Capítulo Once

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Desperté la mañana siguiente algo aturdida y también algo dolorida.
Javier no paró de follarme todo el día anterior. Ahora sabía que el sexo era lo único que le calmaba.
¡Tenía que volver a escapar! No quería tener la vida de una mujer que no era.
Miré hacia el lado derecho y vi que Javier estaba durmiendo como si nada de lo que paso ayer estuviera pasando en realidad.
Me levanté muy despacio de la cama y cogí la ropa que tenía del día anterior.
Fue hasta el cuarto de baño y ahí comencé a vestirme. Tenía que volver a intentarlo. Aunque eso me costase la vida.
Unos minutos después, salí del baño y Javier aún estaba dormido. Esperaba no despertarle.
En breve, abrí la puerta y caminé normalmente para evitar levantar sospechas de que quería escapar de nuevo.
Llegue al salón en pocos segundos y allí estaba encendida la chimenea Hugo. Ese hombre parecía más un criado que el hombre de confianza de Javier.
―Hugo ―dije.
―Señorita ―respondió―. ¿Necesita algo?
―No nada, gracias.
―El señor no ha bajado.
―Lo sé. Aún está dormido ―respondí.
―¿Y dónde va tan arreglada? Supongo que iba a dar un paseo.
―Iba a hacerlo. Pero acabo de recordar que es mejor que no salga de estas cuatro paredes.
―Hace bien.
Hicimos una pausa.
―Debería de desayunar. El señor no me ha confirmado cuando viajaran a "cinco sentidos".
―¿Qué es eso de cinco sentidos? Sé que Javier pero nunca he escuchado nada de que existiera un lugar así.
―Es el rancho del señor. Ahí se ha aislado cuando su madre murió.
―¿Javier le ha puesto a un rancho cinco sentidos?
―Así es, querida ―escuchó la voz de Javier detrás de mí.
Tras una pausa, Javier dijo.
―Hugo, puedes retirarte.
Hugo obedeció y se marchó enseguida del salón.
Me separé un poco de él y en breve, le miré.
―¿Qué ocurre Martina? ―me preguntó
―Javier, no quiero ir a ese lugar.
―Martina, allí estarás a salvo de todo esto que me rodea.
―Lo único que me mantendría a salvo es volver a tener una vida normal como antes.
―Martina, no me pidas que te deje marchar, porque no lo haré.
―Pues no pienso ir.
Javier rio entre dientes.
―Querida, no hay más que negociar. O lo hacemos por las buenas o por las malas. Tú decides.
Entonces salí corriendo. Ya que no me encerraría en el fin del mundo por que Javier quisiera.
―¡Hugo! ―escuché.
Corrí para salir de aquel lugar.
Noté que me perseguían. Y tenía que escapar para que no me aislaran en otro lugar que no fuera este.
Algo me agarró de pronto. Entendí que nada iba a cambiar.
Al ver el rostro de un hombre, forcejee. Quería que me dejara.
Pero lo peor fue cuando vi a Javier ante mis propios ojos de nuevo.
―Gracias por atraparla, Agustín.
―No hay de que, señor Salazar.
Javier me agarró y me puso unas esposas.
―Te dije lo que pasaría si volvías a escapar Martina.
―Haz lo que tengas que hacer. Yo me rindo ―dije.
―Voy a atarte y nos marcharemos al rancho. Y cuando vea preciso, veré si reconsidero desatarte. Aunque tú ya sabes que si forcejeas me la pondrás dura.
―No voy a doblarme más Javier. Jamás. Que me rinda, no significa que hagas de mí tu títere.
―¡Ah no! ―exclamó―. Entonces el tiempo en el rancho te enseñaré que si puedo hacer que te doblegues a mí.
Forcejee y sentí una avista sobre mi brazo derecho. No me di cuenta de que Javier me había inyectado algo, hasta que no miré hacia donde su mano estaba.
―Ahora dormirás y cuando despiertes, ya no estaremos en este lugar.
En pocos segundos fui cerrando los ojos y en nada me quede dormida.

Yo Gano. Tú Eres Mía (Algo Prohibido #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora