelo muy apuesto. — rió el menor.

Por primera vez, una sensación extraña atacó su estómago, hormigueaba y deseaba soltar una risa nerviosa que contenía en su garganta. No estaba mal del estómago, pues comía sano. Entonces ¿qué era? Sus mejillas se calentaron, era como si el calor de su cuerpo hubiera subido hacia ellas en unos segundos.

Que lindas mejillas de fresa. — rió nuevamente el castaño. — Espero volver a verlo pronto.

— Dame tu número de teléfono. — habló rápidamente el mayor. — D-digo, si quieres.

— Claro. — Sanha tomó su lápiz y lo anotó en su hoja. — Llamame, me gustaría oir tu voz.

— Qui... ¿Quisieras acompañarme un rato? — cuestionó jugando con sus dedos.

Claro que si, me gustaría captar con mi cámara esas lindas mejillas de fresa que tienes.

Si que se le fueron las ganas de ser un antisocial. De pronto todo lo que odiaba, comenzó a amarlo y el hecho de tener una relación, dejó de sonar como algo insoportable. Todo por aquel chico que elogiaba sus "mejillas de fresa".

𝐎𝐍𝐄 𝐒𝐇𝐎𝐓𝐒 𝟐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora