Capítulo Cuatro

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Desperté a la mañana siguiente.
El abrazo de Javier me había estado dando calor. Cosa que parecía que estaba frenando mis pesadillas.
Y él parecía que estaba durmiendo como si no tuviera problemas. Pero que a su vez no fuera quien es.
Comencé a pensar en cómo nos conocimos y como transcurrió nuestra historia. De cómo me robó un beso y luego el mundo se paró. Pero también como ese tiempo transcurrió rápido y en meses lento, cuando nos dejamos.
Me enamoré de Javier en el pasado y Fran me hizo cambiar eso. Pero ahora estoy tan confundida, que no sé qué es lo que deseo. Fran es una persona perfecta ―o eso pienso― y Javier es mi pasado. Pero también la sensualidad que tengo muy dormida.
Me giré.
Le miré mientras que él dormía y supe que esas sensaciones estaban ahí. Pero el dolor también estaba presente. Creo que fue su traición lo que me hizo actuar de esa forma tan vengativa.
Javier respiró profundamente y en breve, abrió los ojos.
Él me sonrió y pude ver que en él, no había odio por lo que pasó hace años. Si no, eso que se llama amor y que un día sentí por él. Cosa que aún dudaba si sentía. Habían pasado muchas cosas entre nosotros que no sabía si el tiempo lo había curado.
―Buenos días ―me dijo.
―Buenos días ―le respondí.
―Voy a pedir los desayunos.
―No ―respondí―. Quédate un poco más a mi lado.
―¿Qué ocurre Martina? ―me preguntó.
―Nada. Solo quiero contemplarte.
―Ya veo.
Hicimos una pausa:
―¡Javier! ―exclamé.
―Dime.
―Enséñame más sobre el mundo de la dominación.
―¡Que! ―exclamó.
No supe que responder, salvo algo que me ayudaría a ganar puntos con él.
―Quiero que me hagas tuya. Pero dominándome.
―Lo haré. Pero quiero a cambio que te unas a mí en el negocio del narcotráfico.
―Si no me queda remedio, lo haré.
Javier levantó su cuerpo de la almohada y cogió la funda de esta.
―Junta tus manos. ¡Es una orden!
Le obedecí.
Javier dobló la funda del almohadón y me la puso en mis muñecas. Lo poco que sobró, lo llevó al cabecero de la cama.
Él fue llevando muy lentamente por mi cuerpo su lengua, hasta que comenzó a lamer mi clítoris.
Comencé a gemir. Su lengua daba vueltas y eso me hacía florecer junto a la pasión.
Tras varios segundos sintiendo su lengua sobre mi sexo, él paró.
―¿Por qué paras? ―pregunté.
―Por que debes de ganarte tus orgasmos, querida ―respondió.
Javier me quito las ataduras de la muñeca y en breve, se quitó de encima de mí.
―Vístete. Vamos a desayunar.
Y sin más remedio, tuve que aceptar mi derrota en cuanto a mi orgasmo.

Tras el desayuno, me fui a la piscina y me tumbé tranquilamente sin pensar en que tenía que volver a la ciudad. El lugar me hacía sentir de otra forma.
―Buenos días, Martina ―escuché.
Mire hacia donde estaba la voz y Aitor estaba ahí parado. Mirándome.
―¿Qué haces aquí? ―pregunté.
―Trabajo con Javier ahora. Y tú, ¿qué haces aquí, Reina de Corazones?
―¡Te has enterado!
―Sí.
―Pues aquí estoy. Como compañera de vida de tu hermano.
Hizo una pausa pequeña.
―Tú que odiaste a Javier por lo que te hizo y ahora eres su aliada.
―Yo no pedí esto Aitor ―respondí―. Mi destino no estaba escrito así.
―Pero lo escogiste. Al menos cuando te enteraste de que Fran era un narcotraficante de mujeres. ¿Por qué?
Me encogí de hombros.
―Ya veo. Pero muy en el fondo sé que cuando te ibas a casar con ese tipo, lo hacías por que aún pensabas en mi hermano.
―No sabes lo que dices ―me levanté.
―Sé lo que digo. Porque lo sé todo, Martina. Incluso lo que te paso en Londres antes de que conocieras a Fran Evans.
Trague saliva y le pregunté:
―¿Lo sabe Javier?
―Sí. Por eso te ha secuestrado. Para que no hicieras de las tuyas o que lo volvieras a hacer.
―Los accidentes pasan.
―Ya veo. Pero no sabemos si lo tuyo fue por accidente o tú lo provocaste.
No supe qué decir, salvo marcharme y pensar en lo del secuestro.

Tras horas muy pensativa en la habitación, sentí como la puerta de esta se abría.
Miré y era Javier. Que apareció con el teléfono móvil en las manos. Supongo que estaría resolviendo cosas de trabajo.
Cuando se lo guardó en el bolsillo, él me miró, mientras que le preguntaba:
―¿Por qué no me dijiste que sabías de mi pasado?
―No pude decírtelo en su tiempo ―respondió―. Más aun sabiendo que te quedaste embarazada de mí y que por culpa de lo que paso, perdiste al niño en aquel accidente que se supone que tuviste antes de empezar la universidad.
―Eso no es escusa tanto para ocultármelo, como para secuestrármelo.
―Lo sé. Ero que creías. Me sentía culpable por ello. Perdiste a mi hijo y por todas mis malas decisiones. Y si no hubiera indagado en tu historial médico, jamás me hubiera enterado, Martina. Y tú jamás me lo hubieras contado.
―Aquí cada uno es dueño de sus actos ―le respondí―. Yo ya fui culpable de perderlo en ese accidente, pero aun así no me arrepiento de haberme ido a Londres. Al menos me quitó la carga de tener que ver al hijo de un hombre que me traicionó.
―¿Qué quieres decir?
―Que no me arrepiento de tener la vida que me he labrado desde hace casi siete años.
Él bajó la mirada y en breve, se volvió a marchar. Y sabía que estaba furioso.
Lo único que deseaba era volver a la ciudad y hacer como que esto no estaba pasado. Aunque en realidad sí que estaba pasando.

Yo Gano. Tú Eres Mía (Algo Prohibido #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora