Capítulo Catorce

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Empecé a sentirme aturdida. Supongo que aquel sedante que me puso Javier producía ese efecto. No sé qué castigo tendrá él para mí. Pero lo que sabía era, era que no debía de volver a tentar al diablo de nuevo.
Fui recuperando poco a poco la consciencia y noté como mi cuerpo se hacía más pesado.
Solo supe que estaba desnuda, cuando sentí un dolor agudo sobre mi cuerpo.
Comencé a forcejear. Estaba tumbada en el suelo y creo recordar que en el sótano. Pero no logre ver nada. Salvo oscuridad.
Sentí la puerta y en breve, gemí para saber que es lo que ocurría. Pero algo me impedía ver.
La puerta se cerró y pude oler el perfume de Javier.
Comencé a sentir ruido durante varios segundos. ¿Qué diablos quería hacerme? No saber qué es lo que quería hacer, me hacía entrar en pánico.
No volví a sentir nada en minutos. Supuse que Javier ya había terminado de hacer lo que quería hacer conmigo.
Noté sus roces de un golpe.
Él bajó su mano derecha hacia mi sexo y comenzó a mover las cuerdas. Gemí por el dolor que eso me producía.
En pocos segundos, él quitó las cuerdas de las muñecas ―que las tenía atadas a la espalda― y las puso delante de mí.
Javier me cogió un brazo en breve y noté que me tumbaba en la cama. Y en segundos, puso mis muñecas arriba del respaldo de la cama.
Él me quito en segundos la venda de los ojos y la luz me cegó.
Jadeé un poco. Me incomodaba la luz y lo único que quería era frotarme los ojos para ver que estaba pasando. Pero fue un dolor sobre mis pezones lo que me hizo tener un poco de más claridad.
Me percaté enseguida que Javier había puesto sobre mis pezones, unas pinzas. Entonces supe que era un método de dolor.
Frente a mí, había otra mujer. No supe cómo era, ya que el dolor lograba que la vista se me nublara. Pero en breve, ya no hubo nieblas en mi visión. Si no, de nuevo oscuridad. Supe que Javier me había vuelto a tapar los ojos.
Sentí un pequeño ruido. Supongo que el silencio, le hacía sentir a él con más poder.
―Julia, cuando te dé una orden, te moverás para conseguir tu orgasmo ―dijo.
―Sí, señor ―escuché de los labios de ella.
En pocos minutos, sentí sus manos sobre mi sexo y noté dos de sus dedos entrar y salir. Eso comenzó a provocar otra especie de sentimientos. Entre ellas, el asco.
Unos minutos después, noté algo grueso sobre mi vagina. Supuse que era su pene. Pero la textura engañaba. Ya que no sabía si era un vibrador o su propio miembro.
―Póntelo Julia y comienza a moverte muy despacio.
No sé si ella obedeció a su orden. Solo supe que era un roce tocó mi pierna.
Comencé a sentir que algo se movía y fue cuando supe que algo no iba bien.
En segundos, escuché un ruido pequeño que fue aumentando poco a poco.
Un poco más tarde, comencé a sentir vibraciones sobre mi clítoris. No podía creer que quería forzar un orgasmo mío.
―Más rápido Julia. Quiero que tengas tu orgasmo y que hagas a esta mujer correrse ―dijo de nuevo.
Ella comenzó a moverse más rápido. No sabía que habían metido dentro de mí, pero mis gemidos se estarían escuchando más allá del universo.
Comencé a echar mi cabeza hacia atrás. Algo se me escapaba. Pero detrás de la mordaza, solo se escuchaban mis gemidos.
La luz volvió a hacerse sobre mis ojos.
Cuando recupere la compostura, miré hacia la otra mujer. Que no paraba de moverse rápidamente.
Me percaté que lo que Javier había puesto en mi sexo, era un pene de silicona más largo.
―Te gusta el doble dildo, Martina. Notarás como te vas en segundos. Y más si consigo tu orgasmo con las vibraciones de este vibrador ―me dijo―. Julia, córrete. Es una orden.
―Sí, señor.
¿Por qué me mantenía a mí con la mordaza y a ella no? Quizás era porque ella obedecía a sus órdenes y yo no.
―Martina, haz lo mismo.
Balbucee furiosa. Jamás me había sentido tan humillada como en esos momentos.
―Bien. Voy a tener que forzarte al parecer ―dijo.
Noté en breve, que las vibraciones eran continuas.
Fue cuando noté que estaba a punto de correrme. Y también noté como Javier apretaba el vibrador contra mi clítoris.
Pocos segundos más tarde, me corrí y noté como la otra mujer también lo hizo cuando se desvaneció en la cama.
Tras varios segundos de silencio, ella se quitó ese pene de silicona y Javier le dijo:
―Puedes irte Julia. Ya hemos terminado. Volveré a solicitarte cuando me seas necesaria.
―Sí, señor.
Y ella se levantó de la cama y en breve, se marchó.
Cuando esa mujer cerró la puerta tras su paso, Javier me quitó el doble dildo del coño y el vibrador. Que apagó a su paso.
Aún no entiendo por qué quería hacerme daño.
Él regresó a mi lado.
Me quitó las manos del respaldo de la cama y me sentó encima de la cama.
Él fue detrás de mi nuca y sentí como la mordaza se aflojaba.
La bola salió de mi boca y en breve, me puso un anillo en la boca. Que ató en breve. Javier había cambiado la mordaza por otra.
Él levantó mi mirada y bajo con su otra mano, la cremallera de su pantalón.
Me negué a lo que tenía en mente. Pero enseguida sacó su pene del pantalón y lo metió dentro de aquel anillo que sujetaba mi boca.
―Ahora me toca a mí, querida.
Y Javier comenzó a moverse lentamente.
Él cogió mi cabeza y comenzó a moverla para llegar al clímax.
Un gemido salió de su boca y una arcada de mi interior.
Unos minutos después, él salió de mi boca y comenzó a tocarse rápidamente.
En breve, se corrió. Dejando su leche sobre mi cara. Entonces entendí que ya había conseguido su propósito de humillarme más.
Tras varios minutos en silencio, Javier levantó mi cara y me dijo:
―Mis órdenes se respetan, Martina. Y la próxima vez que quiera que montes conmigo a caballo lo harás sin dudarlo. Y si no lo haces, te castigaré de la misma forma cuantas veces me sea posible hasta que entiendas mis reglas. ¡Lo has entendido!
Asentí.
Bajé la mirada y Javier desató mis manos.
―Ahora te irás a duchar. Te espero para cenar en el jardín ―dijo―. Ponte algo provocativo. Ya sabes lo que pasa si desobedeces mis órdenes.
Y quitándome la mordaza, le respondí con sarcasmo:
―Sí, señor.
Javier se giró y comenzó a caminar hacia la puerta de aquel sótano que era muy aterrador.
En pocos segundos, él terminó de marcharse.
En breve, salí del sótano y corrí hacia la habitación. No quería que nadie me viera desnuda.
Llegué en varios minutos y me tiré encima de la cama. Solo quería llorar por aquella gran humillación que me hizo sentir. Ya que Javier sabía que odiaba estar con otras mujeres.
Solo esperaba que aquella pesadilla en la que estaba metida, se acabase muy pronto y que Fran me encontrase. Pero que también aquel matrimonio era una falsa. Ya que la compañera que tenía al lado, era una de las aliadas de Javier. Que solo quería estar a su lado por órdenes de mi carcelero.

Yo Gano. Tú Eres Mía (Algo Prohibido #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora