Capítulo Dos

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―Estás hermosa, princesa ―escuché.
Me giré y vi a Javier ante mí. Vestido con unos pantalones vaqueros y un jersey de rayas blancas y azules.
―Vamos. O nos perderemos la película del cine de verano.
―¿Cuántas veces me vas a hacer ver La vida es bella? ―le pregunté.
―Las que haga falta, reina.
Recuerdo las veces que vimos la película. Supuse que lo hacía porque se aburría y no tenía nada que hacer cuando no trabajaba. Pero había otro motivo. Uno que no he llegado a descubrir.
―Vamos, preciosa ―dijo.
―Vale.
―Te quiero...
―Cógela ―escuché.
Desperté de golpe. Había tenido uno de esos sueños que te hacían viajar al pasado que te une con la persona que amas. Y parecía tan real como lo que estaba pasando.
Los hombres de Fran me cogieron y me hicieron caminar.
―¿A dónde vamos? ―pregunté.
―Ya lo verás ―dijo Fran.
Y él sonrió.
Me hicieron caminar por un largo pasillo. Hasta que llegamos a una de las puertas que había allí.
Entramos en una de las habitaciones y Fran me puso en el centro, aún con sus hombres sujetándome.
Me percaté que él cogió de un lado unas cuerdas. Y volvió ante mí en segundos.
Fran comenzó a atarme las muñecas a la espalda. Y comencé a retenerlo para que no lo hiciera.
Cuando me tuvo las muñecas y los brazos atados, cogió otra de las cuerdas y me hizo un infinito en los pechos. Pero la cuerda que sobró de ahí, la puso arriba en el techo.
―Dejarme a solas con ella ―dijo.
Los hombres se marcharon de aquella sala y Fran volvió a ir a la pared. Volviendo a coger otras cuerdas.
Él volvió ante mí de nuevo en segundos y cogiendo una de las cuerdas, comenzándolas a doblar.
―Tardé en darme cuenta de que tú si sabías donde estaba Salazar. Y me lo vas a decir por las buenas. Y ya conoces como será por las malas.
―Yo no sé nada de Javier Salazar desde que me rescataste Fran.
Él pasó las cuerdas por debajo de mi vagina y sin atadas comenzó a apretar fuerte contra ella. Haciendo que mi sexo sintiese un ardor por raspar fuerte en él.
―Me estás haciendo daño ―dije.
―Esa es la intención, Martina ―dijo él―. Hacerte daño hasta que confieses donde esta ese tipo.
―Te vuelvo a decir que no sé nada.
Él fue detrás de mí y me puso las manos sobre mi cuello. Echando mi cabeza hacia atrás y poniéndome una mordaza en forma de barra sobre la boca.
―Así evitaré de escucharte gritar por un rato. Solo quiero escucharte gemir.
Comencé a balbucear y a forcejear, mientras que veía que tenía Fran planeado para esta vez. Pero solo vi como se agachaba al suelo y cogía otra cuerda. La cual me puso en breve en las caderas y la enrolló hasta que la poca que sobró, la pasó por mi sexo. Eso me hizo recordar los tiempos en los que Javier me poseía y mis orgasmos eran suyos.
Fran volvió en breve hacia un armario y de ahí cogió algo que no logre identificar.
Volvió ante mí y comenzó a poner una especie de arnés contra mi sexo. Y en breve, sentí cosquillas sobre mi clítoris.
―Tendrás puesto el vibrador, hasta que me digas donde esta Salazar.
Balbuceé y cerré las piernas para quitarme ese aparto de mi clítoris. Pero enseguida Fran actuó, atándome los tobillos separados.
Comencé a forcejear para que me dejase en paz. Pero no lo hizo.
Tras estar varios minutos con el vibrador puesto, Fran lo paró y me dijo:
―Vas a decirme donde esta ese hombre o debo de continuar con lo que estaba haciendo.
Él fue detrás de mí y me quitó la mordaza.
―¿Y bien?
―No sé nada de Javier Salazar ―le dije―. Y si lo supiera, no te lo diría nunca.
Él me pegó una bofetada y me rendí. Pero jamás le diría a Fran donde estaba Javier. Moriría con ese secreto en la tumba.
―Bien ―vi como se bajaba la cremallera del pantalón―. Si no me lo dices de una forma, me lo dirás de la otra.
Con su miembro fuera del pantalón, se acercó delante de mí y quitando la cuerda y el arnés de mi sexo, comenzó a rozarme.
En pocos segundos, metió su pene en mi interior y comenzó a penetrarme despacio.
Comencé a gemir por que no podía chillar. Pero Fran sonrió al escucharme.
―Vas a decirme lo que quiero saber o continuo con ello. Y sabes que no voy a parar hasta correrme.
―Ya te he dicho que no sé nada.
Y él continuó moviéndose.
Me odiaba por lo que estaba pasando. Pero también eso me daba las fuerzas para escapar y pedir ayuda. Si lograba escapar, lo mataría. Lo juro por mi padre y por mi hijo no nacido.
Tras varios minutos penetrándome, sentí algo en mi interior.
Exhausta, noté que me soltaba las caderas y en segundos, me puso en el suelo
Cuando me di cuenta, estaba siendo arrastrada a un extremo de esa habitación.
Los grilletes sonaron y solo pude gemir tras la mordaza.
Fran me puso los grilletes. Atando mis manos y mis muslos a la espalda. Y en segundos, lo hizo con mis pies. Pero lo que no quitó de mi cuerpo fue las cuerdas que formaban el infinito sobre mis pechos.
―Descansa ―me dijo―. Y mientras pensaré que voy a seguir pensando en que voy a hacer contigo.
Después noté unos pasos y como se subía la cremallera del pantalón.
La puerta se abrió y se cerró en breve.
Hundí mi cabeza en el suelo y comencé a llorar. Dejando pasar así el tiempo hasta que Fran terminase de pensar que hacer conmigo. O quizás no tardaría mucho en matarme.

Yo Gano. Tú Eres Mía (Algo Prohibido #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora