Capítulo Trece

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―Maldita sea, algo le ha ocurrido ―escuché cuando abrí los ojos de nuevo.
Miré el reloj y eran las doce de la noche.
Sentí la puerta y continúe durmiendo. Ya que parecía que aquellos orgasmos me había dejado un poco cansada y también exhausta. Pero también me dejaron sin palabras, aquellas sensaciones del pasado.
―Hugo, está aquí. Cancela su búsqueda.
Sentí unos pasos hacia a mí.
En pocos segundos, sentí unas caricias sobre mi pelo. No sabía cómo actuar así que continúe haciéndome la dormida.
―Está todo bien, señor Salazar.
―Sí Hugo. Pensé que se había escapado de nuevo ―le respondió Javier.
Ambos hicieron una pausa.
―Déjame a solas con ella ―volvió a decir.
―De acuerdo, señor.
No volví a escuchar a Hugo y continué con los ojos cerrados. Ya que no quería que Javier me hablase.
―¿Por qué no has bajado a cenar? ―me preguntó.
¿Cómo diablos ha sabido que estaba despierta? Pero aun así, continúe sin decirle nada.
―Respóndeme nena ―volvió a decir.
―Me quede dormida. Supongo que habrá sido por el orgasmo ―respondí.
―No creo que un simple orgasmo haya hecho que te quedaras aquí y más que te dejara dormida.
Hicimos una pausa.
―Vuelve a descansar ―me dijo―. Mañana volver a por ti para desayunar. Espero que un simple orgasmo no vuelva a dejarte dormida.
Y Javier se volvió a marchar.
Lo que más me extrañó fue que él no se quedara a dormir a mi lado por esa noche. Algo debería de ir muy mal para que no lo hiciera. Bueno, aquello que estaba pasando era el motivo suficiente para que algo fuera mal. Sabía que yo era el problema de todo aquello. Desde que me secuestró y estoy intentando escapar, ese ha sido su problema y su prioridad. Pero aún no entiendo por qué me está reteniendo ahí si no éramos nada. Si me iba, no sabía qué era eso y si me quedaba, era algo que debía de descubrir.
Comencé a pensar en todo lo que estaba pasando. Pensé en aquel pasado que Javier había vivido y también en el mío propio. Pero también pensé en otras cosas que estaban relacionadas con respecto a nuestra vida durante ese tiempo de noviazgo. Uno que no debió de haber ocurrido nunca. Como tampoco habernos conocido y que él me robase aquel beso que me dejó sin palabras.
Tras varios minutos pensando y meditando, volví a quedarme profundamente dormida.

El sol de la mañana me despertó de pronto.
Me giré en la cama y me percaté que Javier no estaba en la cama. Parecía ser que estuvo de acuerdo en que ambos no durmiésemos en la misma cama esa noche.
Seguí pensando en lo que había pasado el día anterior con respecto a los pensamientos de Javier. Algo que quería ocultarme y que yo descubriría.
Me levanté en pocos segundos de la cama y fui hasta el baño.
Ahí, me quité la ropa que aún me quedaba y me metí en la ducha.
El agua tibia cayó sobre mi cuerpo y comencé a pensar en algunas cosas de mi vida al lado de Fran. Algo que me llenó de nostalgia. Pero fueron otras imágenes las que me quitaron esa nostalgia y lo que hizo que el miedo apareciese en el caso de que Javier se enterase de ello. Algo que no me perdonaría nunca. Fue cuando Fran desapareció en segundos de mi cabeza y solo estuvo constantemente ese recuerdo ahí.
Diez minutos después, salí de la ducha y del baño.
Me extrañó no ver a Javier en la habitación aún. Pero no le di mucha importancia. Era mejor así.
Me vestí y en pocos minutos salí de la habitación. Ya que quería ver el lugar donde me había llevado para protegerme de aquellos hombres que rondaban en aquella casa.
Caminé por un largo pasillo. Al parecer no había ningún otro pasillo nada más que ese. Donde solo había varias puertas. Cosa que no quería descubrir que había detrás de ellas.
Baje unas escaleras al lado izquierdo al terminar la mitad del pasillo.
Ahora que estaba aislada en aquel rancho, solo quería encontrar tranquilidad.
Cuando llegué casi al jardín, me encontré un pequeño porche. Algo que no me había percatado en el poco tiempo que llevábamos ahí.
De espaldas había una persona sentada en una silla. Lo que me quede sin saber que decir.
―Te hacía dormida ―me dijo.
La voz de Javier era conocible. Quien si no iba a ser en ese lugar.
―En realidad lo estaba. Pero me desperté y no te hice en la cama. ¿Qué ha ocurrido?
―Asuntos que debí y debo de resolver. Algo en lo que no quiero meterte.
―Ya estoy metida en todo esto. Así que, ya me da igual todo lo que me pueda ocurrir y en lo que debas de meterme.
Javier me miró y vi su cara de preocupación. Algo que tenía que estar pasando. Y muy grave.
―¿Qué ocurre? ―le pregunté sin acercarme a él.
―Nada grave.
Hicimos una pausa. Aunque sabía que no era cierto. Me conocía sus caras como si nos hubiéramos casado y llevado una vida juntos.
―Sabes que no llevas ropa adecuada para...
―Lo sé.
Comencé a bajarme las tiras del vestido y él me frenó levantándose, diciéndome:
―No te lo quites.
―Pensé que no era la ropa adecuada para desayunar ―le respondí exhausta.
―Es cierto. Pero no quiero que ninguno de mis hombres te mire. Solo yo quiero hacerlo.
Pero no le dije nada.
―Cuando desayunemos ve a cambiarte. Quiero montar a caballo contigo.
―¡Que!
―Lo que has oído.
―Sabes que no sé montar a caballo, Javier.
―Lo sé. Por eso, he contratado a un profesor para que te enseñe.
―Pues me niego a aprender a montar.
Javier se levantó de aquella silla y vino hacia a mí.
En pocos segundos ante mí, volvió a decirme.
―O montas conmigo a caballo o te llevo al sótano. Allí te enseñaré lo que mi polla quiere decirte y a respetarme Martina.
Ya estaba harta de sus amenazas. Pero que podía hacer. En esas cuatro paredes mandaba él y si no se le obedecía, podía volver a torturarme.
Comencé a desayunar sin decir ninguna palabra. Ya que sabía que mis palabras aquí no eran nada. Salvo arena que se esparce por el desierto.
Veinte minutos después me marché del jardín. Caminando hacia la habitación sin decir nada. Tenía que escapar como fuese, antes de montarme con él y sabía que si le desobedecía, me iría mal.
Solo había una forma de saltarme sus reglar. Y escapar era la forma de ello aunque me costara la vida.
Fui hasta la habitación. Ahí Javier no me encontraría. Esperaba que mi mente no comenzara a pensar en lo que iba a pasarme por ello.
Cuando llegué, caminé para el despacho. Pero fue la figura que estaba junto a la ventana, lo que me sobresaltó.
―Te di una orden Martina ―escuché―. ¿Por qué no me has me has obedecido.
―Quizás por que no eres mi dueño ―le respondí.
―Te equivocas ―me dijo―. Sí que lo soy desde que te secuestre.
Él se fue acercando a mí y me dijo de nuevo:
―Vamos a ir a montar. No vas a oponerte y a desobedecerme.
Me aparté de él para evitar contacto alguno. Pero Javier fue más rápido y me agarró enseguida por la muñeca.
Empujándome, puso mi espalda junto a su torso y bajó su mano hacia mi sexo diciéndome:
―Ahora mismo me apetece follarte. Pero deseo algo desde hace mucho tiempo. Así que no lo haré hasta que no lo vea conveniente. Que es compartirte con otro amo.
―Suéltame joder ―fue mi única respuesta.
Después le pegué una patada en su miembro y él se dejó caer al suelo.
Comencé a correr para irme del despacho. Pero Hugo apareció en la puerta tan rápido e inoportuno.
―Llévala al sótano ―dijo Javier aun en el suelo.
―¡No! ―exclamé.
Me resistí a ello. Ya que sabía lo que podía pasar.
―Se acabó ―dijo Javier furioso y levantándose del suelo―. Te voy a dormir, después te enseñaré a no desobedecerme y hablaremos tranquilamente después de tu castigo.
Él terminó por acercarse a mí, mientras que sacaba algo de su chaqueta.
Un breve pinchazo en mi cuello, hizo que gritara y forcejeara más. Pero me iba sintiendo con el paso de los segundos como una pluma.
―La llevaré al sótano, señor.
―Lo haré yo. Ve en busca de Julia. Creo que voy a hacer posible una cosa que tengo en mente desde hace años. Desde que fue mi pareja y ella no quiso.
¿Quién era Julia? No me gustaba lo que tenía pensando en hacerme Javier. Nada de lo que planeaba me gustaba. Y más conociendo sus planes de tortura. Incluso los que tenía para mí. Y ya lo había probado en más de una ocasión desde que me secuestro.

Yo Gano. Tú Eres Mía (Algo Prohibido #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora