Capítulo Uno

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Dos meses más tarde, encontré un poco de estabilidad. Volviendo a la realidad de la cual Javier me sacó. Hace dos meses mi vida era un caos junto a Javier. Donde recibí dolor y pasión. Pero volver a la realidad de mi secuestro, era como dos bombas nucleares. Dos bombas que no debió de crearse y dejar que explotara.
El futuro que pensé que tendría con aquel hombre de mi pasado, se vio de nuevo por los suelos. Y pensé donde estaría y por qué aún no ha regresado para buscarme. Pero preferiría que no volviese. Mis sentimientos estaban aún confusos y reconocía que lo que más echaba de menos eran sus roces. En dos años de secuestro y en tan poco tiempo de estar conviviendo a su lado, recordé lo bueno que eran sus orgasmos. Eran incluso mejores que los de Fran.
Fran ha intentado recuperar lo que teníamos hace años en este breve tiempo. Pero aún no lograba volver a la realidad en la cual me había metido Javier en esos dos años.
Tuve la suerte de volver a la vida normal mucho antes de lo posible. Aunque supuse que el juez sabía que todo aquello fue un secuestro planeado por una persona peligrosa y por eso me devolvió lo que tenía antes de eso.
Volví a mi departamento en Londres después de resolver unos asuntos en España y recuperé mi trabajo varios días intentando no aferrarme a un miedo que apenas estaba ahí. El psicólogo me ayudó en parte a ello y a entender cosas de mi pasado que aún seguía sin resolverse.
Me pregunto dónde estaría Javier. Sé que debería de olvidarme de él, pero aún temía que volviese a buscarme y hacer lo que hizo de mí hace dos meses.
La reunión de esa mañana me había dejado agotada. Suponía que era porque últimamente no había dormido bien por las pesadillas. Unas en las que Javier se hacía presente. Pero a su vez el llanto de un bebe. Y sabía a qué se debía esto último. A mi suerte, el diu hormonal terminará dentro de unas semanas. Cosa que he pedido cita para dentro de mes y medio.
Entré en el departamento y dejé mis cosas en el armario de la entrada.
Fui hasta la habitación.
Necesitaba una ducha y dormir un poco antes de que me terminara desplomándome en el suelo.
Un ruido me sobresaltó y sin darme cuenta, alguien me agarró por detrás y comencé a sentir un hormigueo en mi nariz.
Forcejee para evitar cualquier cosa que fuera a pasar. Eso me recordó como había soñado mi propia muerte mientras que estaba sin respiración bajo el agua o con una bolsa de plástico puesta en mi cabeza. Ese era mi peor miedo escénico. Eso y que mi madre no me recordase. Tal y como había pasado hace un poco más de dos años. Cuando todos en mi familia, creyeron que había fallecido en un accidente de coche. Al menos eso fue lo que Fran me contó. Pero también me contó que empezó a sospechar, cuando vio una de las cámaras de seguridad de los aparcamientos de aquella fábrica. Por eso se habían infiltrado y me hicieron creer que Rachel era una mujer que se había aliado con Javier.
En cuestión de segundos, comencé a quedarme dormida sin poder verle la cara a la persona que me haría daño esta vez. Y pensé antes de terminar de cerrar en mi padre. Esperaba que mi él me ayudase donde quiera que estuviese y donde quiera que mi secuestrador me llevase.

Desperté.
No sé cuánto tiempo había estado dormida, pero el miedo del cual el psicólogo y yo hemos estado tantas veces hablando, volvió a mi cuerpo en forma de escalofrío.
Busqué un poco de luz. Pero no la encontré.
Me levanté de la cama y fui a ciegas hasta la puerta para poder escapar antes de que mis secuestradores se dieran cuenta de ello.
―¿A dónde piensas que vas princesa?
La voz me hizo reaccionar dándome rápidamente la vuelva.
―Te he echado de menos ―dijo de nuevo.
La luz se hizo de pronto y vi a Javier sentado en un pequeño sofá.
Ambos nos miramos fijamente y caminé hacia a él. Entonces entendí que lo que paso hace dos meses, no fue un sueño.
―Estás hermosa princesa ―dijo.
―¡Que estoy hermosa! ―exclamé―. Eres un hijo de puta.
Me acerqué más a él y en breve volví a decir mientras que le maldecía y golpeaba:
―¡Cómo pudiste! ―le pegue una bofetada.
Javier reaccionó rápidamente y cogió mis muñecas enseguida. Llevándolas encima de mi cabeza. Pero forcejeé, mientras que él me arrastraba.
En segundos, ató mis muñecas en unos grilletes y forcejeé más contra ellas.
―Tranquilízate nena.
―Suéltame ―dije―. Me das asco.
Javier se movió detrás de mí y poniéndose pegado a mi espalda; poniendo mis manos en mi cuerpo, comenzó a bajar lentamente hacia mi sexo.
En segundos, metió sus dedos en mi vagina y comenzó a sacarlos y a meterlos lentamente. ¿Cómo diablos hacia que me envolviese en la pasión que ambos sentíamos?
Eché mi cabeza hacia atrás y sentí la risa entre dientes de Javier. Que parecía divertirse conmigo.
―Pues tu cuerpo no me dice lo mismo ―dijo.
Sacó sus dedos y enseguida me miró. Y dándome un beso en los labios, me percaté que él tenía razón. Una parte de mí, también le había echado de menos a pesar de lo que paso.
Noté como sus manos iban hacia la cremallera de mi vestido y la bajaba lentamente.
Me percaté que estaba volviendo a sucumbir a su juego y a sus deseos de nuevo. Eso era para mí algo extraño. Y más cuando decidí de recuperar mi vida.
El vestido cayó al suelo y me volví a sentir como en casa.
Javier subió mi pierna derecha hacia su cadera sin dejar de besarme.
Dejé mi pierna ahí y su mano fue hasta los grilletes. Las cuales desató. Yo estaba sumergida en la pasión que tanto brillaba a mí cuando ambos nos uníamos en uno, que me daba igual lo que estuviera ocurriendo en la ciudad.
Javier subió mi otra pierna a su cadera y llevando mis manos hacia su espalda, continué besándole.
Él caminó hasta la cama.
En cuestión de segundos, caí sobre la cama dejándole de besar.
Mire de nuevo a Javier. Que comenzó a desnudarse.
En breve, él se puso de rodillas encima de la cama y bajó muy despacio mis bragas.
Noté algo sobre mi sexo. Fue cuando supe que su lengua estaba sobre mi clítoris.
Comencé a gemir. El placer que me hacía sentir Javier, era algo distinto al cual me hacía sentir Fran.
Mientras que él continuaba lamiendo mi sexo, subió la mano izquierda hacia mis pechos y subió el sujetador.
Sentí como su mano pellizcaba sus pechos. Eso hizo que echara mi cabeza hacia atrás sobre la almohada.
Estaba tan sumergida en el deseo y la pasión, que ya había olvidado como volvimos a encontrarnos Javier y yo con el paso de los días y los meses.
Pocos minutos después, sentí un dolor agudo en mi sexo y como algo estuvo encima de mí.
Miré y Javier estaba encima de mí. Embistiéndome lentamente.
―Eres una diosa ―dijo―. Por eso te quiero en mi cama y en mis planes.
Él continuó embistiéndome y yo continué sumergiéndome en la pasión que Javier me brindaba.
Llegué al clímax y pude notar como Javier también había llegado. Ya que su erección se tornaba aún más hinchada.
Gemí. Comencé a notar el orgasmo aún más cerca.
Ambos terminamos de explotar en aquel orgasmo.
Javier cayó desavenido sobre mí. Recuperando el aliento poco a poco.
Él salió del interior de mi sexo en pocos minutos y se tumbó a mi lado, siguiendo respirando un poco entrecortadamente.
―A sido brutal ese orgasmo ―dijo.
Pero no le dije nada.
―Te he echado de menos ―volvió a decir―. Y mucho por lo que se ve.
―¿Dónde estuviste? ―le pregunté.
―Estuve resolviendo unos asuntos. Te dejé sola y fue Aitor, Hugo y mis hombres quienes me alertaron de lo que estaba pasando. Cuando quise volver a buscarte con Galán, ya era tarde. Te estabas montando en el coche de Fran y al no ver que no forcejeabas, me eche para atrás en buscarte ―me respondió y abrazándome, me volvió a decir―: Doy gracias a que tú psicólogo es un buen amigo de mi hermano Aitor y nos enteramos de que estabas asistiendo a su consulta y contando todo lo que paso durante tu secuestro. Pero también contaste otras cosas que me hizo querer regresar y recuperarte. Y te prometo que no te volverá a pasar nada. Aunque tenga que protegerte y morir en tu lugar.
Pero no le dije nada. Ya que no comprendía cómo podía ser posible que mi psicólogo era un conocido de Javier. Aitor me debía muchas explicaciones.
―Quiero que te unas a mí.
―¡Que! ―exclamé de pronto.
―Quiero que seas la mayor traficante. Quiero que seas como yo y si me pasa algo, quiero que te quedes con todo mi legado.
―¿Qué es lo que pasa Javier? ―le pregunté.
―Nada malo. Solo quiero que mi mujer siga mis pasos. Y está claro que tú sigues siendo mi mujer en esta puta vida que me he labrado.
Hizo una pausa y yo no le dije nada. Pero en aquella pequeña pausa, bostecé.
―Duerme princesa ―me dijo―. Mañana hablaremos detenidamente sobre este tema.
Y eso hice. Cerré los ojos y dejé de pensar en aquellas últimas palabras que había escuchado. Unas que sabía que si aceptaba, me estaría ganando muchos enemigos.

Yo Gano. Tú Eres Mía (Algo Prohibido #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora