Capítulo Siete

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Se me hacía raro pensar en todos los propósitos que Javier quería conseguir de mí. Eso era algo que yo quería en el pasado y que ahora no lo deseaba, ni por un millón de estrellas que me ofreciera.
Comprendí que la lucha seria aún más larga de lo que me imaginé. Una lucha muy intensa. No sé cuando diablos me marcharía del lado del único hombre que había logrado humillarme. Pero estaba segura de que no sucumbiría tan rápido a sus oscuros deseos de ser su sumisa.
Sentía bastante miedo al recordar que ahora no tenía identidad y que ahora mi vida aún estaba en riesgo. Tanto que en aquella oscuridad vi como mi futuro se marchitaba lentamente.
Comencé a ver un poco de luz. Suponía que los efectos de lo que había en aquel trapo estaba desaparecido. Ahora es cuando realmente comencé a tener mi propia pesadilla de nuevo. Y más cuando intenté escapar de nuevo.
La luz se hizo más grande y me pude percatar que estaba despertando de aquel profundo sueño. Uno que había comenzado a ser algo terrible para mi vida.
Aún continuaba exhausta por lo que me había quedado dormida.
Unos minutos después, abrí los ojos y me percaté que habíamos vuelto a ese espantoso lugar.
Me percaté más tarde, que estaba atada con una camisa de fuerza.
Comencé a forcejear y volví a percatarme de la mordaza sobre mi boca. Fue cuando empecé a moverme nerviosa. Y más cuando sabía que las cosas podían cambiar más de lo que ya habían cambiado.
―No continúes ―escuché―. No vas a escapar de nuevo. No si estás atada.
Balbuceé. Quería maldecirle por aquello que me estaba haciendo.
Vi de pronto a Javier. Que estaba sentado ante mí. Tomándose algo de un vaso y tomándose lo que parecía ser un puro.
Unos segundos más tarde, apagó el puro y le dio un último sorbo al vaso. Y por el olor que desprendió, parecía alcohol.
Continúe forcejeando. Salvo que en breve, sentí como algo me tiraba del pelo.
Miré rápidamente arriba y tenía claro que no iba a salir bien parada en todo esto.
―Jamás vas a volver a desafiarme, Martina ―dijo―. Y pienso cerciorarme de ello.
Balbuceé de nuevo y Javier me quitó la mordaza.
―No puedes retenerme Javier ―dijo tragando saliva.
―Ya lo hago. Y lo seguiré haciendo.
Javier me soltó el pelo y en breve, me levantó enseguida de la cama.
Pocos segundos después, me hizo caminar hasta llegar frente a una gran pantalla.
Vi en ella a Fran. No podía creer que estuviese viendo al amor de mi vida ante mis ojos. Pero también aparecía su esposa en ella. Y podía ver que escondía algo en su mano derecha.
―Tú decides. Si escapas de nuevo ante mí, haré que Rachel lo mate. Y si no lo haces, tendrás la vida de tu "Fran" a salvo.
―Hijo de puta ―le dije.
―Lo sé. Pero su vida depende de ti, Martina.
Javier me estaba poniendo contra la espada y la pared. Aún no podía creer lo que estaba sucediendo. Y más ante mis ojos.
―Piensas que si lo matas, no voy a intentar escapar de nuevo.
―Y si no lo mato, ¿qué harás?
Hice una pausa. Ya que no era capaz de decir palabra alguna.
―Rachel, adelante ―dijo Javier.
Y vi que ella se iba acercando a Fran. Descubriendo un cuchillo. Era por eso por lo que escondía su mano.
―Ejecuta ―dijo de nuevo.
―Javier para ―dije.
―¿Por qué iba a hacerlo?
―Porque prometo no escaparme-
―Rachel para ―dijo de nuevo―. ¿Y qué más harás?
―Haré lo que me pidas.
―¡Ah sí! ―él arqueó una ceja―. Bien.
Javier se bajó los pantalones y sus calzoncillos. Sacando su pene, volvió a decirme:
―Chúpamela.
Negué a hacerlo.
―No dices que harás lo que yo te pida. Pues hazlo. Al menos que todo lo que me has dicho sea una mentira para salvar a tu amado abogado.
Él hizo una pausa.
―Hazlo y demostrarás que no eres una mentirosa. Pero también protegerás a ese abogado de quinta.
No supe que decir. Pero él reaccionó, poniéndome su miembro en la cara.
Abrí la boca y me la metió. Pero sentí un asco por eso que quería que hiciese.
Javier comenzó a moverse despacio y aquel asco me estaba haciendo marearme. Pero también me estaba haciendo tener ganas de vomitar.
Él volvió a agarrarme del pelo y comenzó a mover mi cabeza, pocos segundos más tarde. Lo hacía tan brutalmente, que solo quería llorar.
Cada vez me sentía más sucia por todo. Incluso porque él me tocase y yo no hiciese nada para salvar mi dignidad.
Notaba la erección cada vez más dura y sabía que esto iba a ir para largo.
Él paró enseguida de penetrarme la boca y me arrodilló en el suelo. Poniéndome a cuatro patas.
Noté como él quitaba algo de mi espalda.
En pocos segundos, lo que me quitó de mi espalda, sonó y cayó al suelo. Parecía ser una tira que estaba entre mi sexo de la camisa de fuerza.
En segundos, noté que bajó lentamente mis bragas. Eso me hizo forcejear.
Una palmadita en mi trasero, hizo que parara de hacerlo. Y en breve, noté como Javier metía dos de sus dedos en mi vagina.
Él comenzó a moverlos dentro de mi sexo. Comenzando a gemir.
Me tenía que concienciar que no podía escapar y acostumbrarme a esto. Así que, intente bloquear esa parte que sentía por Javier hace muchos años.
Javier volvió a darme palmaditas en el trasero. Parecía que ahora el dolor le ponía cachondo. Tenía que parar todo aquello de inmediato antes que mi dignidad se viese por los suelos.
Pocos minutos después, no noté más que sus dedos dentro. Por lo tanto, me relajé. Supe que había terminado.
En breve, escuché algo. Fue un breve gemido. Supe que se la estaba poniendo nuevamente dura para penetrarme. Pero también escuché un ruido raro.
Comencé a forcejear y a gritar. Pero enseguida, él me puso con intentos; la misma mordaza en la boca.
Forcejeé. Ya que recordé lo que paso hace unos días.
Javier agarró mis caderas y en breve, sentí como metía su miembro en mi interior. Eso me hizo entender que no tendría jamás escapatoria tras humillarme para salvar la vida de Fran.
Él comenzó a moverse y comencé a sentir algo en mi estómago. Era como gusanos haciendo sus capullos.
Javier se movió aún más rápido y comencé a notar su erección cada vez más dura.
¡Dios! Quería que él terminase de hacer aquello que tanto me daba asco hacer ya.
Algo en mi clítoris hizo que me moviese un poco y que gimiese más de lo que ya hacía. Hasta que me di cuenta de que Javier estaba masajeándolo de nuevo con sus dedos.
¡Dios! Que pare de una vez.
Él paró de masajearme después de pensar en esas palabras. Creo que era para que no llegase al orgasmo antes que él.
En breve, escuché un ruido muy extraño que parecía muy seguido. Hasta que pocos segundos más tarde, comencé a notar vibraciones en mi clítoris.
Javier comenzó a moverse aún más rápido, mientras que las vibraciones hacia que me corriese antes que él. Y me iba notando cada vez más mojada. Un paso fácil para un orgasmo.
Él sacó su miembro de mi interior y continuó poniéndome aquel vibrador. La forma que tenía el juguete sexual, era en forma de micrófono. Pero recordé en segundos que a Javier le llamaba la atención todo lo que le parecía curioso.
Me eché hacia adelante y Javier me agarró la cadera. En segundos, presionó muy fuerte para que no escapara a ese orgasmo.
Una milésima de segundo después, las vibraciones pararon. Respiré profundamente al pensar que todo había acabado. Pero enseguida volví a notar un liguero dolor sobre mi sexo. Enseguida supe que Javier había vuelto a meter su pene de nuevo en mi vagina.
Él comenzó a moverse lentamente y comencé a notar los efectos de aquel orgasmo que estaba buscando desde hacia varios minutos.
Segundos más tarde, él comenzó a moverse más rápido.
Con cada embestida que Javier daba fuerte, notaba como me estaba corriendo. Pero también como mi dignidad estaba por el suelo.
Minutos más tarde, noté que me había llegado al orgasmo. Pero como algo se movió en mi interior.
Supe que Javier también se había corrido, cuando se desplomó encima de mí.
Recuperó el aliento en segundos y él se incorporó de nuevo.
Sentí el ruido de la cremallera y supe que por fin todo había acabado. Por lo tanto, me desplomé en el suelo, queriendo llorar.
―Rachel aborta ―dijo―. Todo está normal.
Tras unos segundos de silencio, me quedé sin palabras.
―Mañana será otro día nena. Ahora piensa lo bien que lo vamos a pasar tú y yo junto ―me dijo al oído.
Después escuché como él caminaba y se marchaba de allí.
Me percaté que no estaba, cuando él cerró la puerta y echó la llave. Pero también cuando sus pasos se hicieron notar por aquel suelo de parqué.
Comencé a sollozar en breve y como pude, me hice un ovillo. Quería aferrarme a mí misma, antes que la pesadilla volviera a ser como antes. Antes de que aquella pesadilla creciese en el día a día.

Yo Gano. Tú Eres Mía (Algo Prohibido #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora