Capítulo Quince

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La luz del solo, me despertó.
Aún no había amanecido y yo me había vuelto a quedar profundamente dormida más tarde de lo que imagine. Tanto que había sentido algunos disparos y un poco más tarde a Javier entrar en la misma habitación. Como también sentí que se sentaba en una de las sillas junto a la ventana.
Me giré en pocos segundos y noté el tacto. Pero también el calor. Y cuando abrí los ojos, allí estaba él. Profundamente dormido. Supongo que había estado pensando en lo que había ocurrido el día anterior con aquella mercancía y eso hizo que Javier acabara cansado y dormido a mi lado.
Me levanté de la cama y decidí ir al baño. Por lo menos, me libraría de estar a su lado cuando Javier despertase.
Me desnudé y entré en la ducha en pocos segundos.
El agua tibia comenzó a caer sobre mi cuerpo. No me había sentido más relajada como en esos momentos.
Sentí que algo me presionaba los hombros. Y como se movía lentamente por ellos y mi espalda. Reconocía que era unos masajes. Y unos que me resultaban muy familiares.
Me giré de pronto y vi que Javier estaba ahí. ¿Así que era él quien me estaba dando aquel masaje?
Me aparté enseguida de él y decidí acabar con aquella ducha. Pero Javier me frenó, cogiéndome del brazo.
―Dúchate conmigo ―dijo él.
Obedecí. No quería que me hiciera lo mismo que hace varias horas.
Retrocedí y continué allí a su lado, aunque me negase a ello.
Deje que el agua volviese a caer sobre mi cuerpo.
Él comenzó a tocarme el pelo y supe que estaba dándome señales de lo que escuche anoche antes del paseo por el jardín y la cena. Si eso era verdad, tenía que jugar a sus mismas cartas.
Me giré para que no lo hiciera más.
Ambos nos miramos a los ojos y enseguida bajé la mirada.
Cuando aclaré mi pelo del jabón, me salí de la ducha. Quería evitar un nuevo roce.
Caminé hacia la habitación.
Noté como Javier me seguía. Algo no muy bueno estaba planeando cuando lo hacía.
Fui hasta el armario y comencé a ver qué vestido iba a ponerme. Aunque me pondría unos pantalones vaqueros y una camisa para estar por este lugar.
Cuantas veces había estado soñado con tener un lugar así. Mis padres ―sobre todo mi padre― tenían su dinero por que habían trabajado y ese dinero yo lo heredé. Pero mi padre nunca se planteó tener un rancho o una casita en medio de la nada en el campo. Y sin embargo, Javier lo había logrado en tan pocos años.
―Ponte algo cómodo ―dijo él―. Aún me debes montar a caballo.
Asentí y después le dije:
―¿A qué hora vendrá ese profesor?
―No vendrá ningún profesor ―me respondió―. Montarás conmigo en el mismo caballo.
―Sí, señor ―respondí sarcásticamente.
Y él no dijo nada. Eso me alivió bastante.
Cambié lo que quería ponerme por algo cómodo para poder montar.
En pocos segundos, comencé a vestirme y durante mi desnudez, noté como Javier me miraba. Y su mirada era como espadas clavándose por mi espalda.
Por unos momentos, miré en el espejo y vi que él estaba de espalda y desnudo. No sé que me ocurrió, pero me quedé por segundos mirándole hasta que se puso la ropa interior.
Su teléfono móvil comenzó a vibrar y la música en breve. Reconocí enseguida la canción de la banda sonora de La vida es bella. Eso hizo que me diera el corazón un vuelco.
Javier se metió dentro del baño y cerró la puerta. Algo estaría pasando cuando lo hizo tan rápidamente.
Terminé de vestirme en pocos minutos y decidí de marcharme de la habitación hasta el jardín. Ya que no quería que Javier me siguiera mirando.
Pocos minutos después, pensé mientras que caminaba por el jardín que debería de ir a las caballerizas. Quizás ahí estaría más a salvo que donde estaba. Ya que no quería encontrarme sorpresas.
Al llegar allí, me percaté que había varios caballos. Pero el que más me llamó la atención fue un caballo pura sangre inglés. ¿Cómo diablos había conseguido uno?
Me acerqué al caballo y comencé a acariciarlo. Me parecía lo más hermoso que había tenido antes.
―Ya veo que conoces a Galán ―escuché.
Me miré y vi a Javier detrás de mí.
―Así es.
Hicimos una pausa.
Javier se acercó a mí y volvió a decirme:
―Me alegra saber que os conocéis y que le caes bien a Galán ―él se montó enseguida en el caballo.
Javier extendió su brazo y me dijo de nuevo:
―Vamos. Deja que te ayude a subir.
Me fie de él y le di mi mano.
Él me ayudó a subir y en breve me senté delante de él. ¿A qué diablos estaba jugando? Si ese era su nueva carta, yo también tenía nuevas a las que jugar.
El cabello comenzó a moverse. Eso me puso un poco más nerviosa. Tanto que pregunté:
―¿Cómo conseguiste este caballo pura sangre inglés?
―¡En serio me lo preguntas! ―exclamó.
―Ya. Me imagino como lo conseguiste.
El silencio se halló entre nosotros y supe que había hecho mal en preguntarle.
Comencé a preguntarme millones de cosas y entre ellas, el por qué no me había dicho lo que sentía por mí. Si era verdad que estaba aún enamorado de mí. O por lo menos el motivo por el cual me hizo lo que me hizo, si aún sentía eso por mí. No quería saberlo. A fin de cuentas, este secuestro iba a durar muy poco.
―Carlo llegará a las ocho ―dijo de pronto.
―¡Que! ―exclamé―. ¿Quién diablo es Carlo?
―Es la persona que se encargará de ti.
―¡Me vas a compartir con otro hombre!
―No ―respondió―. Carlo se encargará de ti para ir a cenar. Quiero que te veas fantástica esta noche.
―¿Por qué me iba a vestir bien si no vamos a salir del rancho? ―le pregunté.
―Ahí te equivocas. Esta noche iremos a cenar a la ciudad.
Pero no supe qué decirle. Salvo quedarme callada.
―Martina, quiero hacer que tus seis meses a mi lado sean agradables. No desagradables o castigándote para que te enamores de mí.
Hizo una breve pausa.
―Solo tienes que obedecer mis reglas y todo será más fácil.
―No creo que mi vida sea tan fácil. Y más cuando sé que mi vida corre peligro a tu lado.

Yo Gano. Tú Eres Mía (Algo Prohibido #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora